Autor del Artículo: Ramón Guillén Pallaruelo “Ramón de Tomasa”
Artículo publicado en la Revista “Historias d´aquí” Nº1, Noviembre de 2010. Revista editada por la Asociación Cultural de la Puebla de Castro y que dirige Rafael Franco Suiles.
En La Puebla de Castro debido tanto a la particular situación geográfica próxima al Pirineo como a su quebrada orografía, nos encontramos con un termino municipal que aunque sometido en general a un clima de tipo continental, con influencia de montaña, presenta diversidad de zonas con un microclima característico que permite la adaptación de una amplia gama de especies vegetales y por lo tanto multitud de aprovechamientos: agrícola, ganadero, silvícola, industrial, medicinal, etc.
Perspectiva de La Puebla de Castro en la que se puede apreciar un cultivo muy esmerado y diverso con el fin de aprovechar al máximo las posibilidades que ofrece el terreno. |
En el presente capitulo nos vamos a dedicar a los usos agrícolas del territorio por su vinculación histórica con la economía y quehacer diario de un amplio porcentaje de la población de nuestro municipio.
Ya en 1850 Pascual Madoz en su “Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España” (1) en referencia a La Puebla de Castro dice lo siguiente: “Sita en un pequeño monte formado por una maza de piedra caliza rodeada de una hermosa y llena campiña […] El terreno está cubierto en su mayor parte de viñas, de muchísimos almendros y de algunos nogales, robles y encinas, de varios frutales, de centenares de olivos […] Producciones: muchísimo vino, bastante almendra en los años que las nieves no las quema, nueces en abundancia y trigo para el consumo de un tercio del año.”
Los olivares estaban ubicados preferentemente en las zonas más escarpadas en las que se habían construido fajas para hacerlas laborables. La parte orientada hacia el sur de la sierra de San Roque (partidas de San Roque, Sucarradas, las Valles, Repardinas, Monte Olvena y los Pinás) y a sol saliente en la caída de la ribera (el Calvario, Fuero y las Pedregosas) eran las más abundantes en ellos porque también eran las zonas más cálidas del monte y donde se adaptaban mejor.
Las viñas estaban repartidas por todo el término municipal porque en todo el eran muy generosas en producción aunque cabria destacar las partidas de la Ribera (hoy anegada por el pantano de Barasona), Resordi y Sucarradas por su extraordinaria calidad. Una variedad muy apreciada de cepa que se cultivaba era el Bomagastro pues producía unos vinos que aunque de poco grado eran muy aptos para la exportación pues no se estropeaban cuando se tenía que enviar en barco.
Almendros de la clase del Trell en Almenara |
El almendro aunque planta originaria de Asia central también se adapto muy bien a nuestro territorio tal es así que llego a ser uno de los principales pueblos productores de la provincia de Huesca junto con Ayerbe. Llegando a existir en la época de los 30 dos rompedoras de almendras una particular y otra de la colectividad (2). Tan grande era el interés por el cultivo que en muchas casas seleccionaron y reprodujeron sus propias variedades por considerarlas muy productivas a la vez que de buena calidad, y así surgen las variedades: Trell, Mallón, Machín, Randé, Urbané, Lafarga, Suárez, Tomás de Nuguero…, siendo la clase del Trell la que alcanzó más renombre y llegando a venir gente de otras provincias en busca de brotes para reproducir la variedad en sus territorios.
Estaba asimismo el almendro repartido por todo el término aunque por la regularidad en la producción destacaban la Plana y las Almenaras a este lado de la sierra y Sucarradas, Repardinas, San Roque y los Pinás al otro lado.
Además de estas plantas también se cultivaban cereales: trigo, ordio (cebada), segaltrigo (centeno). Forrajes, particularmente esparceta y avezas (veza). Leguminosas: garbanzos, guixas y guixons (yeros). Además de todo tipo de hortalizas que se cultivaban en los huertos nacidos al amparo de cualquier manantial permanente o primaveral o incluso huertos de secano que había que suministrar de agua con ayuda de caballerías. Los mejores huertos, por supuesto, eran los que tenían el agua todo el año y esta se repartía por turno entre los propietarios según acuerdos adoptados (Reguera, Cananillo, la Huerta, Corán, la Canal, las Cañutas, Santa María).
Debido al la cantidad de población con que contaba La Puebla más el gran número de animales de trabajo y teniendo en general un territorio muy repartido, se intentaban aprovechar al máximo los recursos y terrenos, construyendo espuendas (ya sean de piedra donde abundaran o simples terraplenes) para trabajar las laderas pronunciadas. Construyendo también caños de piedra (drenajes) y rasas (acequias de desagüe) en zonas que se encharcaban y asociando cultivos para aprovechar toda la superficie del terreno: almendros, olivos y vides en las espuendas y en las fajas trigo, guixas, esparceta, ordio o guebra (barbecho).
Antiguamente se trataba de una agricultura esencialmente de subsistencia que pretendía cubrir las necesidades alimenticias de las familias y de sus animales de trabajo, siendo básicamente el vino y las almendras los cultivos que generaban las rentas necesarias para el mantenimiento económico de las casas. Posteriormente y conforme fueron aumentando las posibilidades de conseguir jornal, que aunque tan esforzado como en la agricultura era más regular al no estar tan sujeto a los avatares de la climatología, se fueron abandonando patrimonios a la par que las mejoras tecnológicas aparecidas en la agricultura permitían abarcar más terreno con menos mano de obra, cambiando así el modelo productivo y pasando de una agricultura de subsistencia a la explotación agrícola como recurso económico.
Así hasta llegar a la situación actual en la que el estancamiento e incluso el retroceso del valor de las producciones agrarias unido a dificultades propias de la orografía y distribución de la tierra de nuestro monte están provocando el abandono progresivo del mismo.
(1) Madoz, Pascual: Diccionario geográfico-estadístico-histórico de España y sus posesiones de ultramar. Madrid, 1845-1850. Editorial Prames. Zaragoza.
(2) Agrupaciones comunales fundadas al amparo del sindicato anarquista CNT en las que se ponía en común el trabajo de toda la tierra y se distribuía equitativamente el resultado de las ventas de las producciones y los demás aprovechamientos.