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BARASONA Y SU EXPROPIACIÓN EN 1927

BARASONA Y SU EXPROPIACIÓN EN 1.927


 


Autor: Antonio Torres Rausa

(Artículo publicado en el Diario del AltoAragón el domingo 19 de noviembre de 2000)




          Cuando todavía resuena el estruendoso eco de 400.000 aragoneses diciendo no al trasvase del Ebro, yo me acuerdo de aquella caravana de tartanas, mulas y caminantes que se manifestaron en la plaza de Barasona... Pero los riegos del Alto Aragón no regarían más que los del Bajo Aragón y amplias zonas del Pirineo, Mediano, Cancer y Barasona, serían finalmente sacrificados. Mal precedente nos dimos los aragoneses.

Barasona. Años 20 del Siglo XX.

          Cuenta Justo Broto Salanova que “fue a las 10 de la mañana del 17 de Octubre de 1.926 cuando se inauguraron las obras de la presa bajo Lumbierri. Era Domingo y dicen que lucía en un cielo azul un sol esplendoroso (a veces, la naturaleza hace guiños incomprensibles). Esta tarde, en la Casa Consistorial de Barasona, fueron convocados los vecinos por don Pio Rivera, síndico de la Confederación Hidrográfica del Ebro. Don Pio Rivera expuso las condiciones de indemnización, y no hubo más. El vecindario tenía tres años para marcharse. Quienes subieron a Graus se trajeron los escudos de Castro y de Pinós  (ver fachada casa Oncino en el Barrichós)  y la pequeña imagen antigua de la Virgen del Cepillo. De la ermita de San Sebastián se trajo - y formaría la clave del arco de entrada a Hilaturas del Esera, como capricho -, una cabeza de carnero de piedra, recuerdo de la cañada secular. Allá por el 20 de Septiembre de 1.929, las aguas del río desbordaban los parapetos de las huertas, cubrían los ciruelos, subían aún hasta alcanzar los pretiles de piedra del pueblo para mojar las alpargatas a dos ó tres rezagados perplejos e incrédulos.Ese día, bajo un sol espléndido, Barasona, el feliz pueblo de la baja Ribagorza, se sumergía lentamente bajo las turbias aguas de un presunto progreso y desarrollo económico de las tierras bajas de Aragón... ó  de España. Qué más da. La milenaria torre de la iglesia fue la última en despedirse.

          Barasona ocupaba el centro de una llanura ondulada en cerros suaves. Las casas, lo mismo que ocurría con La Puebla,  aprovechaban sus compactas fachadas de piedra y cal para formar una muralla  defensiva  que no le sirvió ante las traicioneras expropiaciones. Según Justo Broto, era un pueblo de colonización, creado por los conquistadores de la zona allá por el siglo XI. Nosotros, como veremos más adelante, le damos una antigüedad mayor.

Foto del Pueblo de Barasona con los escudos de los Castro y los Pinós en Casa Oncino
          Pueblo trazado a cordel en cuadrilátero perfecto, como si de un campamento romano se tratase, con calles rectas que salían de la plaza. Al este, de cara a Graus un portalón (ver fotografía) lucía el escudo de los Castro y el de Pinós (que luego se trasladaría a Graus) como recordatorio de que nos encontramos en plena baronía de Castro.   

Los escudos de los Pinós y los Castros trasladados a Casa Oncino en Graus
Alrededor, la rica huerta que aprovechaba los meandros del río Esera, estaba protegida con paredes contra las frecuentes riadas. Barasona producía cereal, lino, cáñamo para alpargatas, nueces, almendras, ciruelas para secar, vino (algo flojo), ovejas, abundante caza de conejos y perdices... De todo ello había estado siempre bien informado, años atrás y durante siglos, el Abad de La Puebla de Castro sobre cuyo pueblo tenía la jurisdicción del diezmo.

Plaza de Barasona con la Torre de la Iglesa al fondo. Años 20 del Siglo XX.
 
