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EL CRISMÓN DE CASTRO, SÍMBOLO DE DIOS

Reconstrucción del aspecto original del Crismón de Castro 
en base a los restos de policromía conservados. 
Autor: Pedro Bardají Suarez.
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Autor del artículo: Pedro Bardají Suárez


ÍNDICE

1-  Introducción
2-  El Poder del nombre de Dios
3-  El Crismón de Constantino, año 312
4-  El Crismón en la Reconquista, del Cristológico al Trinitario
5-  El Crismón de Castro, año 1120
6-  El misterio de la Santísima Trinidad: monograma P-A-X y la Rueda
7-  La Rueda Budista del Dharma
8-  La teoría de la gran explosión “el Big Bang”
9-  El Círculo y la Rueda
10- La Cruz
11- El Punto Central del Crismón, centro de gravedad permanente
12- El Crismón de Castro un mapa de vida para el cristiano
13- El símbolo de Dios
14- Bibliografía

Crismón de la Iglesia de San Román de Castro. Autor de la foto: Pedro Bardají Suárez.

1-  INTRODUCCIÓN

En el presente artículo voy a compartir con usted el resultado de las investigaciones que en los últimos años venimos realizado sobre el Crismón de Castro, fruto de análisis historiográficos, teológicos, y psicológicos. Sígame y juntos descifraremos e interpretaremos el complejo y asombroso significado encerrado en este pequeño símbolo medieval.

Iglesia románica de San Román de Castro. Autor de la foto: Pedro Bardají Suárez.

El Crismón de Castro, fechado en torno al año 1120 (justificaremos esta fecha en el capítulo Nº5), se encuentra en la clave del arco de la puerta principal de entrada a la Iglesia románica de San Román de Castro, consagrada el 1 de febrero de 1120 por San Ramón de Roda, Obispo de Roda-Barbastro, durante el reinado de Alfonso I el Batallador. El experto en románico y Crismones Juan Antonio Olañeta Molina lo describe como Crismón de tipo jaqués y lo clasifica como Crismón románico pirenaico, porque presenta la letra "S", y trinitario, porque lleva las letras "P-A-X", de los modelos más antiguos que se conocen de esta tipología en Aragón.

Crismón de Castro en la piedra clave del arco de la puerta principal de la Iglesia de San Román de Castro. Autor de la foto: Pedro Bardají Suárez.

Cuando lo miramos por primera vez nos llama la atención su pequeño tamaño, 17 cm. de diámetro, sus formas austeras, sus líneas, sus letras griegas y latinas, los restos de policromía, la sencillez artística labrada, hace más de 900 años, en piedra arenisca.

Dimensiones del Crismón de Castro y de la dovela arenisca en la que está grabado. Autor de la foto: Pedro  Bardají Suárez.
Dimensiones de la dovela del Crismón de la Iglesia de San Román de Castro. Autor: Mariano Serena Samitier
Dimensiones del Crismón de Castro y de la dovela que lo contiene. Iglesia Románica de San Román de Castro.
Autor: Mariano Serena Samitier.

El diseño de los Crismones es acumulativo. Iniciaron su andadura con signos muy sencillos y fueron incorporando otros a medida que la autoridad religiosa consideró necesario fijar doctrina y difundir los dogmas claros de fe: la doble naturaleza divina y humana de Cristo y el misterio de la Trinidad. Desde su origen, el Crismón se ha enfrentado a desviaciones y herejías de los propios cristianos y a la amenaza de nuevos credos, como el Islam, que brotó con fuerza en el s. VII. Estudiar su evolución es, por reflejo, estudiar la historia del Cristianismo.

En este sentido, el diseño del Crismón de Castro, el ideograma de Dios, recoge la transformación de los Crismones desde los albores del Cristianismo hasta su propia creación a principios del s. XII, época esta de asimilación del rito romano y la Reforma Gregoriana en el reino de Aragón. En los siguientes capítulos explicaremos en detalle, que el inicial Crismón lo formaban las letras "XP", la tradición dice que fue ideado por el Emperador romano Constantino I siguiendo las indicaciones de una visión para vencer en la batalla del puente Milvio (capítulo 3). Después, el diseño se enriqueció con las letras "A" (alfa) y "ω" (omega) para afirmar la doble naturaleza divina y humana de Cristo (segunda Persona de la Trinidad), subrayando su naturaleza divina "A - XPS - ω", frente a herejías como el Arrianismo que la ponían en duda (capítulo 3). Luego incorporó el signo de la Cruz "+" asociado al lema ya utilizado por Constantino I: "In hoc signo vinces" ("con este signo vencerás") (capítulo 4). A finales del s. XI, con la entrada del rito romano y de la Reforma Gregoriana en el reino de Aragón se estableció, desde el crismón de la Catedral de San Pedro de Jaca, una clave uniformadora para difundir la doctrina Trinitaria: el monograma PAX, que proclama que Dios es Uno en las tres Personas del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo (Capítulo 4). Finalmente veremos que el Crismón de Castro recoge todos estos añadidos, algunos superpuestos, a modo de criptograma: las letras Alfa, Omega, los monogramas XPS y PAX, la Cruz, el Aspa, el Círculo y la Rueda de ocho radios con la que se refuerza en mensaje Trinitario (capítulos 5 y 6).

Signos del Crismón de Castro. Autor: Pedro Bardají Suarez.

Lo más asombroso es que, sin saber nada sobre Crismones, toda persona profana que se acerca por primera vez a este símbolo, bastará con que mantenga unos segundos la mirada, contemplándolo en silencio, para comprobar que provoca una resonancia en su interior. Así es, este pequeño símbolo nos conecta con el llamado inconsciente colectivo, destapando aromas, percepciones en él contenidas. Es un efecto que también podemos experimentar al mirar algunos mandalas y determinadas obras de arte que capturan un contenido universal. Contemplar su representación nos conecta con algo inmenso. Esta dimensión, que posiblemente va mucho más allá de lo que quiso expresar su creador, la desarrollaremos en los capítulos 6 al 13: su vinculación con la rueda budista del Dharma, con la teoría del Big Bang, el Círculo de la Totalidad, la Cruz, el punto de equilibrio permanente que representa el centro del Crismón y, por último, el Crismón como guía de vida y símbolo de Dios.



2-  EL PODER DEL NOMBRE DE DIOS

Pronunciar, leer, escribir, un determinado nombre o palabras, convoca, trae asociado un recuerdo y con él una emoción, una sensación y una disposición para la acción. Si esto ocurre con palabras simples, tiene que ser grandioso el efecto asociado al símbolo, nombre o palabra que designe a la divinidad.

Este sencillo proceso explica el bien que asegura recibir el creyente, cualquiera que sea su credo, cuando en momentos de apuro pronuncia el nombre de su protector espiritual.

Los psicólogos saben que basta con tener la sensación de un pequeño apoyo para que la mente humana desarrolle estrategias positivas de superación. Esa primera sensación de apoyo, de seguridad, la buscamos en determinadas personas, en animales de compañía, en singulares lecturas, en posesiones y recursos materiales y, también, de un modo más o menos consciente, a través de nuestra dimensión espiritual, solicitando, mediante un objeto o una fórmula, la ayuda sobrenatural que nos ayude a levantarnos ante las dificultades y a tratar de conseguir el objetivo.

El poder del nombre de Dios. La invocación espiritual funciona. ¿Sugestión psicológica…? Naturalmente que es una sugestión psicológica. La sugestión es imaginar, algo inherente al funcionamiento de nuestra mente y, bien utilizada, se revela como herramienta personal útil y terapéutica.

El cristiano, en momentos de necesidad, suele recurrir a la Virgen María en cualquiera de sus advocaciones, a un Santo o Santa de su devoción y/o directamente a Dios. En esta última invocación, reclamarse al socorro del Dios Trino: Padre, Hijo y Espíritu Santo; se centra el curso del presente artículo, por ser el Crismón su representación grafica.

Biblia de Jerusalén. Autor de la foto: Pedro Bardají Suárez.
Así pues, el Crismón realiza la función de invocar el poder de Dios, su abrigo y protección. Dice la Biblia (Biblia de Jerusalén, 1975): “Nuestro socorro en el nombre de Dios, que hizo el cielo y la tierra” (Salmo 124, 8); “Dios es para nosotros refugio y fortaleza, un socorro en la angustia siempre a punto” (Salmo 46,2); “En Dios puse toda mi esperanza, él se inclinó hacia mí y escuchó mi clamor” (Salmo 40, 2); “en Dios mi salvación y mi gloria, la roca de mi fuerza” (Salmo 62, 8); “Aunque pase por valle tenebroso, ningún mal temeré, porque tú vas conmigo; tu vara y tu cayado, ellos me sostienen.” (Salmo 23,4); “Como la arcilla del alfarero está en su mano, y todos los caminos en su voluntad, así los hombres en la mano de su Hacedor” (Eclesiástico 33,13).

El Crismón y cualquier otra forma de invocar la ayuda divina han llenado durante siglos el vacio del ser humano. Son fuente de luz y fuerza para resistir y luchar. Son creencias que no evitan las dificultades vitales inevitables pero infunden actitud positiva y alientan a transitar por ellas e incluso a superarlas.

Recapitulemos. El Crismón de Castro, con sus elementos gráficos, cumple dos funciones: primera, invocar el auxilio de Dios; segunda, impartir doctrina, difundiendo el mensaje de la Trinidad y de la doble naturaleza de Cristo: divina y humana.

