Década de los 50 y los 60 del siglo XX en La Puebla de Castro.
Aurora Mur Sánchez |
Autora
del artículo: Aurora Mur Sánchez
“Aurorín de Gaspá”;
de Casa Gaspá de La Puebla de Castro.
Artículo publicado en el Libré de las Fiestas
de La Puebla de Castro del año 2016.
Artículo publicado en el Libré de las Fiestas
de La Puebla de Castro del año 2016.
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Voy
leyendo como se va contando la Historia de La Puebla, y tengo la mala costumbre
de ver las cosas con un cristal diferente. Mi historia transcurre en blanco y negro y mucha jugando en esta
plaza que nos muestran las fotos siguientes.
La Plaza Mayor de La Puebla de Castro. Autores de la foto: Antonio Pascual Labarta e Ismael Pascual Torres. Publicada con autorización de la DPH. |
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La Plaza Mayor de La Puebla de Casto. Foto Postal antigua facilitada por Ángel Vidal Abizanda. |
Nací en casa Gaspá el día 5 de Junio, ayudó en el parto la comadrona de casa Miquel, la seña Pilar Clavero Lacasa. Era el año 1950, lo
que quiere decir que había pocos medios para llevar la vida adelante.
Mi
familia eran labradores y vivíamos
de lo que nos daba el campo, se criaba un
cerdo con “la pastura” hecha con
los desechos de coles, patatas y alguna otra cosa que no recuerdo. Se cocía en
un caldero, a esto se añadía el “salbau”
que era la cáscara del trigo que salía al molerlo y que nos daba el panadero,
bien José Espurz el del Cafetero, ó
José el del Molinero. Nosotros
entregábamos el trigo en grano, y nos daban pan cocido con torna,
si no llegaba al peso. La “torna” era una tajada o trozo de pan extra, un
añadido que aportaba el panadero para completar el peso.
Criábamos gallinas, con eso teníamos comida
asegurada por los huevos; conejos, para comerlos los días de fiesta como
cosa especial; también cuando se trillaba la comida era un poco más potente ¡qué bueno!... Se gastaba el jamón
“pa brendá” con “apañadijo” de tomate y olivas de casa, que se “adobaban” cuando estaban verdes, o las
negras que se ponían con sal cuando hacía frio en una vacía del mondongo en el
balcón al sereno. Alguna vez el apañadijo tenía atún en escabeche.
Los
días de cada día para desayunar,
toda mi infancia, era un plato de sopas
de pan y una tortilla de un huevo.
Sólo tomaba leche cuando estaba enferma, leche condensada “El Castillo” de la
botella verde. Algún domingo de fiesta grande, tomábamos una tacita pequeña de chocolate, para almorzar.
Donde
llegué a tomar leche fue en la
escuela porque nos la mandaron los “americanos”.
Muchas veces estaba rancia. Como la hacíamos nosotras la leche, “en polvo”, solía tener grumos. También
nos daban un queso amarillo que ¡claro!, estaba rancio.
La
comida del medio día, con las judías secas de la “Pilarica” que traía
mi padre de Santaliestra, eran de la
casa en que nació, o un puchero de
patata con arroz, con una cabeza
de ajos, aceite que teníamos de casa, un trozo de la conserva en aceite y grasa de costilla de cerdo o “llonganiza” y lomo; se hacía del único
cerdo de la matanza en el invierno. Si había alguna gallina vieja que no daba huevos, se guisaba por lo dura que era. Por
supuesto comíamos pan abundante, un
trago de vino del porrón, que
también era de casa y, esporádicamente, fruta
de la que había de temporada.
Al salir de la escuela había
que ir al rosario, las chicas a un
lado, los chicos al otro, para mí era una cosa más, en el fondo devoción no
tenía mucha pero era lo que estaba establecido por el “Régimen”. Había que comulgar todos los Primeros viernes de
mes y los domingos, con misa incluida, pero, no sé cómo, un día decidí por no
ir a confesar ni comulgar, tuve suerte, no sufrí represalias. Alguna vez seguí
con lo establecido, mi madre me decía “¡chiqueta tiens que i!”.
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La Playa Mayor. Iglesia de Santa Bárbara con la Acacia centenaria a la entrada que plantó el abuelo de casa Yardo. Foto Postal antigua facilitada por Manuel Cobos Sopena de casa el Zapatero. |
La
iglesia la limpiábamos l@s críos,
era muy divertido, nos vestíamos de monaguillos, recorríamos todos los rincones,
el púlpito, la torre, “el Infierné”,
tocar las campanas. Mosén Antonio Olivera Labazuy nos dejaba vino del de
misa, “vino rancio” de Secastilla y retajos
de hostia, era un gran festín. Él hizo que viéramos la iglesia como una parte de
reunión del pueblo.
