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JUEVES SANTO Y EL MONUMENTO EN LA DÉCADA DE LOS 20 (S. XX) EN LA PUEBLA DE CASTRO

Román Carrera Giménez
 

Autor del artículo: 

Román Carrera Giménez de Casa Román de Giral.


Artículo publicado en el Libré de las Fiestas de La Puebla de Castro del año 2004


“Tres jueves hay en el año

que relumbran más que el sol;

Jueves Santo, Corpus Crhisti

y el día de la Ascensión”

 

EL MONUMENTO

Recordando el Jueves Santo en la década de los años 20 del siglo XX, empezaré por decir que, en la Iglesia Parroquial de La Puebla de Castro se empleaban seis o siete hombres para montar el colosal y precioso Monumento que, instalado en el presbiterio, ocultaba el también precioso y gran retablo de Santa Bárbara. Dirigían la labor el sacristán “siño” Mariano Borbón y el imprescindible carpintero local “siño” Pepe. Se trataba de una impresionante arcada con cuatro arcos formados con maderas y lienzos decorados que, de menor a mayor, llegaba desde el fondo del presbiterio a la cancela del mismo, y de altura el arco superior hasta el borde de la bóveda. Cada arco se subía con una soga de cáñamo por el agujero hecho en la bóveda para tal efecto; unos tiraban desde arriba cuando a voces les mandaban los de abajo y, cuando el arco ya estaba en su punto, ataban la soga en una de las fuertes tijeras de madera (hoy de hierro) que sostenían la cubierta de la iglesia.

Jueves Santo, iglesia Parroquial de Santa Bárbara de La Puebla de Castro. Autor de la foto: Pedro Bardají Suárez.

Por el centro del presbiterio ascendía la gran escalinata compuesta por varios cuerpos de madera hasta dos metros encima del altar mayor, donde se colocaba un sagrario en forma de sepulcro para la reserva del Sacramento.

El Monumento se levantaba el Miércoles Santo por la mañana, después de la Santa Misa, y por la tarde, tras haber hecho la limpieza de la Iglesia, eran las mujeres las que se encargaban de adornarlo.

El año 1926 ocurrió un accidente sin más consecuencia que un gran susto y un cierto daño material. El arco mayor, como ya no coincidía con la bóveda, era elevado y quedaba sujeto por una pequeña carrucha que durante el año servía para subir y bajar la bella y gran lámpara de aceite que ardía para el Santísimo. Esta carrucha se hallaba bajo el angelote de yeso que hay en el centro del arco de la bóveda. Cuando ya se hallaba la pieza a cierta altura, se rompió dicha polea y cayó al suelo con gran estrépito tal pieza, pero milagrosamente no atrapó a nadie. Desde entonces ya quedó el Monumento incompleto para los diez años que le quedarían de vida.

En el Monumento. De izquierda a derecha, Antonio Franco Nadal (Tonón de Palacín), Mosén José Mairal Villellas, Mariano Serena Samitier de Casa Borbón y Anselmo Burrel Trell de Casa Gros. Año 2017. Autor de la foto: Pedro Bardají Suárez.

EL JUEVES SANTO

TRASLADO DEL SANTÍSIMO AL MONUMENTO

El Jueves Santo se celebraba, sobre las 10 de la mañana, la MisaIn Coena Domini”, en el altar de San Román. Al entonar el Celebrante el “Gloria”, el sacristán y monaguillos hacían tocar todas las campanillas mientras sonaban las campanas de la torre y el órgano acompañaba el canto del “Gloria” por el coro. A partir de aquél momento, ni órgano ni campanas sonarían hasta la Vigilia Pascual del Sábado Santo a las 10 de la mañana, por lo cual estas eran sustituidas por la matraca del monaguillo que ya empezaba en el “Sanctus” de la Misa y la gran matraca de la torre con seis u ocho mazos pegados sobre las tablas para anunciar los Oficios a celebrar hasta el Sábado Santo.

Restos de la matraca de madera en la parte superior de la torre campanario de la Iglesia parroquial de La Puebla de Castro. Autor de la foto: Pedro Bardají Suárez.

Al finalizar la Misa, el Santísimo era trasladado bajo palio, desde el altar de San Román al Monumento. La procesión, precedida por la cruz alzada y velada, daba la vuelta a la Iglesia con el canto del “Pange lingua” hasta llegar al Monumento, que ya se hallaba adornado con clavelinas y otras flores e iluminado con lámparas y multitud de velas. Entonces, el Párroco, ascendía por la escalinata para colocar el Santísimo, dejando el Sagrario abierto; bajaba para incensarlo de nuevo desde abajo, mientras se cantaba el “Tantum ergo”. Finalizado el canto volvía a subir para cerrar la portezuela del Sagrario, colgándose la llave al cuello con una cinta blanca para llevarla hasta el momento de la reposición del Santísimo en el altar de San Román, al día siguiente, sobre las 10 de la mañana, donde por él sería consumida la Sagrada Forma.

Jueves Santo, trasladando el Santísimo al Monumento. Delante, de izquierda a derecha, Antonio Franco Nadal (Tonón de Palacín), Mosén José Mairal Villellas y Vicente Burrel Guillén del Mesón. Detrás, Anselmo Burrel Trell de Casa Gros. Año 2014. Autor de la foto: Pedro Bardají Suárez.