Viajemos un instante a la Edad Media. Enfoquemos la gente que se dirige a la Iglesia de San Román de Castro. Son hombres y mujeres del s. XII y siglos posteriores que habitaban en el poblado de Castro y en los de Barasona, Peraltilla (Casa Peralta), La Puebla de Castro (fundada en 1250) y otros núcleos de los alrededores. Llegaban hasta la puerta de la Iglesia con su particular carga humana: sufrimientos, pecados, ignorancia, miedos, alguna alegría y muchas esperanzas. Levantaban la cabeza hacia el pequeño Crismón que identifica la casa de Dios, el lugar bendito, el refugio seguro. Se santiguaban con piadosa reverencia y atravesaban en silencio la puerta, acogiéndose a la compasión y misericordia de Cristo, Dios encarnado, que venció a la muerte, al pecado y al demonio. Aquellos hombres y mujeres entraban, con devoción, en sagrado buscando la luz y la salvación para su alma. “Yo soy la puerta; si uno entra por mí, estará a salvo; entrará y saldrá y encontrará pasto” (Juan, 10,9) (Biblia de Jerusalén, 1975).

Puerta principal de entrada a la Iglesia románica de San Román de Castro. Autor de la foto: Pedro Bardají Suárez.

El Crismón, en sus distintas variantes, acompaña la historia del cristianismo. Encontramos su sello en templos religiosos, objetos para el culto, sepulturas, estatuas, edificios de todo tipo, monedas, objetos de uso cotidiano, documentos oficiales y privados… Sello por el que se identifican y reconocen los cristianos, se proclama y difunde el dogma de fe y nos conecta con el poder divino al que invoca. El Crismón ha representado y representa algo más grande que una idea, es una experiencia.



3-  EL CRISMÓN DE CONSTANTINO, AÑO 312

Año 310, la guerra civil asola el imperio Romano, 7 Augustos luchan entre sí por alcanzar el poder absoluto: Constantino, Majencio, Galerio, Maximiniano, Maximino, Licino y Domicio Alejandro. Triunfó Constantino (Constantino I el Grande). Atribuyó su victoria a la ayuda del Dios de los cristianos, al que se encomendó en la Batalla del Puente Milvio.

Constantino I el Grande. Escultura del emperador en mármol blanco de carrara. Altura 80 cm. peso 123 Kg. Museo del Prado. Autor de la foto: Museo del Prado.

Año 312, se libra la famosa Batalla del Puente Milvio en las puertas de Roma. Constantino I el Grande  se enfrenta a su  rival Majencio. El escritor latino Lactancio (Lactancio, 1992), coetáneo de Constantino, relata los hechos extraordinarios que llevaron al emperador a la victoria.  Cuenta que Constantino tuvo una visión o un sueño en el que Cristo le mostró su santo nombre, exhortándole a colocarlo en los escudos de sus soldados. Constantino obedeció. Ideó una abreviatura formada por las dos primeras letras del nombre de Cristo en Griego (χριστóς),  la X (chi) y la P (rho), colocando la P en medio de la X: . Lo hizo marcar en los escudos de sus legionarios y ganó la batalla. El signo se conoce como Crismón o monograma de Cristo (combinación o entrelazado de letras que forman un símbolo que remiten al nombre de Cristo).

Batalla del Puente Milvio. Autor de la lámina Marek Szyszko http://www.marekszyszko.com/

En una segunda versión de los hechos, el obispo Eusebio de Cesarea (Robles Carriche, 2015), describió el fantástico relato asegurando que fue una Cruz el símbolo que se le apareció a Constantino unido al mensaje: “in hoc signo vinces” (“con este signo vencerás”). La tradición terminó por fusionar ambas versiones asociando el Monograma de Cristo a la Cruz y al lema in hoc signo vinces”.

Crismón de Constantino o monograma de Cristo. Autor: Pedro Bardají Suárez.


No hay duda de que Constantino fue el impulsor y divulgador del monograma de Cristo, sin embargo hay evidencia de que las primeras comunidades cristianas ya lo utilizaban junto también a otros símbolos: el pez, el cordero, el buen pastor, el ancla y, en menor medida, la cruz. Con ellos los cristianos se reconocían secretamente entre sí, tratando de evitar las terribles persecuciones de que eran víctimas.

Tras la vitoria en el Puente Milvio, Constantino abrazó la fe cristiana alcanzando el honor de ser el primer emperador Romano cristiano.

Ordenó sustituir el tradicional estandarte imperial, con el águila de Júpiter, por uno nuevo, con el Crismón, denominado lábaro de Constantino. Las legiones marchaban portándolo a su frente como insignia. En adelante, Lábaro y Crismón, acompañarían al emperador y a sus legiones en todos sus desplazamientos y campañas. 

El emperador Constantino I el Grande presenta el Lábaro de Constantino a sus tropas. El estandarte lleva el Crismón o monograma de Cristo como símbolo imperial. Boceto al óleo sobre madera de Peter Paul Rubens, 1622.

Las monedas del emperador comenzaron a acuñarse con estos símbolos invocadores de la protección de Cristo.

Moneda de bronce de Constantino I el Grande. Acuñada aproximadamente en el año 327. Anverso: busto del emperador adornado con corona de laurel y la leyenda: CONSTANTINVS MAX AVG.  Reverso: Lábaro de Constantino, con 3 medallones y coronado por el Crismón y clavado sobre serpiente (indica que con la protección del Cristianismo venceremos al mal); leyendas: Spes Publica y CONS (referenciando la ceca de Constantinopla en la que se acuño). Foto de: Darío Sánchez Vendramini http://monedas-antiguas.blogspot.com/2013/11/la-primera-moneda-cristiana-de.html

En el 313, un año después de la Batalla de Puente Milvio, Constantino promulgó el Edicto de Milán que autorizaba la libertad de culto en el imperio, poniendo fin a las crueles persecuciones y matanzas de cristianos. Tan solo 10 años antes del edicto, durante la persecución promovida por sus antecesores en el trono Diocleciano y Galerio, murió martirizado San Román de Antioquía, año 303, por su fidelidad al Dios único y por negarse a adorar a los Dioses Romanos. A San Román de Antioquía está dedicada la Iglesia de Castro y el retablo gótico que preside actualmente el altar mayor de la Iglesia Parroquial de Santa Bárbara de La Puebla de Castro.

La legalización del Cristianismo no trajo la deseada convivencia pacífica de credos. Pronto brotó una progresiva inversión de papeles. Una lamentable conducta revanchista a la que parece inclinada la naturaleza humana. Los hasta entonces perseguidos pasaron a convertirse en perseguidores. Los cristianos comenzaron a acosar a los paganos, a los seguidores de otros cultos, atacando y destruyendo sus deidades y templos, y, lo que es más doloroso, a los propios cristianos discrepantes y disidentes de la doctrina oficial, los herejes.

Lábaros de Constantino. La corona de laurel rodeando al monograma simboliza la victoria de Cristo. Autor Manuel Monreal Casamayor.

Recapitulemos. Gracias al emperador Constantino I el Grande se generalizó el signo del Crismón (el monograma de Cristo) como medio de solicitar o invocar la ayuda del Dios de los cristianos. Su presencia, a partir de este emperador, es profusa, alcanzando los confines del Imperio Romano, extendiéndose luego a lo largo de la Edad Media. Lo encontramos en estandartes, en monedas, en edificios, en escritos…, como sello de protección, de identificación y vínculo de pertenencia a una misma fe y a un todopoderoso Dios.

El Crismón de Castro presenta el monograma de Cristo elaborado por Constantino   con el añadido de la letra S, letra final del nombre de Cristo en Griego "χριστóς": la X (chi), la P (rho) y la S (sigma).

El nombre de Cristo en el Crismón de Constantino del año 313 y en el Crismón de Castro del año 1120. Autor: Pedro Bardají Suárez.

Hemos apuntado que una vez legalizado el Cristianismo afloraron con fuerza disensiones teológicas y herejías. Cuestionaban directamente la doble naturaleza de Cristo: divina y humana; y el misterio de la Trinidad: Dios es Uno en tres personas, Padre, Hijo y Espíritu Santo que son de la misma naturaleza. 

El emperador Constantino I trató de poner término a la controversia convocando el primer concilio universal (ecuménico), el Concilio de Nicea, año 325. Entre los más de 300 obispos congregados se encontraba Arrio (padre del Arrianismo) que negaba el dogma de la Trinidad al sostener que sólo Dios Padre era sin principio, no creado. Dios Hijo (Cristo), decía, fue creado por el Padre y por tanto alguna vez no había existido, pues todo lo que tiene origen debe comenzar a ser. Y definía a Cristo como una especie de Dios de segundo nivel, a mitad de camino entre Dios Padre y las criaturas. Las ideas de Arrio fueron consideradas herejía. El concilio finalizó estableciendo unos criterios comunes para todos los cristianos. Promulgó el primer Credo, una limpia declaración de fe en defensa de la doble naturaleza de Cristo, frente a desviaciones como la herejía Arriana. El Credo debía ser recitado y memorizado por los fieles: “… Creemos en Jesucristo, el Hijo de Dios… nacido del Padre, de la substancia del Padre, Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, de la misma naturaleza que el Padre… que por nuestra salvación bajó y se encarnó, se hizo hombre… ”.  De ese modo cada vez que el creyente rezaba el Credo proclamaba que el Padre y el Hijo son Un mismo Dios, sin principio ni fin y afirmaba la doble naturaleza de Cristo, verdadero Dios y verdadero hombre.

Icono ruso conmemorativo del Concilio de Nicea, año 325. En el centro el Emperador Constantino I el Grande con los Obispos, en la parte inferior, Arrio, condenado como hereje. El icono se encuentra  en el Monasterio de Megalo Meteora, en Grecia. Autor de la foto: Jjensen.