          En su origen, Barasona fue una iglesia sufragánea del Abadiado de Castro, cuyo Abad y Racioneros, desde su atalaya románica, cuidaban de la salud de sus almas. El censo de 1.553 le da una población de 8 vecinos, equivalente a unos 40 habitantes.  Según un documento de 1.573 (“El Abad de Castro contra los jurados de Barasona”, legajo 88 del archivo diocesano de Barbastro), el Abad de Castro, don Francisco Riazuelo y sus sucesores, debía pagar el día de San Martín, a cargo de las rentas del abadiado y para el mantenimiento del cura encargado de Barasona, tres cahices y medio de trigo limpio, bueno y mercadero y un nietro de vino negro, condenando a los habitadores de Barasona a pagar todo lo que costase de más el mantenimiento de un Presbítero, que debía ser un Racionero de los que estaban en Castro formando Colegio con el Abad y que por turnos  ó semaneros, bajaban por el antiguo camino del Soto, cruzaban junto al molino harinero del barón de Castro, en la partida La Ribera, y alcanzaban con relativa facilidad el pueblo de Barasona. Más costoso sería el regreso que, probablemente, lo harían por el actual camino de la Reguera hasta alcanzar el más plano que va desde La Puebla a Castro.

          A partir del año 1.622 el Abad de castro y sus Racioneros se bajaron  a La Puebla de Castro y, poco después, Barasona fue declarada Vicaría Perpetua de La Puebla, con cura propio e independiente en cuanto a jurisdicción, pero conservando el Sr. Abad de La Puebla el derecho al Diezmo  pero  no a la Primicia.

          Todavía a finales del siglo XVIII (“Decretales de La Puebla de Castro de 1.776”, archivo diocesano) Barasona  (ó Varasona, como se escribía entonces) paga al Abad de La Puebla “décimo de trigo, mixtura, ordio común, ordio marcal, abena, cárraon, mijo, vino, cáñamo, lino, pollos, cebollas y guijas, y no se pagan primicia de ningún fruto, pero se advierte pagan décima de corderos y cabritos, aunque en el día, por convenio dan dos reales por cada cordero de décima”. El Abad, por otra parte, está obligado a dar al Vicario de Barasona 20 escudos, 8 cahices de trigo, 4 de centeno, 4 nietros de vino y 4 cántaros.

          Pero el pantano, y sobre todo el barro, sepultaron celosamente otros muchos misterios que quizás los hombres de hoy no merecemos conocer por haber cometido ó permitido el crimen de la expropiación.

Calle de Barasona. Foto delos años 20 del Siglo XX.

          Bienvenido Mascaray, en su interesante libro “El misterio de la Ribagorza”, dice que Barasona es un “crinónimo”, esto es, el nombre de un crimen, el nombre de un pueblo feliz hasta principios del siglo XX, en que fue sumergido bajo las aguas del pantano de Joaquín Costa. Pero el alma sigue ahí, insepulta, ocultando su misterioso pasado.

Según el mencionado libro, la etimología de este pueblo, como la de otros tantos pueblos de alrededor,  (Juseu, Lombierres, Nabarri, Grustan, etc.)  viene del vasco: Baratz = huerta; on =buena; a= la. Barasona quiere decir “La buena huerta, la huerta feliz". Su etimología sugiere una cultura y una existencia ibero-vasca, muy anterior a la romana Labitolosa.  Miles de años antes de los romanos, esta zona y otras de la Ribagorza, estarían pobladas por tribus, sin una unidad política,  pero con un sustrato cultural común de etnia  euskaldúna ó ibero-vasco. Si esto fuera así, como creemos, no debe interpretarse como un apoyo al nacionalismo expansionista vasco, sino todo lo contrario, pues al final de todo, se llegaría a la conclusión de que los  españoles de etnia euskalduna probablemente son muchos más que los que certifican los dispensadores oficiales del nacionalismo.

          Una segunda navarrización se produjo en el año 1.016 cuando Sancho Garcés III el Mayor, rey de Navarra, conquista Ribagorza, a pesar de lo cual el latín y la cultura romana han prevalecido hasta el punto que muchos topónimos de indudable origen ibero-vasco,  se han ido interpretando según los cánones de la cultura vencedora,  en lo cual ha influido, también, el absoluto desconocimiento del vasco. Este sería el caso de Barasona, “La huerta feliz”, que mataron los expropiadores y que esconde bajo los compactos barros del pantano el misterio de sus orígenes, probablemente ibero-vasco.