EL LAVATORIO

Sobre las 3 de la tarde y anunciado por la gran matraca de la torre, tenía lugar el Lavatorio. Allí en aquél altar y revestido con amito, alba, estola y capa pluvial morada, cantaba el Celebrante las oraciones propias del acto y, después de incensar el libro, cantaba el Evangelio según San Juan, del Mandato

Monaguillo de la Iglesia Parroquial de Santa Bárbara de La Puebla de Castro. A su alrededor niños y niñas vistiéndose  para participar en los actos de Semana Santa. Autor de la foto: Pedro Bardají Suárez.

Ya finalizado, se quitaba la capa, se ceñía una toalla y procedía a lavar el pie derecho de cada uno de los doce chicos de los cuales uno solía ser el que hoy, siendo un humilde viejo, esto escribe. Para tal menester ayudaban el sacristán y dos monaguillos, portando la jarra con el agua, la jofaina y la toalla con la que después de lavar el pie derecho de cada niño, lo enjugaba, lo besaba y terminado el acto, daba a cada niño una moneda de cincuenta céntimos, la cual era conocida como “dos reales”.

Moneda de 2 reales (50 céntimos de peseta).

EL OFICIO DE TINIEBLAS

Una hora más tarde se celebraba el Oficio de Tinieblas durante el cual, se colocaba entre el altar y el Monumento, el tenebrario o candelabro de 15 velas en representación de los 11 apóstoles (sin Judas), las tres Marías (María Salomé, María de Cleofás y María Magdalena) y de la Virgen María. El Sacerdote y ayudantes cantaban en el coro, cada vez que un monaguillo avisaba con la matraca desde el coro, el sacristán con el apagavelas apagaba una de ellas.

Tenebrario de madera del s. XVIII  con quince porta velas.

Durante todo el acto, que tendría sobre una hora de duración, una pareja de romanos, uno a cada lado, relevándose de dos en dos, hacían guardia ante el Monumento plantados como estatuas.

Apagadas ya las quince velas así como todas las del Monumento y las lámparas, el coro cantaba el “Miserere” y el “Benedictus Dóminus”.  Al finalizar este último, el Párroco daba una palmada en la tapa de su libro, ya cerrado, y empezaba el estruendo entre golpes a los bancos, acción de matracas y carracas portadas por la chiquillería, además de fuertes voces; hasta que al cabo de un minuto, salía el sacristán de la sacristía con una vela encendida en medio de la oscuridad y entonces cesaba aquel seguido estruendo y se encendían de nuevo las lámparas y velas del Monumento. Ante el Monumento habían estado firmes y juntos todos los romanos y en la oscuridad durante aquel bullicio, después de salir de la sacristía donde habían tenido su “cuerpo de guardia” durante tan largo acto.


LA PROCESIÓN DEL JUEVES SANTO

Poco tiempo más tarde y con el “tracatrá” de la gran matraca de la torre, salía la bella procesión, que bajaba por el Barrio de Santa María, camino del Mesón y camino entre los huertos para después de pasar por delante de la Ermita de Santa María, subir camino arriba y por el mismo barrio hasta llegar a la Plaza de la Cruz y enfilar por Calle Cervantes, Calle Mayor y Plaza Mayor hasta terminar en la iglesia ya anocheciendo.

Restos de la matraca de madera en la parte superior de la torre campanario de la Iglesia parroquial de La Puebla de Castro. Autor de la foto: Pedro Bardají Suárez.

La procesión iba encabezada por los romanos y durante ella se habían cantado el “Miserere” y cánticos penitenciales.

Procesión durante la Semana Santa en La Puebla de Castro. Autor de la foto: Pedro Bardají Suárez.

DESMONTAR EL MONUMENTO

El Viernes Santo por la mañana, después de celebrar los Oficios, se desmontaba el Monumento y las grandes piezas que lo formaban se llevaban al almacén, donde se guardaban con las vestimentas, lanzas y escudos de los romanos, las túnicas y mantos de los personajes bíblicos y las cruces, faroles y peanas para las bellas procesiones de la Semana Santa. Dicho almacén estaba pegado a la fachada de la iglesia a la izquierda del pórtico.

El hombre de la caña junto al Cristo. Procesión de Semana Santa de La Puebla de Castro. Año 2018. Autor de la foto: Pedro Bardají Suárez.

Para terminar contaré un hecho desagradable, por irreverente, ocurrido el Jueves Santo del año 1933, al anochecer, mientras varios fieles estaban en el Monumento haciendo la Hora Santa -a partir del año 1931 con el advenimiento de la Segunda República quedaron prohibidas todas las procesiones y bandeos de campanas-; como decía, en aquellos momentos entraron en la iglesia, por la puerta principal, un grupo de voluntarios que corriendo se dirigían hacia la Capilla del Corazón de Jesús, donde enfilaban las escaleras de la torre. Era día 13 y al día siguiente, siendo Viernes Santo, era nada menos que el 14 de Abril, segundo aniversario de la proclamación de la Segunda República Española. Empezaron a voltear las campanas, no cansándose aquellos voluntarios de bandearlas con todas sus fuerzas.

Torre campanario de La iglesia parroquial de Santa Bárbara de La Puebla de Castro. Delante, un grupo de jóvenes junto a la fuente abrevadero del portal. Foto facilitada por Ángel Vidal Abizanda.

Los fieles en la iglesia, quedaban disgustados al oír las campanas en aquel día sagrado en que ellas estaban de “luto”, en silencio hasta el Sábado Santo, habiendo sido sustituidas, como ya se ha dicho, por la gran matraca de la torre que, girando con su eje acompasadamente, anunciaba todos los actos de la Semana Santa.

Al día siguiente en el pueblo y para más inri, gran alboroto y más bandeos de campanas.

 






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