Las conclusiones del Concilio de Nicea tuvieron su reflejo en el Crismón mediante la incorporación de dos letras, Alfa (Α) y Omega (ω), primera y última del alfabeto Griego. Estas letras aparecerán flanqueando el monograma de Cristo (A - XPS - ω) proclamando que Cristo  (Dios Hijo) goza de la misma cualidad y naturaleza que Dios Padre: es Todopoderoso, principio y fin de todas las cosas. Afirmación que corroboran las palabras del propio Cristo hablando de sí mismo (Biblia de Jerusalén, 1975): Yo soy el alfa y la omega, aquel que es, que era y que va a venir, el Todopoderoso(Apocalipsis 1,8); No temas, soy yo, el Primero y el Último, el que vive; estuve muerto, pero ahora estoy vivo por los siglos de los siglos”  (Apocalipsis 1,17-18); “Yo soy el Alfa y la Omega, el Primero y el Ultimo, el Principio y el Fin”  (Apocalipsis 22,13) .

El Crismón de Castro recoge estas aportaciones. Presenta las letras Alfa (Α) y Omega (ω) flanqueando al monograma de Cristo (A - XPS - ω) en fidelidad a la doctrina establecida en primer Concilio de Nicea del 325 que proclama la doble naturaleza divina y humana de Cristo (segunda Persona de la Trinidad); remarcando su naturaleza divina.

Crismón de Castro: monograma de Cristo flanqueado por las letras Alfa y Omega. Autor: Pedro Bardají Suárez.

Tres décadas después de la Muerte de Constantino, el emperador Teodosio I declaró al Cristianismo religión oficial del Imperio: Edicto de Tesalónica, año 380.

En esa época las críticas y herejías contra el dogma de la Santísima Trinidad se focalizaron en torno a la procedencia y consubstancialidad del Espíritu Santo. Siguiendo el ejemplo de Constantino I, Teodosio convocó un Concilio, el Concilio de Constantinopla, año 381. Objetivo: precisar claramente la doctrina trinitaria a compartir por todas las comunidades cristianas. Los Obispos reunidos revisaron el Credo Niceno y acordaron añadirle un artículo, afirmando la consubstancialidad del Espíritu Santo con el Padre y con el Hijo: “…creemos en un solo Dios… y en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre; que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria…”. Con este nuevo Credo todos los creyentes proclamaban que los tres son Uno; que Padre, Hijo y Espíritu Santo son un solo Dios.

Luego llegarán las discrepancias entre la iglesia occidental que defendía que el Espíritu Santo proviene del Padre y del Hijo (fórmula Filioque) frente a la iglesia oriental que afirmaba que el Espíritu Santo procede solo del Padre. Controversia que terminará explotando, junto a otros desacuerdos, en el Gran Cisma del año 1054 que supuso la separación de la iglesia occidental católica romana de la oriental ortodoxa de Constantinopla. Aquel año el Papa de Roma León IX y el Patriarca de Constantinopla Miguel I Cerulario se excomulgaron mutuamente.

Las discrepancias sobre la Trinidad, con distintos matices, y a pesar de los esfuerzos de la jerarquía cristiana por disiparlas, no han llegado nunca a desaparecer. 

Uno de los intentos por unificar criterio teológico lo encontramos en el Crismón de la Catedral románica de Jaca, a finales del s. XI. Este emblemático Crismón, fiel a la doctrina de Roma, estableció una nueva clave para interpretar los antiguos Crismones y determinó, para los de nueva creación, formas más explícitas de proclamar y hacer compresible a los creyentes el dogma de la Santísima Trinidad: el monograma PAX. Lo veremos en el capítulo siguiente.

Recapitulemos. El Crismón al final de la época romana es el monograma de Cristo flanqueado por las letras Alfa y Omega: A - XP - ω. Formula que reproducen la mayoría de los Crismones medievales.

Siendo esta la regla general, durante el Medievo hay variaciones dignas de tener en cuenta. Se trata de Crismones en los que se invierte el orden de las letras Alfa y Omega: ω - (XPS) - Α. Como ejemplo, el Crismón de la Basílica de San Isidoro de León y el de la Portada de las Platerías de la Catedral de Santiago de Compostela. La permutación de las letras alfa y omega no es una novedad medieval, hay ejemplos en el mundo paleocristiano, como en el mosaico de Villa Fortunatus (Olañeta, 2017).

El Crismón de la Basílica de San Isidoro de León se encuentra sobre la puerta del panteón real, a la entrada de un espacio destinado al reposo de cadáveres. Es precisamente la función del lugar la que probablemente justifica colocar la letra Alfa después del monograma de Cristo, con intención de acentuar la esperanza de la vida tras la muerte. El creyente, al enfrentarse al final (letra ω),  sosiega su espíritu abrazándose a Cristo Salvador (XPS) que triunfó sobre la muerte, el pecado y el demonio, Cristo a cuya voluntad el creyente entrega su alma para que la conduzca a la vida futura (letra Alfa), a la vida sobrenatural, a la gracia del Cielo. Dice Jesús: “Yo soy la resurrección. El que cree en mi, aunque muera vivirá; y todo el que vive y cree en mí no morirá jamás” (Juan, 11, 25-26) (Biblia de Jerusalén, 1975).

Crismón de la Basílica de San Isidoro de León. Situado sobre la puerta que da acceso al panteón real. Presenta letras Alfa y Omega invertidas, simbolizando la esperanza en la vida tras la muerte. Fecha aproximada s. XII. Autor de la foto: Ramón Muñoz https://www.flickr.com/photos/rmunoz_yeti/28009682664

El Crismón de la Catedral de Santiago de Compostela con el orden de las letras Alfa y Omega invertido se encuentra en el parteluz de la portada de las Platerías. Posiblemente la intención de colocar primero la letra Omega pretende comunicar al peregrino que ha llegado al final del camino (letra ω), donde sus pecados, por la gracia de Cristo (XPS), son perdonados y, limpia su alma, comienza para él una nueva vida (letra Alfa).

Crismón de la Catedral de Santiago de Compostela. Situado sobre el parteluz de la portada de las Platerías. Presenta letras Alfa y Omega  invertidas Pieza reaprovechada. Perdió la S inferior, queda la huella, cuando le antepusieron los dos leones. Fechado en el arco cronológico s. X-XII) Autor de la foto: Ramón Escobar Hervás https://maravillasdeespana.blogspot.com/2014/05/la-catedral-de-santiago-de-compostela.html



4-  EL CRISMÓN EN LA RECONQUISTA, DEL CRISTOLÓGICO AL TRINITARIO

Se atribuye el inició de la Reconquista a Don Pelayo, primer rey de Asturias. Frenó la expansión musulmana en el norte de la península Ibérica.

Tras ser elegido líder guerrero de un grupo de montañeses Astures se enfrentó, en combate desigual, al poderoso ejército musulmán en la batalla de Covadonga, año 722. Fortificado en la cova dominica y riscos cercanos, con apenas 300 hombres, sufrió el acoso de 10.000 soldados musulmanes (Esparza 2009).

Reconstrucción de la batalla de Covadonga. Don Pelayo, al frente de apenas 300 guerreros cristianos, resiste en la Cova Dominica y vence a un ejército de miles de musulmanes. Esta batalla se considera el inicio de la Reconquista.

La tradición cuenta que antes de la batalla acaeció un hecho extraordinario, similar al del emperador Constantino antes de la batalla del Puente Milvio. Dice la leyenda que Pelayo tuvo una visión, se le apareció en el cielo una brillante Cruz de color rojo. También se cuenta que un ermitaño de vida ejemplar le entregó una Cruz hecha con dos palos de roble y le dijo: “he aquí la señal de la victoria”; un mensaje similar al que supuestamente escuchó Constantino “in hoc signo vinces” (“con este signo vencerás”). Y, al igual que hizo el emperador romano, Pelayo tomó el signo de Cristo como estandarte y venció en la batalla.

Posiblemente en lugar de la Cruz o junto a la misma, utilizó el Crismón de Constantino. Hay evidencias del mismo en la zona norte de la península desde el Edicto de Tesalónica, años 380. Con este Edicto el emperador Teodosio impuso oficialmente la religión Cristiana a todos los ciudadanos del Impero. Los arqueólogos Carmen Fernández Ochoa, Fernando Gil Sendino y Javier Salido Domínguez (Fenández, Gil, Salido, 2013) han descubierto numerosos restos que atestiguan la progresiva cristianización de esta parte occidental del Imperio Romano desde finales del s. IV, entre ellos el uso del Crismón.

El pintor realista Augusto Ferrer-Dalmau Nieto, miembro de la Real Academia de Bellas artes de San Fernando, especializado en pintura histórica, ha realizado una interesante obra sobre Don Pelayo. Lo presenta ataviado de guerrero visigodo. En el escudo lleva grabado el Crismón de Constantino: el Monograma de Cristo () entre las letras Alfa y Omega. Pelayo parece decirnos: “Cristo es mi escudo y mi socorro”. Una invocación al poder de Dios en la batalla. 

Don Pelayo (reinó del 718 al 737). Ataviado de guerrero visigodo, con escudo circular que lleva grabado el Crismón de Constantino y las letras Alfa y Omega. Cuadro de Augusto Ferrer-Dalmau Nieto https://twitter.com/themarquesito/status/1212757426543443974

Tras la victoria de Covadonga la invocación al Todopoderoso mediante los símbolos de la Cruz y del Crismón acompañarán cada paso de la reconquista.