La
merienda me la solía coger yo, y ¡como
la disfrutaba!, una buena “tajada” de pan con abundante vino y azúcar. El
chocolate, que me gustaba muchísimo, pocas veces lo veía. Con la tajada de
merienda, si hacía buen tiempo, acudíamos a la “Era Andrés”, allí, l@s niños de todas las edades, jugábamos a lo
que tocaba según el día. Lo que sí recuerdo son las “zurras” que nos costó cuando nos subíamos a una piedra u hojalata y
nos deslizábamos por la pendiente de una roca; se nos rompían las bragas pero,
¡que divertido!
En
la “Era Andrés” solían acampar los
gitanos, eran húngaros. En la carreta llevaban toda su casa, pasaban por
los pueblos y arreglaban las ollas de aluminio que se agujereaban, con estaño. También
hacían cestas, no tenían mucho mercado, ya que en el pueblo había dos sargueros, tío José el del Aguacil, y el de Giral, lo hacían mejor, y los cesteros
lo tenían en monopolio.
Familia de gitanos como los que solían acampar por la era Andrés de La Puebla de Castro. Autor de la foto: Jacques Leonard. |
Los
gitanos hacían trueque con comida, y
otras cosas. Otra forma que tenían para subsistir era coger la cabra, niños,
mayores y con los instrumentos de música que tenían, el violín, la acordeón la
pandereta y alguna trompeta, salían por las plazas o las esquinas de las
calles, hacíamos un corro a su alrededor y tocando y bailando obtenían comida,
ya que dinero no había. Yo recuerdo a la “Marina”,
tenía un niño que nació el mismo día que yo. Los niños de La Puebla jugábamos
con los niños gitanos.
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Foto de los espectáculos callejeros que los jóvenes gitanos realizaban durante sus viajes. Autor de la foto: Rogelio López Cuenca y Elo Vega. |
Las chicas de todas
las edades, en algún corral jugábamos a “cocinetas”
con cualquier cacharro, latas de sardinas vacías, trozos de baldosas de
colorines, restos de pucheros, que recogíamos en los escombros de las obras. “Las moñas” (muñecas) eran piedras
alargadas. Jugábamos también con los tacones y bolsos que nos daban nuestras
madres, los mejores que tuvimos fueron los tacones que nos dio Serafina Romeu y Nati la Panadera, del estilo llamado escote salón, ¡que majos que eban!
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Zapatos escote salón. |
Una
tarde de otoño, oscura, recuerdo un gran acontecimiento, llegó a casa de unos
parientes andaluces de la emigración del Pantano del Grado, el niño prodigio “Joselito”, “El pequeño Ruiseñor”, ¡que
importantes éramos en La Puebla de Castro!, hasta el Pequeño Ruiseñor visitaba La
Puebla… A su alrededor se concentró todo el pueblo, y alguien decidió que tenía
que cantar una canción. Subimos al bar de “casa
el Ros”, lo subieron a una mesa y nos cantó “Campanera”.
Cuando
se marchó Joselito se fue con un corderito
en los brazos dentro del Seat 1500
blanco, la mar de contento, el cordero era del seño Mariano del Cortante. La familia de Joselito, que vivían en casa Tereseta, se encontró después con que
nadie había pagado el corderito, lo que para ellos fue una gran carga; poco a
poco tuvieron que asumir el juguete que se llevó Joselito.
Viendo
fotos de la fuente del “Chinchano”, o
la del “Portal” recuerdo que en el
verano, cuando hacía tanta calor, con el botijo íbamos a buscar agua fresca
para las comidas. Siempre te encontrabas con alguien y no te librabas de un
remojón; se ponía la mano plana en el grifo y te quedabas “contenta”, lo que
terminaba en una pelea si era igual que tú, y si era mayor pues a llorar.
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Fuente abrevadero del Portal de La Puebla de Castro, junto al jardín de la Iglesia, en la calle de debajo de la torre. Año 1935. Foto Postal antigua facilitada por Ángel Vidal Abizanda. |
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Fuente abrevadero del Chinchano de La Puebla de Castro. Llenando los cántaros, Pilarín de casa Ronda, año 1950. |
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Fuente abrevadero del Chinchano de La Puebla de Castro, a su alrededor, restos de las casas espaldadas. Año 1950. Autor de la foto: Antonio Pascual Labarta. |
Para
el invierno, como se hacía de noche
pronto, jugábamos al escondite en
dos grupos por las casas del pueblo, todas las puertas estaban abiertas, siempre
encontrábamos rincones, a veces era difícil si no hablábamos que nos
encontraran. Un sitio bueno era la calle
de Cervantes y salir por “la calle
del Muro”. Nuestra infancia transcurrió con cosas tan sencillas, pero
éramos felices.
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Cartel de la Calle Cerbantes de La Puebla de Castro. Autor de la foto: Pedro Bardaji Suarez. |
La
cena era el plato de sopas de pan, con ajos frito en aceite,
escaldadas con agua hirviendo, la “ensalada”
(lechuga), la “verdura” (acelgas),
coles, bróquil, pella, “espinaques”,
una tortilla de patata o espinaques,
eso sí la de espinaques tenía trocitos de tocino blanco frito que estaba ¡buenísima!,
y el trago de vino del porrón.