          En el Ayuntamiento de La Puebla, que también sufrió la expropiación de sus tierras de la Ribera, se guarda la documentación en la que consta el justiprecio del crimen.

          Las tierras consideradas de primera se pagaron a 22,50 Ptas. por área y a 15 Ptas. cada almendro, justiprecios que los de Barasona no aceptaron ya que sus tierras, al estar más próximas que las de La Puebla, suponían  para ellos un mayor valor añadido por su facilidad en el cultivo. En efecto, asi lo argumentó el perito-agrimensor:

 “Deben tener mayor valor  estos últimos (los de Barasona) debido a que  los terrenos objeto del expediente distan por lo menos de 5 a 6 Kilómetros de La Puebla, el camino que se encuentra es inaccesible para el carro y muy malo y pesado para las caballerías, que no pueden llevar más que la mitad de la carga acostumbrada por la razón de que el camino es muy pendiente y escabroso; mientras que esos mismos terrenos de el pueblo de Barasona están el que más a kilómetro y medio con muy buen camino para carro, pues si bien hay que cruzar el río Esera tienen tal costumbre ya de hacerlo que hasta los muchachos de corta edad lo vadean, porque salvo muy raras excepciones la altura del agua no excede nunca de 30 a 35 centímetros, así es que las labores resultan en Barasona un 25% más baratas y los acarreos un 75%, por lo tanto el valor de estas tierras para esos vecinos debe ser un 25% más que el valor que se les ha dado a los de La Puebla.

Los almendros que abona el perito de la Administración a 15  pesetas unos, no los puedo aceptar por considerarlo excesivamente bajo según voy a demostrar. Los almendros....pueden producir seguramente un doble-decálitro de almendras cada año, unos con otros 2/5....Las almendras hace algunos años que se han pagado por lo menos de 4 a 9 pesetas el doble y buscando el término medio que es de 6,50 pesetas resulta que los dos quintos de almendras que ha producido el árbol (unos años por otros) tiene el valor de 2,60 pesetas, deducido una pesetas por gastos de cultivo y recolección queda 1,60 pesetas la renta anual de cada almendro, la cual, capitalizada al 5% dá un valor de 32 pesetas que es el exacto y justo que debe tener cada almendro

          Tenemos la impresión que la Administración se salió con la suya, pese a tan razonables y sutiles argumentos y que no alcanzaban la esencia del problema, que era  el inicio de un proceso de destrucción de los pueblos del Alto Aragón en beneficio de los regadíos de las tierras bajas y de otros intereses capitalistas. Mucho me temo que este ejemplo que nos hemos dado los aragoneses no sea un buen precedente para defender las aguas del Ebro frente a otras comunidades. Tampoco, en este caso, se realizaron las inversiones y obras prometidas en Graus para regar algunas tierras  para los expropiados.

          Construido ya el Pantano, la playa de la Ribera se convirtió a partir de los 50, en un lugar muy exclusivo para “los catalanes” que venían a veranear a La Puebla ú otros pueblos de alrededor, algunos descendientes de Barasona que habían tenido que emigrar a Barcelona, en aquellos tiempos, la capital del trabajo en España.
          En los años del desarrollismo, se construyó la urbanización Lago de Barasona, que es como el barrio marítimo de La Puebla de Castro y un Camping muy visitado por holandeses y belgas. En la actualidad, el Lago de Barasona es un lugar internacional y conocido, pero muy pocos conocen la historia triste que subyace  en  sus aguas.

Torre de la Iglesia Parroquial de Barasona asomando sobre el Pantano

          Por el contrario,  los niños de entonces esperábamos el final del verano, cuando el pantano se deshinchaba por la sequía, para ver la torre de la iglesia que emergía enhiesta y enigmática, con su campanario de ojos tristes y alargados, sin campanas. Nos hacía soñar con las historias que guardaban las casas bajo el barro. Pero esta relación sentimental fue corta, pues allá por los años 50, el regimiento de Artillería  de Montaña, nº 29 parece que hizo puntería y acabó con este último testigo, guardián de un pueblo de 20 casas y  90 vecinos:

Casa Mathias Marro, Casa Sebastián Salas, Vicente Franco, Ramón Viñas, Juan Sopena, Franco Oncino, Lagüens, Agustín Franco, Joseph Angusto, Juan Franco, Joaquín Macarulla, Joaquín Serena, Román Gros, Blas Calvera, Francisco Baquer, Pedro Sesa, Igancio Arnal, Antonio Blanco, Ramón Bardina, Ramón Calvera.