Avancemos unas páginas en la historia hasta los albores del reino de Aragón, s. XI.

El factor distintivo de los primeros monarcas aragoneses fue su perseverancia por ampliar el reino, palmo a palmo, a costa del vecino musulmán. En cada parcela conquistada construyen una nueva fortaleza o readaptan el castillo musulmán existente. Y levantan una iglesia o, de existir un previo culto mozárabe, la reconstruyen, y también, en ocasiones, transforman la mezquita en templo cristiano; colocando, en todos los casos, el Crismón sobre la puerta. Estos dos edificios, Castillo e Iglesia y sus moradores, visibilizan los nuevos amos protectores del pueblo: el Tenente o Señor con sus soldados en la fortaleza y el Dios Trinitario con el clero en el templo.

Sancho Ramírez (reinado 1064-1094), segundo rey de Aragón (hijo de Ramiro I) desarrolló una audaz política de alianzas con el Papado. La concepción Trinitaria del Crismón de la Catedral de Jaca es reflejo de la misma.

Viajó en persona a Roma en 1068 y se ofreció en vasallaje al Papa Alejandro II (declaró a Aragón vasallo de Roma), acuerdo refrendado por el siguiente Papa, Gregorio VII, por el que el rey de Aragón se comprometió a pagar un tributo anual. Con el apoyo del Papado garantizó la independencia de su joven reino frente a las presiones de los poderosos vecinos: Navarra, Castilla y el condado de Urgel; así como el respaldo para continuar la conquista de tierras musulmanas.

El rey de Aragón Sancho Ramírez. Cuadro pintado por Manuel Aguirre Monsalbe (1822-1856)
https://commons.wikimedia.org/wiki/File:Sancho_Rem%C3%ADriz.jpg

El vasallaje al Pontificado hizo del reino de Aragón la puerta de entrada del rito romano y de la Reforma Gregoriana a España.

Poco a poco la nueva liturgia romana fue desplazando al viejo ritual hispano (mozárabe) que practicaban los cristianos visigodos peninsulares antes de la invasión musulmana del 711 y que, en la época de Sancho Ramírez, seguía activo en los reinos cristianos de la península y en las comunidades cristianas de la España musulmana (mozárabes).

La primera ceremonia oficial de la mudanza litúrgica se celebró en el Monasterio de san Juan de la Peña, año 1071, aunque ya desde mediados del s. IX hay constancia de la práctica de la liturgia romana en el monasterio de Siresa y, desde mediados del s. X, en Roda y en cenobios Benedictinos como Alaón y Obarra (Rubio, 2012).

La Reforma Gregoriana trajo, entre otros, los siguientes cambios: la autonomía del Papa frente a los reyes y su poder absoluto sobre el clero y los fieles; terminar con los vicios de los clérigos, volviéndoles hacia una ejemplaridad moral, a los principios evangélicos de las primeras comunidades cristianas y a la castidad; retomar el fin sobrenatural de la iglesia frente a ambiciones terrenales y temporales; unificar la liturgia en todos los lugares y la introducción del canto gregoriano; y, algo que es muy importante en relación al tema que venimos tratando, convertir el templo en catecismos visuales, las iglesias románicas se llenan de pinturas y esculturas con escenas, símbolos y sencillas explicaciones doctrinales.

Sancho Ramírez comenzó la construcción de la Catedral Románica de San Pedro, en la ciudad de Jaca, sede episcopal, capital del reino de Aragón, paso aduanero del Camino de Santiago. Colocaron un magnífico Crismón, flanqueado por dos leones, en el tímpano de la puerta de la fachada oeste, fechado a finales del s. XI. Un Crismón en la observancia uniformadora de la Reforma Gregoriana: pone orden a la diversidad artística de los múltiples crismones que proliferaban por el reino de Aragón y sienta doctrina, mediante el texto que lo acompaña, en cuanto a cómo debe ser interpretado, referenciándolo al dogma de la Santísima Trinidad; estableciendo, a la vez, un criterio de aplicación retroactiva, es decir, la forma de interpretar los tradicionales Crismones y los que en adelante se han de realizar. Vayamos paso a paso.

El aro o marco que lo rodea lleva una inscripción pedagógica. El texto y su mensaje ha sido profusamente estudiado por el experto en románico, Antonio García Omedes (García 2019), Académico Numerario de la Real Academia de Nobles y Bellas Artes de San Luis de Zaragoza. En él se lee: “En esta escultura, lector, debes interpretar lo siguiente: P significa el Padre, A significa el Engendrado (el Hijo), X (la letra doble CS que pasa a ser X después del emperador Augusto) significa el Espíritu Vivificante (el Espíritu Santo). Realmente los tres son el Señor (Dios), son Uno e Iguales”. 


Crismón de la Catedral de Jaca. Autor de la foto: Antonio García Omedes  http://www.romanicoaragones.com/0-Jacetania/06-Catedral04a.htm

La interpretación de García Omedes viene a confirmar la realizada años antes por Juan Francisco Esteban Lorente (Esteban, 1993 y 1999), Catedrático de Historia del Arte de la Universidad de Zaragoza. Esteban Lorente sostiene que, además de la explícita declaración trinitaria, este Crismón transmite, epigráficamente, una clara alusión a la doble procedencia del Espíritu Santo, en línea con el Credo oficial romano. Hemos comentado en el capítulo anterior como la iglesia católica romana defendía que el Espíritu Santo proviene del Padre y del Hijo (formula Filioque): "Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria..." (Compendio, El Credo); mientras que la iglesia ortodoxa de Constantinopla sostenía que el Espíritu Santo procede solo del Padre. En definitiva, con este Crismón el reino de Aragón se puso al frente de la defensa del dogma Trinitario.

El catedrático y medievalista Manuel Montero Vallejo (Montero, 2004) opina que la leyenda que rodea al Crismón yerra en la interpretación de los signos. El Crismón presenta la tradicional composición A - XPS - ω y el signo de la Cruz. Montero afirma que el texto interpretativo ignora las letras “ω” (letra Omega) y “S” y también la cruz “+; no menciona cómo deben ser interpretadas. Y respecto al resto: “X”, “P” y “A” (letra Alfa); les reasigna un significado nuevo y arbitrario, no teniendo en cuenta el convencional que reciben desde el primitivo Crismón de Constantino. Así, las tradicionales letras griegas del monograma de Cristo “X” (chi) y “P” (rho) (χριστóς), son utilizadas ahora como letras del alfabeto latino y se las dota con un nuevo significado: X = Espíritu Santo y P = Padre. Por último, la letra griega “A” (Alfa) que junto a la Omega indicaban que Dios es el Principio y fin de todas las cosas, ahora se resignifica como: Alfa = Hijo.

Es preciso ampliar el foco al contexto histórico en el que se construye este Crismón para entender mejor y disipar las aparentes contradicciones y arbitrariedades que han detectado en el mismo diversos expertos como el ya citado Manuel Montero.

La Reforma Gregoriana recién importada conllevaba el abandono de viejas tradiciones para abrazar el novedoso rito romano, el canto gregoriano y una uniformidad en símbolos, arte y doctrina impuestas por el Papado. Es normal encontrar resistencia cuando se imponen cambios en las señas de identidad. Aprender, asimilar y llegar a celebrar con sinceridad una nueva forma de orar y de expresar la fe no se consigue de un día para otro, lleva su proceso y su tiempo. Este periodo ha sido ampliamente estudiado por el teólogo, historiador y filólogo Juan Rubio Sadia (Rubio, 2012). Llegaron maestros eclesiásticos del otro lado de los Pirineos a instruir al clero autóctono y códices litúrgicos y manuscritos con los nuevos usos. Los modos tradicionales se fueron enriqueciendo progresivamente con la novedad recibida, algunos elementos desaparecieron y otros pervivieron incorporados a la nueva tradición.

La reforma Gregoriana y con ella el Canto Gregoriano entró en España por Aragón. Monjes y acólitos aprendiendo Gregoriano.

El Crismón de la Catedral de Jaca es hijo de su época, de esa primera fase de convivencia entre la tradición (los signos conocidos del Crismón), y la nueva doctrina (el texto interpretativo que lo rodea). El Texto no elimina la forma anterior, la incorpora, reinterpreta y asimila al servicio de la divulgación del dogma de la Santísima Trinidad.

Recapitulemos. Fruto del nuevo contexto histórico-religioso, fiel a la observancia de la Reforma Gregoriana, el Crismón de Jaca se constituye en vehículo de transmisión del misterio de la Santísima Trinidad. El texto que lo rodea e interpreta sienta jurisprudencia, de modo que, en adelante y también con carácter retroactivo, todos los Crismones que muestren las siglas “P”, “A”, “X”, independientemente de la localización espacial de las mismas o de que sean letras del alfabeto griego o latino, serán considerados símbolo Trinitario: "P" significa Padre, "A" significa Hijo y "X" significa Espíritu Santo. Por tanto, son recalificados como Trinitarios (sello e invocación a la Santísima Trinidad), la inmensa mayoría de los Crismones tradicionales (también llamados Cristológicos).