Teresa Vidal Sánchez y José Sánchez Sin, abuelos maternos de Aurora Mur Sánchez de casa Gaspá de La Puebla de Castro. Foto propiedad de casa Gaspá. |
En
el otoño por la noche, en las “villadas” (veladas), venían la seña María Petra, tía Elena Rosacañada y los de casa y, alrededor de la mesa, con una
bombilla de poca potencia, nos poníamos a escoscar las almendras. Cuando se
hacía tarde, no recuerdo la hora, se sacaba un “colgallo de ugas” y nos las comíamos. Me imagino que por hacer este
trabajo, en mi casa se les daría cualquier cosa de las que había en casa,
huevos, patatas, pan, aceite, mostillo… no sé.
Para
Santa Lucia se compraba los pollitos en la feria. En la cocina,
abríamos el “forno” de la cocina “económica”. Con la bombilla más gorda y el
forno, se les daba calor a los pollitos que estaban en una jaula, iban a ser
las gallinas que nos daban de comer, no tengo que decir el olor que había en la
cocina.
Subsistíamos con
las cosas que cada uno cultivaba o criaba en casa. Si se tenía la suerte de tener
buenas cosechas, podíamos comprar cosas en casa
Cirilo (la tienda de ultramarinos del pueblo a la que nuestros abuelos
llamaban también casa Pueo),
recuerdo que para cenar comprábamos alguna vez “sardineta”, que traían una caja de madera, ¡qué buenas que estaban
fritas rebozadas con farina!
En casa Cirilo encontrabas de todo lo que hacía falta,
recuerdo ir a comprar los “mistos”
(cerillas), los sellos, llamar por teléfono, y me encantaba mirar como cortaban
el “bacalau” con aquella barra, y los plátanos colgados con una cuerda en el
techo, como se crían en el platanero, muy pocas veces comí de esos plátanos,
quizás cuando mi abuela estaba muy enferma.
Para
Navidad, en casa Cirilo hacían un
gran Belén, eso sí, había que cantar
un villancico cuando te lo dejaban ver. Una vez, no nos acordábamos de ninguno,
alguien con toda nuestra ignorancia, se puso a cantar “Por el camino verde”,
cuando terminamos “Purita Cirilo”
nos tiró una zarpada de caramelos. Como mi familia era como era, yo no tengo tan
mitificada lo que envolvía aquella tienda.
Tengo
que decir que con esta vida era feliz, oyendo cantar “Los angelitos negros” de Antonio Machín a mi madre, a mi abuelo entonando algunas zarzuelas,
cambiando la letra por “Plin Plin Plin…”, había estado en la Argentina
trabajando de encargado, en una hacienda, me enseñó a ser libre de pensamiento,
y a pensar que la Puebla era mucha Puebla, y lo importante de ser de “casa
Gaspá.” Había estado en la cárcel por ser de izquierdas, pero nunca conto las
cosas que paso en los casi 5 años que estuvo, sólo decía “la cárcel Modelo de Barcelona, es modelo de ser la peor”. Lo que
contaba del otro bando nunca fue con odio, “eran cosas de la Guerra”,
era una historia más, en el fondo venía a decir que “todos” hicieron cosas “mal
fechas”. Yo siempre lo he tenido en un pedestal, ha sido la persona que más he
querido.
José Sánchez Sin de casa Gaspá de La Puebla de Castro, abuelo materno de Aurora Mur Sánchez. Foto propiedad de casa Gaspá. |
Mi
madre se iba a trabajar al campo con
mi padre, y el seño José de Pincelons venia al jornal
cuando había que segar ó otras faenas.
Las vecinas me controlaban, la seña
María Petra, la “Molinera”, que con el carácter tan
difícil que tenía me daba “zurras”, pero me quería y yo a ella también, tía “Juaquina”, la madre de Lolín, tía “Feli”, un trozo de pan, tía Alegría la del Ros, iba a coser a
su casa por las tardes con mi madre y escuchábamos “Matilde Perico y Periquín”,
en mi casa no había radio.
Cuando
tuvimos radio recuerdo por las
noches escuchar “La Pirenaica”,
apenas se oía, si nos escuchaban desde la calle que la sintonizábamos podíamos
tener problemas, pero era muy fuerte poder oír a Carrillo y la Pasionaria.
A
veces, como era costumbre, me iba a las casas de las vecinas a saludarlas y
también a conocer las diferentes formas de vida, bueno… visto ahora, diría que
iba un poco a “chafardear”, cosa que
se llevaba en esos tiempos.
Para
terminar, quiero contaros un sueño
que tuve en esa época: “Una mañana de
fiesta con un sol espectacular en La plaza Mayor, con toda la gente del pueblo,
cura incluido, empezó a llover flores blancas”; ha sido uno de mis mejores
sueños.
Estas
bases, y alguna otra, son las que me ayudaron a empezar a caminar por la vida.
Firmado:
Aurora Mur Sánchez “Aurorín la de Gaspá”
Grupo de alumnas que estudiaron con Aurora Mur Sánchez (la Nº 28 de la
foto) en el colegio de La Puebla de
Castro. Foto del año 1960:
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