In memorian de Barasona”, la huerta feliz.

ABADIADO DE CASTRO - 1 de 3 - MARQUESES, ABADES, RACIONEROS Y PUEBLO

ABADIADO DE CASTRO (1 de 3)
1) MARQUESES, ABADES, RACIONEROS Y PUEBLO

Antonio Torres Rausa



Autor: Antonio Torres Rausa

Artículo publicado en el "Diario del AltoAragón", el 1 de mayo de 2002





Los pueblos de lo que fue el Abadiado de Castro pertenecen a la diócesis de Barbastro desde que ésta fue erigida en el año 1571. Con anterioridad a esta fecha dependían del Obispado de Lérida. Pero aún antes de la reconquista de Lérida y, por tanto, de la implantación de su Obispado, ya existía el Abadiado de Castro. Dice Saturnino López Novoa citando un manuscrito del racionero Cañada que “en el año 775 el rey de Francia sacó a Castro del poder de los moros, y dio esta iglesia a los monjes Benedictinos, quienes permanecieron en ella hasta el año 1.466. Esto, según Cañada, consta de una escritura de privilegio que otorgó a favor de los de Castro, D. Felipe Galcerán de Castro, siendo testigos entre otros, D. Antonio Español, Abad de Castro y de Nuestra Señora de la O; todavía conservan dicha escritura los vecinos del pueblo”.

Con independencia de la historicidad de esta noticia,  la iglesia de Castro tuvo una gran importancia en la edad Media, pese a que su población no debió sobrepasar nunca las cinco ó seis casas ó los cuarenta ó cincuenta vecinos, arropados junto a la aristocrática iglesia románica y el enriscado castillo conquistado por Sancho Ramirez en el año 1081. Y también es seguro el origen benedictino de la Colegial de Castro, cuyo rector tuvo el título de Abad, hasta bien entrado el siglo XIX, más allá de la supresión de los diezmos en el año 1835, ya trasladada su sede a La Puebla de Castro en el año 1622.

Como dice el Elenco de 1919, suscrito por el que fue párroco de la misma e hijo del pueblo, D. Francisco Trell Labrid, al referirse a la condición económica de la parroquia de La Puebla: “Aunque no hay memoria ni exista en este archivo parroquial documento fehaciente de la erección de esta parroquia, sin embargo consta en las “Notas Monográficas del Lucero Parroquial” que en la actualidad tiene en estudio y redacción el infrascrito párroco, la noticia de que el año 1622, decretó el visitador Diocesano D. Tomás Turlán “que el Abad y Racioneros de Castro se bajaron a La Puebla por no haber quedado en Castro más que tres casas”. Pero como vicaría (sigue la cita) hubo de existir ya mucho tiempo antes, porque también existe una nota declarando que en el año 1549, el doce de Noviembre fueron bendecidas las Pilas bautismales de la Puebla por el Ilmo. Sr. Obispo D. Benito Zapater de Philadelphia. Y a su vez la Iglesia de Castro debe reconocerse como una de las más primitivas de la reconquista, sino ya de los tiempos de los Godos, pues en tiempo del rey Ramiro, estaba ya representada su iglesia por el Abad de Castro. Se provee por el Barón de Castro cuyo título y Patronato  posee en la actualidad el Exmo. Sr. Duque de Medinacelli.....”