Imaginemos a un peregrino o peregrina jacobea, que también las había, de finales del s. XI que han llegado por primera vez a Jaca y se disponen a entrar en la Catedral. Al ver el Crismón y conocer su interpretación tradicional entienden intuitivamente lo siguiente: “A - XPS - ω = Cristo principio y fin de todo; y “+ = la cruz, símbolo de Cristo. Seguidamente se percatan del texto interpretativo que lo enmarca y que les dice que en el Crismón deben leer “PAX”  = Padre, Hijo y Espíritu Santo. Dos lecturas se superponen, la tradicional o Cristológica y la nueva, la oficial, la que prevalece, la Trinitaria. Evidentemente cuando se construyó este Crismón la mayoría de los fieles eran analfabetos. Un clérigo sería el encargado de leerles el texto que lo rodea. Con esa clave interpretativa podían ya descifrar todos los Crismones que iban a encontrar en la ruta Jacobea. Para ellos, y las sucesivas generaciones, el Crismón será un símbolo Trinitario. Desde Jaca, paso internacional de la ruta jacobea, se difundió el mensaje al resto de Europa. 

Recapitulemos. La Catedral de Jaca sirvió de inspiración e influjo a los siguientes templos construidos en el reino de Aragón. En cuanto a su Crismón, fue clave de interpretaciónmodelo que los obreros itinerantes de la Edad Media copiaron y reprodujeron, con variantes artísticas, en algunas construcciones románicas de la ruta jacobea, desde el sur de Francia hasta Compostela, en cuya catedral, final del camino, el peregrino lo encuentra, lo hemos comentado en el capítulo anterior, sobre el parteluz de la fachada de las Platerías.

Crismón sobre el parteluz de la fachada de las Platerías de la Catedral de Santiago de Compostela. Autor de la foto: Amadalvarez https://commons.wikimedia.org/wiki/File:SantiagoCompostela-PortaPlaterias-bis.jpg?uselang=es

El experto en Crismones Juan Antonio Olañeta Molina (Olañeta, 2017) matiza la relación entre la ruta jacobea y la expansión del Crismón. Afirma que, salvando algunas excepciones como los Crismones de Fromista, San Isidoro de León y el de la Catedral de Santiago de Compostela, no es acertado vincular el desarrollo y expansión del Crismón con el Camino de Santiago. Es en la Cordillera Pirenaica donde se encuentran la mayor parte de los Crismones y aparecen en iglesias del Camino de Santiago porque ramales del mismo pasan por los Pirineos. El resto de de los Crismones alejados de la Cordillera Pirenaica, salvo las excepciones citadas y alguna otra, se pueden explicar por la intervención de Alfonso I el Batallador en tierras castellanas y de otros reyes aragoneses. Olañeta demuestra su afirmación con el mapa siguiente en que superpone la distribución de los Crismones románicos con las vías principales del Camino de Santiago.

Mapa con la distribución de los Crismones románicos con las principales vías del Camino de Santiago. Autor: Juan Antonio Olañeta Molina.

Nos desplazaremos ahora a rastrear la presencia de Crismones durante el gobierno de los primeros reyes de Aragón, desde mediados del s. XI hasta mediados del s. XII. 

De los primeros monarcas aragoneses despunta Alfonso I el Batallador (reinado 1104-1134): rey de Aragón, Pamplona y de Castilla por su enlace con Urraca, hija de Alfonso VI; adoptó el título de emperador. Espíritu de guerrero cruzado, brillante militar y defensor de la fe. Su ascendencia llegaba desde Galicia, Castilla y León (por su matrimonio con Urraca), a Urgel, al suroeste de Francia y a los amplios territorios del valle del Ebro en los que volcó su labor de repoblación. Al final su vida había logrado duplicar el tamaño del reino que heredó y cuadruplicar su población. Hubo Crismones diseminados en iglesias de todos los territorios de su influencia. Incluso hay constancia de repobladores aragoneses en el Madrid del s. XII difundiendo el Crismón jaqués en los templos parroquiales que se iban construyendo en la ciudad, como el que se colocó en la Iglesia de San Juan Bautista, estudiado por el Catedrático y Miembro del Instituto de Estudios Madrileños Manuel Montero Vallejo (Montero, 2004)

El rey de Aragón Alfonso I el Batallador, óleo sobre lienzo de Francisco Pradilla y Ortiz, año 1879.

En cuanto a la presencia del Crismón en documentos oficiales, es frecuente su dibujo en los manuscritos de los cinco primeros monarcas: Ramiro I (reinado 1035-1064), Sancho Ramírez (reinado 1064-1094), Pedro I (reinado 1094-1104), Alfonso I el Batallador (reinado 1104-1134) y Ramiro II el monje (reinado 1134-1157). A partir de estos reyes su presencia en los diplomas fue menguando hasta prácticamente desaparecer. Veremos que Alfonso I, rey que terminó la construcción de la Catedral de Jaca, es el que más va a utilizar fórmulas explícitas de invocación Trinitaria junto al símbolo.

Los documentos reales suelen constar de las siguientes partes: introducción, con una invocación implícita (el símbolo del Crismón) y otra explícita; el nombre y titulación del rey; el motivo del documento; y el escatocolo o protocolo final con las firmas y la validación del documento.

La invocación implícita es el dibujo del Crismón formado por el Monograma XPS acompañado generalmente de las letras Alfa y Omega que penden de los vértices superiores de la X, y con un brazo horizontal que forma una Cruz.

Crismón al inicio de documentos oficiales, en pergamino, de los primeros reyes de Aragón. Fuente: Dara medieval reyes de Aragón https://dara.aragon.es/opac/doma/reyes.jsp

La invocación explícita en los cartularios de Ramiro I, Sancho Ramírez, Pedro I y Ramiro II, menciona a Cristo, a Dios y, alguna vez, a la Santísima Trinidad (Viruete, 2013). Son los diplomas de Alfonso I el Batallador los que cuentan con más referencias a la Trinidad. Veamos algunas de las fórmulas utilizadas en los manuscritos del Batallador (Lema, 1990): “En el nombre de la santa Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo, amen. Yo Alfonso emperador por la gracia de Dios…”; “En el santo nombre de la indivisible Trinidad, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Yo Alfonso rey de Aragón y Pamplona por gracia y misericordia de Dios…”; “En el nombre de Dios, a saber, Padre, Hijo y Espíritu Santo, reinantes por siempre. Yo Alfonso, emperador por la gracia de Dios…”.

La práctica de iniciar los escritos oficiales, tanto de la Corona como del clero, con una invocación a la Santísima Trinidad era también habitual en otros reinos de España. La presencia del Crismón encabezando la documentación regia tiene su inicio con Sancho Garcés III de Pamplona y será utilizado no solo por los reyes de Aragón, sino también de Navarra, Castilla y León (Olañeta, 2017).

Una prueba más de la asimilación del dogma Trinitario por parte de la Corona Aragonesa la tenemos en el uso de sellos reales con el monograma PAX. Uno de ellos, probablemente perteneciente al rey Pedro I (reinado 1094-1104)  fue encontrado en la necrópolis real del monasterio viejo de San Juan de la Peña. La Historiadora del Arte Carolina Naya Franco (Naya, 2018) lo describe como Anillo de oro que engarza una piedra preciosa con un águila labrada de época romana y, en la otra parte, el monograma Trinitario PAX grabado en posición inversa, para ser usado en el sellado de documentos sobre lacre. Al estampar el sello lo encomendaban al Padre al Hijo y al Espíritu Santo.

Anillo de oro encontrado en la necrópolis real de San Juan de la Peña. La joya presenta el monograma Trinitario PAX, grabado en posición inversa, para ser usado en el sellado de documentos sobre lacre. Fotos de José Garrido Lapeña.



5-  EL CRISMÓN DE CASTRO, AÑO 1120

En este capítulo veremos las similitudes y diferencias del Crismón de la Catedral de Jaca con el de Castro y justificaremos como fecha de creación de este último el año 1120.

El experto Antonio García Omedes (García Omedes, 2019) tras analizar el Crismón de Castro, sostiene que no solo sigue las directrices de su homólogo de la Seo Jaquesa sino que va más allá al añadir, para el monograma PAX, una clarificadora letra A que sale del brazo vertical inferior. En el de Jaca se utiliza como letra A la letra Alfa que pende, igual que en el de Castro, del brazo horizontal izquierdo. 

Crismón Trinitario de la Catedral de San Pedro de Jaca y de la Iglesia de San Román de Castro. Autor: Antonio García Omedes y Pedro Bardají Suárez.

El Crismón de la Iglesia de San Román de Castro recoge nítidamente las dos tradiciones, la cristológica "A - XPS - ω" y la nueva interpretación Trinitaria decretada por el Crismón de  la Catedral de Jaca "PAX".

Ya hemos comentado que la implantación del rito romano y la Reforma Gregoriana en Aragón fue un proceso lento. Un dato, 57 años después de su introducción oficial en el Monasterio de san Juan de la Peña (año 1071), el Obispo de Zaragoza, en las Constituciones dadas en 1128 (Rubio, 2012) ordena al clero local que acuda en su totalidad todos los sábados a la Catedral de la ciudad para aprender el nuevo ritual. Todo nuevo aprendizaje se aborda desde lo previamente aprendido. Los nuevos modos tienen que ir acomodándose en los viejos para poder ser asimilarlos.

Llevó décadas lograr que la Reforma fuera asumida por las diócesis e iglesias del reino de Aragón. No fue fácil renunciar a lo conocido. El resultado fue la conservación de algunos elementos y viejos hábitos debidamente incorporados en la nueva tradición. En este sentido el Crismón de Castro es, como el de Jaca, hijo de su época: mantiene el viejo Crismón de Constantino o Cristológico “A - XPS - ω” que proclama la doble naturaleza divina y humana de Cristo (subrayando su naturaleza divina); y lo integra, lo asume y lo trasciende con la nueva forma Trinitaria “PAX” proclamando que Dios es Uno en tres Personas.

Crismón de Castro. Símbolo cristológico y trinitario. Autor de la foto: Pedro Bardají Suárez.

Trataremos ahora la datación del Crismón de Castro.

La plaza de Castro fue conquistada definitivamente para los cristianos por el rey de Aragón Sancho Ramírez en 1083. Poco después, durante el reinado de su hijo Alfonso I el Batallador se levantó la Iglesia Románica que actualmente conocemos, con su Crismón, consagrada el 1 de febrero de 1120. Temporalmente coinciden la finalización de las obras de la Catedral de Jaca con las de la iglesia de San Román de Castro.

Foto aérea de Castro. Iglesia de San Román de Castro y restos del Castillo y del poblado. Autor de la foto: Pere "el baron colorao".

Hay expertos que sostienen que el Crismón de Castro se realizó poco después que el de Jaca, finales del s. XI; que perteneció a un primitivo templo y fue luego reutilizado para colocarlo en el lugar actual. En discrepancia con esa teoría considero más plausible fechar su creación coincidiendo con la consagración del templo, año 1120. Voy a presentar los argumentos que lo avalan.

Es cierto que hay noticia de mozárabes en el poblado de Castro desde el s. VIII y de la posible localización de su templo en las ruinas conocidas como San Román el Viello. El historiador y sacerdote Saturnino López Novoa (López, 1861), remonta el Abadiado de Castro al año 775 cuando el rey de Francia (Carlomagno) liberó temporalmente a Castro del dominio moro y dio su iglesia a los Benedictinos que permanecieron en ella hasta el 1466. La conquista cristiana de Castro en el 775 fue efímera; el Emirato de Córdoba no tardó en recuperar el poblado de Castro para al-Ándalus permitiendo, así lo pensamos, que aquellos primeros benedictinos permanecieran en la iglesia denominada San Román el Viello (San Román el viejo) para atender las necesidades de la colonia de cristianos mozárabes del lugar.

Iglesia de San Román de Castro y cercana a ella los restos de San Román el Viello. Foto de Manuel Enjuanes.

Descartamos la hipótesis de que el Crismón pudiera provenir de esta Iglesia. Los restos que se conservan de San Román el Viello corresponden a un edificio humilde, levantado con piedra natural y no con sillar de arenisca como es la piedra del Crismón. La piedra del Crismón se corresponde con las empleadas en la iglesia románica. Por otra parte los Crismones que se conocen del s. VIII siguen el esquema o  A - XP - ω  y no presentan la complejidad del de Castro. De modo que tanto la representación simbólica como el tipo de piedra lo vinculan al templo románico consagrado en 1120.

San Román el Viello (San Román el Viejo) en Castro (La Puebla de Castro) Autor de la foto: Pedro Bardají Suárez.

Por último, el historiador Ricardo del Arco Garay (Del Arco, 1942) en su estudio sobre el Templo Románico de Castro dejó escrito que “la puerta de ingreso a la iglesia fue renovada posteriormente aunque conserva en la clave el Crismón que había”. Efectivamente, el muro de entrada a la iglesia sufrió una pequeña reforma a finales del s. XIV. Las obras consistieron en: construir un coro alto a los pies del templo con un extraordinario alfarje mudéjar apoyado en un arco rebajado y en los muros norte, sur y este (muro de entrada al templo); abrir una ventana en dicho muro frontal para proporcionar luz al coro; y rebajar la altura de la puerta original de entrada recolocando sobre la misma el Crismón con algunas de las piedras del arco que coronaba.

Quedan testigos en el edificio de esta reforma. En la parte interior del muro frontal se conserva el arco de la puerta primitiva de entrada al templo, sobresaliendo en altura por encima del suelo del coro. La construcción del coro obligó a rebajar la cota de la puerta. Se observa que la nueva puerta mantiene las jambas de la anterior, de modo que se rebajó en altura pero no en anchura. La piedra sillar del Crismón es similar a las del arco primitivo que se conserva en la parte interior del muro frontal y a algunas de las dovelas del actual arco exterior sobre la puerta. Por último, el muro frontal tiene el mismo espesor que los muros laterales y, en su parte interna, comparten un mismo tipo de sillar, de lo que se deduce que los muros laterales y el frontal se construyeron en la misma fecha.

Simulación de la puerta original de entrada al templo de San Román de Castro, en el año de su Consagración 1120. Posteriormente, al construir el alfarje mudéjar, finales del s. XIV, se rebajó la altura de la puerta recolocando sobre la misma el Crismón con las piedras del arco y se abrió también la ventana de iluminación. Autor de las fotos: Pedro Bardají Suárez.

Recapitulemos. El muro de entrada y el Crismón corresponden probablemente a la fecha de consagración del templo, 1120. Sobre este muro se acometieron varias reformas: a finales del s. XIV, con motivo de la construcción del alfarje mudéjar, se rebajó la altura de la puerta recolocando en altura sobre la misma el Crismón con las piedras del arco, y se abrió una ventana de iluminación; en época posterior, se sustituyó la torre campanario (con 3 campanas) por la Espadaña que actualmente corona la fachada. 

Iglesia de San Román de Castro. Foto tomada en las primeras décadas del s. XX. Autor de la foto: Juan Mora Insa.



6-  EL MISTERIO DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD:  EL MONOGRAMA P-A-X  Y  LA RUEDA

La referencia a la Santísima Trinidad aparece dos veces en el Crismón de Castro. Antes de entrar en este subrayado trataremos de comprender la importancia del concepto teológico.

El cristiano convive con la Santísima Trinidad. La invoca cuando traza la señal de la cruz sobre un objeto o sobre su propio cuerpo acompañada de la formula: “En el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. Amén.” La alaba al rezar el Gloria: “Gloria al Padre y al Hijo y al Espíritu Santo. Como era en un principio ahora y siempre por los siglos de los siglos. Amén.” (Compendio, oraciones comunes). El Sacerdote bautiza en su nombre: “yo te bautizo en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo” (Compendio, 260). Las celebraciones y ritos suelen finalizar invocando su bendición: “La bendición de Dios todopoderoso, Padre, Hijo y del Espíritu Santo, descienda sobre vosotros” (Misal Romano, 2016).

Se recurre a la Santísima Trinidad, las más de las veces, como reflejo aprendido, sin reflexionar; quizá porque el concepto de un Dios Trinitario resulta difícil de asimilar. Las personas adultas buscamos creer en algo que de sentido al conjunto de fragilidades que nos rodean. La idea de un Dios todopoderoso o de una Madre celestial que nos cuida puede resultar en cierto modo razonable pero, ¿la Trinidad...?

La noción de la Trinidad es compleja, muy elevada, para muchos resulta un concepto demasiado abstracto e incluso frío. La figura de Jesucristo, segunda persona de la Trinidad, lo acerca, lo humaniza.

A Dios se le intuía por sus obras, nadie lo había visto, hasta que llegó Jesús.  Jesús vivió como hombre y a la vez era Dios, el Dios de la vida que venció a la muerte, la segunda persona de la Trinidad. Les dijo a sus discípulos (Biblia de Jerusalén, 1975): “Yo y el Padre somos uno.” (Juan, 10,30); “…el Padre está en mí y yo en el Padre.” (Juan, 10,38); “Me ha sido dado todo el poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todas las gentes bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo… Yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin del mundo.” (Mateo 28, 18-20) .

Los teólogos suelen reflejar la doble naturaleza de Cristo, humana y Divina, diferenciando los términos Jesús, Cristo y Jesucristo. Jesús remite a la naturaleza humana, al hombre que nació y vivió en Palestina. Cristo, a la naturaleza divina, es Dios mismo, la segunda persona de la Trinidad. Jesucristo recoge su doble naturaleza. La distinción resulta clarificadora pero en la mayoría de los textos encontramos los tres términos usados indistintamente.

Veamos qué nos dice la iglesia católica de la Santísima Trinidad.

La Trinidad: “Un solo Dios en 3 Personas. Padre, Hijo y Espíritu Santo” (Compendio, 48); "Tres personas que son de la misma naturaleza, Padre, Hijo y Espíritu Santo, en un solo Dios. Cada persona obra según el modo que le es propio pero unida a los otras dos." (Compendio, 49).

Escudo de fe del cristiano. Con el escudo de la santa e indivisible Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo, el cristiano lucha por la perfección del su alma y su salvación. Autor: Pedro Bardají Suárez.

“El misterio de la Santísima Trinidad es el misterio central de la fe y de la vida cristiana. Es el misterio de Dios en sí mismo. Es, pues, la fuente de todos los otros misterios de la fe; es la luz que los ilumina. Es la enseñanza más fundamental y esencial en la jerarquía de las verdades de fe” (Catecismo, 234). Un misterio revelado para ser transmitido por la Iglesia a todas las generaciones.

Dios, que es Uno, opera como Padre, como Hijo y como Espíritu Santo. Cada una de las Personas, Dios Padre, Dios Hijo y Dios Espíritu Santo es Dios manifestado en un movimiento entrelazado continuo y circular (Maspero, 2012).

El concepto, como he dicho, no es fácil de entender. A lo largo de sus dos mil años de existencia ha generado innumerables controversias tanto dentro como fuera del Cristianismo. En este sentido, símbolos como el Crismón de Castro han tratado de facilitar su compresión.

Recordemos que el Crismón de Castro nace en época de implantación del rito romano y de la Reforma Gregoriana en el reino de Aragón, en plena mudanza y asimilación de la nueva liturgia y línea doctrinal uniformadora, por tanto, mantiene -lo hemos visto en el capítulo anterior- los signos tradicionales “A - XPS - ω y les sobreimpone una clara simbología Trinitaria

El  mensaje Trinitario lo transmite por partida doble: con el monograma PAX y con el símbolo de la rueda. Repetición que encontramos también en otros Crismones. Se intenta hacer accesible y comprensible el concepto a la vez que se subraya su importancia doctrinal. Analicémoslo en detalle.