De forma muy simplificada diremos que los rectores de las distintas iglesias locales podían ser vicarios, sin jurisdicción propia, ecónomos, con jurisdicción pero sin propiedad, párrocos que tenían la plaza en propiedad, priores que eran una especie de párrocos preeminentes y Abades con una jurisdicción más amplia. En concreto, el Abadiado de Castro comprendía  las poblaciones de Castro, La Puebla de Castro, Peraltilla (casa de Peralta) y Barasona. El Abad tenía los diezmos sobre estas poblaciones que, por pertenecer a la Real Casa de Castro, eran de patronato, es decir, los cargos eclesiásticos eran provistos por el titular de la Casa de Castro. En la práctica, pues, era el señor temporal quien tasaba y vendía el cargo de Abad, si bien era éste quien recogía los diezmos  para la iglesia, su mantenimiento personal y el de sus racioneros, una vez deducido la cuarta parte que era para el Obispo. (Había Obispos “con muchos cuartos” como el de Toledo y otros con “pocos cuartos” como el de Barbastro ó Jaca).  Con respecto a párrocos con el título de Abad, en toda la diócesis no había más que dos, el de Ainsa y el de Castro, ó tres, si incluimos al de Estadilla que hasta hace pocos años perteneció al Obispado de Lérida. Pero de los tres, sólo el de Castro, y posteriormente el de La Puebla, tenía el poder de “colación” ó imposición del bonete a sus racioneros, ceremonia importante reservada a los Obispos y que era como la ratificación y entrega de jurisdicción eclesiástica que el señor temporal de Castro no podía dar con sus nombramientos .

En el censo que se hizo en Aragón sobre el fogaje de 1495, la aldea de Castro se tenía 4 fuegos: la casa del Abad Miguel de Riazuelo con dos racioneros, la de Johan de Boltorina, la de Salvador Ram(i) y la de Pedro Nabal que era pordiosero (que vivía de la caridad). Una aldea de treinta a cuarenta almas no podía considerarse importante ni siquiera en aquella época que el total de habitantes de Aragón no sobrepasaba el cuarto de millón y que la mitad de sus habitantes vivían en núcleos menores de 10 fuegos. Pero, con todo, Castro, cabeza del Abadiado y origen de la Real Casa de Castro, mantuvo una preeminencia entre las iglesias de Aragón. Esto justificaba de sobras el aristocrático perfil de su Iglesia románica y aún las ricas joyas y espléndido retablo gótico pintado justamente en estas mismas fechas.

Retablo de San Román de Castro. Autor de la foto: Rafael Franco Suiles.

Este retablo, recientemente restaurado, está hoy en La Puebla y debió pintarse entre los años 1495 y 1500. Intervinieron varios pintores, uno de ellos Juan de Lovaina. En sus 26 magníficas tablas se narran la crucifixión y muerte de Jesús y la historia de San Román, santo al que se dedica el retablo y que está vestido de benedictino, lo mismo que el ofertante que aparece a los pies del santo. El que ambos, Santo y ofertante, estén vestidos de benedictinos, nos sugiere el origen benedictino de Castro, tal como hemos dicho al principio, ya que ni es seguro que San Román fuera benedictino ni mucho menos el ofertante que, dada la categoría de la obra, pienso no podría ser otro que el Señor de Castro, entonces D. Felipe de CastroEl Póstumo”, vestido con el hábito de la Abadía y desproporcionadamente pequeño como expresando su gran humildad ante el Santo.

En el censo de Aragón sobre el fogaje de 1495 aparecen en La Puebla de Castro 29 fuegos, unos 175 vecinos, con el nombre de sus casas algunos de cuyos apellidos todavía sobreviven en el lugar: son Pedro La Mata, Bayle, Pedro Purroy, Jurado, Marro, Juan de la Sierra (Juan-Sierra), Jayme de Gudal (Gudel), Antoni Ferrer, Antoni Santa Lestra, Jaume Nascenta, Pascual del Roy, Antoni Calvera (de éste sólo se conserva la toponimia “Balseta de Calvera”). Para entonces, año 1495, se trataba de un lugar importante, atendiendo a su población. Pese a lo cual el Sr. Abad, en 1495, D. Miguel de Riazuelo, vivía en Castro con sus dos racioneros; en la austera Abadía, “indigente,” según consta en una visita pastoral de 1543, y la compañía solitaria de tres casas.