Los signos  "A - PAX - ω"   dentro de un Círculo  representan que Dios es Uno y El Todo (el Círculo y su contenido). Dios es el Creador (P Dios Padre), es lo creado (A  Dios Hijo), y es la acción creativa y la vinculación entre el Creador y lo Creado (X Dios Espíritu Santo). Dios es la causa (P), la actividad (X) y la obra (A). Dios es el principio sin principio (A alfa) y el fin sin fin (ω omega) de todo cuanto ha existido, existe y existirá. Dios es el Crismón

El Crismón de Castro transmite dos veces la enseñanza de la naturaleza Trina de Dios: mediante la indicación PAX y con el símbolo de la rueda. Autor: Pedro Bardají Suárez.

El símbolo de la rueda representa pedagógicamente la naturaleza Trina de Dios. Francisco Matarredona Sala, experto en románico español y en Crismones, afirma que, para explicar y hacer compresible al pueblo el dogma de la Santísima Trinidad se utilizó, en los primitivos Crismones, la analogía de la rueda. Buje, radios y llanta son tres elementos distintos que unidos forman (conforman) una sola rueda. La rueda, por analogía, permitía explicar a los feligreses el dogma de forma natural, sencilla y comprensible.

Veamos su significado. El buje (roseta) es Dios Padre: el centro, la esencia, la base, el núcleo, el origen de donde todo parte, la substancia de lo creado, la fuente de la creación. La llanta (aro) es Dios Hijo: todo lo creado, lo manifestado, la obra, el fruto de Dios. Los Radios (brazos) es Dios Espíritu Santo: la acción creadora de Dios, la expansión de la creación y la vinculación, la conexión, la comunión, del Creador con su creación. Buje (Padre), llanta (Hijo) y radios (Espíritu Santo) una sola rueda son (un solo Dios son).

La rueda también simboliza el continuo movimiento que todo lo abarca; la energía, la vida en constante transformación (variante que desarrollaremos en los capítulos 7 y 9).

Recapitulemos. El Crismón imparte doctrina difundiendo el mensaje de la Trinidad. La rueda y las letras PAX remiten al Dios Trino que es principio y fin de todo cuanto existe, y, el monograma XPS, a Cristo, segunda persona de la Trinidad. El Crismón es fuente de luz y camino de salvación. Quien pasa por debajo de él se acoge a su todopoderosa y santísima protección.

Puerta principal de entrada a la Iglesia de San Román de Castro, con el Crismón en la clave del arco. Autor de la foto: Pedro Bardají Suárez.



7-  LA RUEDA BUDISTA DEL DHARMA

En el presente capítulo y en los siguientes descubriremos el poder evocador del Crismón de Castro. Vinculaciones que hacen de este pequeño símbolo una caja de resonancias sin igual. Prepárense porque vamos a ir mucho más lejos de la intención que, con toda probabilidad, quiso darle su autor. Comenzaremos por la Rueda del Dharma.

La rueda del Crismón de Castro tiene la particularidad de presentar 8 radios. Este mismo símbolo ha sido utilizado por el Budismo para  propagar, a través de él, sus dogmas y principios.

Rueda de 8 radios de Crismón de Castro, símbolo del continuo movimiento. Autor: Pedro Bardají Suárez.

La doctrina Budista la denomina la rueda del dharma (dharmachakra) o rueda de la vida. Constituye uno de sus símbolos ancestrales.

Rueda del dharma coronando el templo Jokhang (Casa de Buda), centro espiritual de la ciudad de Lhasa, el Tíbet. Foto de Marie-Laure (http://unallersimplepourshanghai.blogspot.com/2011/10/le-temple-de-jokhang.html)

La rueda representa el movimiento continuo, la ley natural por la que todo cambia, los ciclos de nacimiento, vida y muerte (el samsara) en recreación continua.

Los 8 radios o rayos representan el sendero óctuple, los 8 nobles caminos que, según explica el monje budista y filósofo Walpota Rahula (Rahula, 1996), deben seguirse de un modo más o menos simultaneo para alcanzar el nirvana. Coherencia y corrección en: 1º la visión (comprensión), 2º el pensamiento, 3º el hablar, 4º el actuar, 5º el medio de vida, 6º el esfuerzo, 7º el estar presente en cada momento y 8º la meditación. 

La rueda de 8 radios del Crismón de Castro y la rueda Budista del Dharma. Fotos de Pedro Bardají Suárez, Train Travel (http://www.tibettraintravel.com/TibetPhoto-0.htm), y Rene Edde (Pasang Buthi de nepal: http://langtangdisaster.org/es/la-fiesta-drukpa-tsheshi/)



8-  LA TEORÍA DE LA GRAN EXPLOSIÓN “EL BIG BANG”

La simbólica rueda del Crismón de Castro, “buje, radios y llanta”,  alcanza incluso a representar las modernas teorías del Universo.

El eminente físico teórico Stephen Hawking (Hawking, 2018) formuló que antes de que existiera todo cuanto existe en el Universo no existía nada, salvo un espacio muy pequeño, “el buje”, que lo contenía todo en potencia. De ese núcleo nació y sigue surgiendo toda la creación. Tras el primer parto, bautizado como la Gran Explosión, “Big Bang”, comenzó a desplegarse y expandirse el Universo en todas las direcciones, “los radios”, formándose la energía, la materia, el espacio, el tiempo y todo cuanto existe, lo conocido y lo desconocido,  hasta abarcar los límites actuales del Universo, “la llanta”.

El Crismón de Castro y la teoría del origen y evolución del Universo. Autor: Pedro Bardají Suárez.



9-  EL CÍRCULO Y LA RUEDA

El círculo junto con la rueda representan la totalidad de lo creado y lo increado, lo que ha existido, existe y existirá, en movimiento continuo, en recreación sin principio ni fin.

El Crismón nos describe, con esta sencilla y elegante imagen, la ley fundamental de la ciencia que afirma que materia y energía ni se crean ni se destruyen, solo se transforman.

El mensaje es de cambio, de movimiento a diferentes ritmos. No hay puntos finales ni puntos y aparte, solo puntos de continuidad. Al terminar un año comienza el siguiente, a una etapa de la vida le sucede otra, tras un acontecimiento, otro y luego otro…

Es, sin duda, un símbolo estimulante y alentador, parece decirnos: “¡Puesto que estáis vivos, vivid! Integraos en el Crismón, girad con él y en él, siempre hacia delante…”

El círculo y la rueda en el Crismón de Castro. Autor: Pedro Bardají Suárez.



10-  LA CRUZ

La Cruz es por antonomasia el símbolo de Cristo y del cristianismo.

Representa, en su madero horizontal, el abrazo al contexto histórico y cultural en el que vivimos, y, en su madero vertical, el camino que va de lo material a lo espiritual, de la Tierra al Cielo.

El símbolo recuerda que todos cargamos con nuestra propia cruz y anuncia que, al llegar al final, nos aguarda la promesa de un nuevo amanecer; la vida no acabará, solo se transformará. Lo dijo Jesús: “Yo soy la resurrección. El que cree en mi, aunque muera vivirá; y todo el que vive y cree en mí no morirá jamás” (Juan, 11, 25-26) (Biblia de Jerusalén, 1975).

La Cruz de Cristo en el Crismón de Castro. Autor de la foto: Pedro Bardají Suárez.



11-  EL PUNTO CENTRAL DEL CRISMÓN, CENTRO DE GRAVEDAD PERMANENTE

El Punto Central del Crismón puede muy bien representar lo que filósofos y psicólogos identifican como el Yo de la persona adulta. Lanza del Vasto (Lanza del Vasto, 1976) activista de la no violencia y discípulo de Gandhi, lo define como el centro de todas las perspectivas. En ese punto central confluyen varias líneas: las horizontales, las verticales y las diagonales.

Las horizontales muestran la capacidad del Yo de mirar a su alrededor y también hacia atrás, al pasado, y hacia delante, al futuro, a los proyectos venideros. Las líneas verticales te permiten mirar hacia abajo, a las emociones, pasiones e instintos, con los que convives, y también mirar hacia arriba, ascender a los pensamientos elevados, a la espiritualidad. Las líneas diagonales, el aspa, te indican que no eres una isla, que estás conectado/a formando parte de entornos más grandes que tu persona: familia, sociedad, cultura, historia, naturaleza, evolución, planeta, universo.

Punto Central del Crismón de Castro. Centro de gravedad permanente y el lugar místico donde el Yo personal contacta con Dios. Autor: Pedro Bardají Suárez.

El punto central es la consciencia testigo, el testigo consciente, y la sede del libre albedrío; de la voluntad de decidir y ordenar la propia conducta. Desde allí puedes decidir dejarte llevar por tu naturaleza animal (necesidades corporales, impulsos agresivos, apetitos sexuales, instinto de territorialidad, celos, ambición egoísta…) y ser determinado por la misma, o puedes decidir elevarte a tu naturaleza racional y, con tu naturaleza animal -de la que no puedes desprenderte por mucho que trates de ignorarla-, gestionar tus destinos. 

La doble naturaleza animal y racional del ser humano representada en el Crismón de Castro. Autor: Pedro Bardají Suárez.

Abundando en estos conceptos, el Crismón puede funcionar como representación de la evolución filogenética del cerebro.

El psicólogo transperonsal Kent Wilber (Wilber, 1987) afirma que el desarrollo ontogenético del cerebro humano reproduce la evolución filogenética del cerebro de los animales vertebrados. De tal modo que en el cerebro de la persona adulta pueden identificarse como tres pisos: en el primero se encuentra el primitivo cerebro del reptil, sobre éste, en el segundo piso, el cerebro del mamífero irracional y, en el tercer piso, rodeando las estructuras anteriores y culminando la evolución, se halla la neocorteza, sede del lenguaje, de la razón, de las creencias, de la percepción del tiempo, de la consciencia y del libre albedrío.

Los tres niveles se interpenetran, de tal modo que los más evolucionados incorporan a los anteriores y los trascienden. La actividad en un nivel suele reflejarse, producir un movimiento en los otros niveles, por ejemplo, un pensamiento se refleja en una emoción y ésta en una sensación y ésta, a su vez, en una conducta, y, a la inversa, una conducta produce una sensación, una emoción y estimula un pensamiento.

Kent Wilber (Wilber, 1987) sostiene que el cerebro alto, a modo de jinete, debería llevar las riendas del caballo, es decir, de los cerebros inferiores. Convivimos con emociones, pasiones e impulsos, que nos conforman, son parte de nuestra naturaleza, pero no toda nuestra naturaleza, también tenemos neocorteza. Hacer lo que sientes, lo que te apetece en cada momento te reduce a tu condición animal, te convierte en esclavo de la misma. La sede de la libertad, del libre albedrío, se encuentra en el cerebro alto, en ese centro donde te haces consciente, al que los psicólogos y filósofos, ya lo hemos dicho, denominan Yo y que en el Crismón aparece representado por el punto central.

El Crismón de Castro como mapa de la evolución filogenética y de los niveles de existencia. Autor: Pedro Bardají Suárez.

Al místico no le basta con alcanzar el punto del libre albedrío, va un paso más allá, busca que su alma experimente el contacto con Dios. Ese encuentro puede realizarse sin necesidad de viajar a renombrados templos ni a lugares singulares. Dice la Biblia: “Vuestro cuerpo es santuario del Espíritu Santo… Glorificad, por tanto, a Dios en vuestro cuerpo” (1 Corintios 6, 19-20) (Biblia de Jerusalén, 1975). Cualquier momento, lugar o circunstancia es buena para recogernos en nosotros mismos y buscar nuestro Yo, esa zona ya descrita del cerebro-mente desde la que nos damos cuenta y tomamos las mejores decisiones. Y ahí, desidentificados, en ese centro personal, en esa atalaya desde la que todo se contempla, conectaremos, en la medida que nuestra naturaleza lo permita, con el buje de la gran rueda, con la base, con la fuente infinita, con el Creador. Son siempre encuentros temporales (Lanza del Vasto, 1976).

Ese centro de gravedad permanente es un socorrido punto de recarga al que acudir a diario en  busca de abrigo, sosiego, equilibrio. Una parada de avituallamiento donde despejar la mente antes de volver a las batallas cotidianas. Un punto y seguido en el que nuestro espíritu recupera el aliento, se vivifica y asume, si así lo quiere, la responsabilidad de colaborar, cocrear con Dios en el gran telar, siendo humilde hilo que teje una trama que a su vez a todo y a todos nos entreteje.



12-  EL CRISMÓN DE CASTRO UN MAPA DE VIDA PARA EL CRISTIANO

Cinco signos del Crismón de Castro lo convierten en una guía de vida.

Los cinco elementos son: la línea horizontal, 2º las letras Alfa y Omega, 3º el monograma de Cristo XPS (Xpistos - Χριστός), 4º el punto central del Crismón y 5º la rueda. Estos elementos constituyen un práctico y funcional mapa para la peripecia vital del cristiano y, por extensión, para cualquier ser humano, también para ti, pues bastará con que sustituyas las palabras de connotación cristiana por otras más afines a tu campo semántico para que te resulte igual de útil.

La línea horizontal representa la línea del tiempo y el río de la vida. De ella penden dos letras, alfa y omega. Tu nacimiento, tu entrada en el río, lo representa la letra alfa (A), primera letra del alfabeto griego (punto alfa). El final de tu viaje en la Tierra lo representa la letra omega (ω), última letra del alfabeto griego (punto omega). Entre el punto alfa y el punto omega están tus etapas evolutivas, tu peregrinar por este mundo. En ellas se cruza Jesucristo, XPS (Xpistos - Χριστός), como una brújula en el camino y, a la vez, como un apoyo al alcance de tu voluntad, de tu YO representado por el punto central del Crismón. Al cruzar el punto omega, la rueda del Crismón conducirá tu espíritu a otro nivel, a una nueva forma de existencia. Al igual que la mariposa abandona la crisálida para iniciar una vida transformada, el alma abandonará el cuerpo para seguir viviendo. 

El Crismón de Castro, un mapa de vida para el cristiano. Autor: Pedro Bardají Suárez.

Jesucristo es Dios hecho hombre, el modelo a imitar. La iglesia divide el año en periodos o tiempos litúrgicos con los que conmemora su vida, desde antes de su nacimiento, niñez, edad adulta y, finalmente, su pasión, muerte y resurrección. Un ejemplo de ciclo biográfico en el que mirarnos, una fuente de recursos en la que apoyarnos.

Tu ciclo vital, de no verse prematuramente truncado, pasará también por las fases de nacimiento, niñez, juventud, vida adulta y muerte. En el viaje madurarás, asumirás responsabilidades, misiones y, en medio de las alegrías de la vida, de los éxitos, del amor, de esas situaciones especiales en las que vibrarás con todo, en medio de la danza, te saldrán al encuentro decepciones, sufrimientos, fracasos, injusticias, dolor, confusión, momentos que te harán flaquear. Recuerda, en esos momentos no estarás solo, Jesucristo (XPS) estará siempre cerca, a tu alcance.

Dicen que el cristiano se acuerda de Santa Bárbara cuando llueve. En las épocas de tormenta, en la tribulación, te conviene recuperar tu centro, tu Yo, representado en el punto central del Crismón, y conectarte con Jesús, tu salvador, el faro que orientará tu camino. Recogimiento, unos instantes de silencio, contemplar en quietud y orar: “Jesús mío, Dios mío ayúdame”; lo repetirás “ayúdame Dios mío”; una vez más… Y surgirá en tu interior una sensación de seguridad, de control y una disposición hacia la búsqueda de soluciones, hacia una mejor adaptación a las circunstancias. La conexión y la visualización positiva y esperanzada disiparán la confusión y la oscuridad. Dice Jesús: “Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad sino que tendrá la luz de la vida” (Juan, 8, 12) y “Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida. Nadie va al Padre sino por mí” (Juan, 14,6) (Biblia de Jerusalén, 1975).

Y al llegar al punto omega, al final del trayecto en este mundo, harás la entrega de la vida recibida y disfrutada al Creador, como hizo Jesús en el Monte de los Olivos y en la Cruz: “Padre mío, si esta copa no puede pasar sin que yo la beba, hágase tu voluntad” (Mateo, 26,42) (Biblia de Jerusalén, 1975); Si no puede ser mi voluntad hágase la tuya, te entrego mi voluntad y mi espíritu, acógeme en tus brazos… en tus manos mi seguridad y mi salvación. Y en esta disposición, arropado por Dios, iniciarás el viaje a la otra vida, al reencuentro con los queridos antepasados que te precedieron en el viaje, hacia un luminoso y esperanzador horizonte.



13-  EL SÍMBOLO DE DIOS

El Crismón es la representación de Dios. De él venimos cuando nacemos y al regresamos cuando morimos.

En el Crismón se crean todas las cosas y todas subsisten en él: visibles e invisibles. En el Crismón están representados el mundo mineral, el vegetal, el animal y el espiritual; el orden y el caos; lo inmanente y lo trascendente; el arriba y el abajo; lo grande y lo pequeño. El Crismón es el gran crisol. Es la máquina, quien ha creado la máquina y quien la maneja. Es el Todo.

Dios está en todo y todo está en Dios pero no de igual manera, es decir, cada parte está en el Todo (en el Crismón) pero no es el Todo, ni posee por igual al Todo, ni tiene el mismo peso e influencia en el Todo. Por ejemplo, Tú, Yo y cuanto nos rodea formamos parte de ese Todo pero, aun siendo de la misma energía, vibramos a distintos niveles de desarrollo y autoconsciencia.

Cuando pronunciamos las expresiones a Dios”, con Dios estamos reconociendo que Dios nos circunda, que no salimos del Crismón. Es a Dios invisible al que encontramos en las cosas visibles y materiales. El Crismón es Dios. En el Crismón vivimos, nos movemos y existimos, peregrinos del tiempo y de este mundo.

Permitidme como colofón a este artículo, echar una última mirada al Crismón. Mirémoslo juntos. Veréis  que funciona como un espejo. Entornad un poco la mirada, un poco más y comprobaréis, fijaos bien, que estamos en su interior, representados en este preciso instante, aquí y ahora mirando al Crismón dentro del que vivimos. Porque el Crismón es todo cuanto existe. El Crismón es Dios. No hay símbolo más grande, elegante e ilustrativo.

Crismón de Castro. Autor de la foto: Fernando Martín Bravo.



14-  BIBLIOGRAFÍA

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Catecismo de la Iglesia Católica (2018), Librería Editrice Vaticana.

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Crismón de Castro. Reconstrucción del aspecto original  
en base a los restos de policromía conservados. 
Autor: Pedro Bardají Suarez.






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