Peraltilla, hoy la abandonada casa Peralta, tenía tres fuegos, Juan de Mur, que era el señor del lugar, Pedro La Plana y Bernat de Costa. Las relaciones de los distintos señores de la Casa de Peralta y los distintos Abades de La Puebla, siempre fueron difíciles y conflictivas, como correspondía a dos poderes que sobresalían del común.

Por sentencia del 24 de Septiembre de 1628 el Obispo de Barabastro Fray Gerónimo Lanuza le recuerda al entonces señor temporal de Peralta, Antonio Ximenez de San Román, la obligación que desde tiempo inmemorial tiene la Casa de pagar el diezmo al Abad, so pena de excomunión. Pero con frecuencia, fueron los diezmos de los corderos procedentes de rebaños que bajaban de la montaña y que no eran propiedad de la casa,  pero que nacían en el término del Abadiado, los que provocaban las diferencias y que, “ratione territorii” el Abad reclamaba. Los pleitos eran largos ya que, el altivo señor de Peralta sólo atendía a razones de excomunión que sólo el Obispo podía imponer, como la sentencia de 1719 contra los señores de Pedro y Sancho Ximenez de San Román y de Mur que le habían retenido el diezmo correspondiente al año 1719 consistente en 13 corderos. Por cierto, que este mismo argumento basado en el principio de territoriedad, lo utilizó el Abad de La Puebla en el año 1799 contra Francisco Salamero de Bolturina y Miquel Naval de Ubiergo que habían pagado el diezmo y la primicia al párroco de Bolturina por campos situados en término de La Puebla de Castro. El entonces Obispo de Barbastro Agustín Abad Lasierra, eminente jurista, dio la razón al Abad.

Según el mismo censo que hemos comentado, Barasona tenía ocho fuegos, entre los que no se encontraba  el del cura ya que en esta época todavía era servido desde la atalaya de Castro por un racionero, que bajando por el camino del Soto y atravesando el viejo molino de los señores de Castro, en poco más de media hora se plantaba en este pueblo, hoy bajo las aguas del pantano que lleva su denominación.

Por una sentencia arbitral de 1573 que se conserva en el archivo diocesano de Barbastro, conocemos las reglas que regían las relaciones del Abad, Racioneros y Jurados. Menciona en esta sentencia al Abad Francisco de Riazuelo, el mismo que aparecerá en una visita pastoral que hemos encontrado en el archivo de la catedral de Lérida del año 1543 y cuyo apellido lo encontramos ya como Abad en el censo de 1495, lo cual nos indica las buenas relaciones que esta familia mantuvo con los distintos señores de Castro, Felipe de CastroEl Póstumo” en 1495 y Berenguer Arnau de Cervellón en 1543.

Con respecto a La Puebla de Castro dice la mencionada sentencia que un Racionero de Castro, ú otro según turno, se hará cargo de la cura de las almas, a cuyo fin quedan afectadas unas determinadas rentas del Abadiado, si bien la obligación de mantenerlo por lo que supere a esas rentas correrá a cargo de los Jurados. Y, en caso de peste, la prioridad de servicio religioso la tendrá Castro.

ABADIADO DE CASTRO - 2 de 3 - LAS VISITAS PASTORALES DE LOS AÑOS 1.528, 1597 Y 1.699

ABADIADO DE CASTRO (2 de 3)

2) LAS VISITAS PASTORALES DE LOS AÑOS 1.528, 1597 Y 1.699

(Autor: Antonio Torres Rausa)

Este trabajo se publicó en 2 entregas en el periódico "Diario del Alto Aragón". La fecha de publicación de los artículos fueron: domingo 1 de mayo  de 2002 y domingo 26 de mayo de 2002.



LAS VISITAS PASTORALES DE LOS AÑOS 1.528 y 1597

Los obispos como verdaderos rectores y pastores de sus diócesis, han tenido desde el siglo IV la obligación canónica de visitar sus parroquias una vez al año, y si la diócesis es muy extensa, al menos cada dos años. Esta era una obligación personal, salvo fuerza mayor, ó sede vacante, en cuyo caso era realizada por un visitador delegado del obispo ó del cabildo en su caso. Como se comprenderá, por pequeña que fuera la diócesis, si deducimos los meses más inclementes y las principales festividades del año, en que el Obispo debía presidir la liturgia en la catedral, eran muchos los días del año en que al obispo y su séquito, por lo general, un notario, un fiscal y un nuncio, se les podía encontrar con sus mulas y carruajes, por los peñascosos caminos de la vieja Ribagorza.

 Cada viaje era preparado concienzudamente y era avisado con doble carta, una para el párroco, no estuviera ausente, y otra para los jurados del pueblo a fin de asegurarse un buen alojamiento que no siempre coincidía con las abadías. El cuestionario por lo general era común a los distintos pueblos programados en el viaje y respondía a las preocupaciones del obispo: conductas de los curas, estado material de las iglesias y objetos del culto, abadías, cementerios, libros parroquiales, testamentos, etc. Por todo ello cobraban los visitadores unos derechos que se llamaban de dieta, de pila (por la visita a la pila bautismal), de testamentos, de sepultura, etc. que les permitía sobradamente sufragar los gastos de desplazamiento y que se anotaban en un libro paralelo al de la visita.

Analizadas desde hoy las visitas pastorales, constituyen un valioso testimonio de la vida de aquellos pueblos, muy centrada por cierto en la iglesia, su liturgia, las celebraciones importantes de sus vidas, presididas por el clero desde el bautismo hasta la muerte. Puede decirse que la iglesia y lo que acontecía en ella, era lo único de importancia y de relieve que pasaba por sus anodinas vidas, nacidas para sufrir, trabajar de sol a sol, desde los 4- 5 años hasta  el fin de sus días que, por término general, ocurría antes de los 60 años. El tener un retablo con imágenes de santos, diablos ó ángeles con que llenar su necesitada imaginación ó un buen juego de campanas en lo alto de la torre, para guiar al perdido en las noches más obscuras, levantar el ánimo en un bandeo festivo ó modular los sentimientos tristes en el toque de difuntos,  eran necesidades que debían ser aseguradas por el Visitador, y por supuesto, entraban en los cuestionarios de las visitas pastorales, como en la que se hace en 1.597 a La Puebla conminando a los Jurados de la villa a que, en el plazo de un año, concierten un retablo para el altar mayor. Fue precisamente el 25 de Julio del año 1.597 cuando el Visitador Carolus Muñoz, Dei Apostólica Sedis Gratia Barbastrensis,  visitó la parroquial de San Román de Castro y de La Puebla, aneja a Castro. Entre otras cosas, manda al Abad, Vicario y racioneros de Castro que en los tres dichos lugares (Castro, La Puebla y Barasona) enseñen cada Domingo la doctrina cristiana y que hagan guardar las fiestas y cumplir con el precepto de ir a misa. Pero lo que el Visitador subraya con tinta roja es que no se entiende que los de La Puebla de Castro sigan sin tener un retablo en el altar mayor, tal como había ordenado hace un año. Por lo cual conmina a los Jurados y primicieros de dicho lugar a que en el plazo de un año concierten con un maestro un retablo cuyo proyecto, traza y formas él deberá aprobar, bajo pena de cincuenta escudos. Este sería el anterior retablo que hubo en La Puebla y que desapareció, no se sabe como, al traer de Castro el actual, sin duda de mayor calidad.
Hay que destacar en esta visita, que se ordena arreglar la pila bautismal de Castro, poniendo un vaso por dentro y una carroza a modo de tapadera. A la vez se ordena a los jurados y primicieros se compre unas crismeras de plata (las actuales que se conservan) para La Puebla y una horquilla de plata.


Sesenta y nueve años antes, en el mismo mes de Julio, concretamente el 16, del año 1.528 llegaba a Barasona la esperada comitiva presidida por Don Jacobus Maqull, Visitador Apostólico delegado del Cabildo de Lleida, a la sazón, sede vacante, y a cuya diócesis pertenecían la mayor parte de los actuales pueblos de la Diócesis de Barbastro, todavía no erigida. Serían, poco más ó menos, las 8- 9 de la mañana. No habían madrugado mucho ya que el día anterior habían visitado los pueblos de Aguinaliu, Castarlenas y Pueyo, donde habían dormido.

El programa de la visita ya se lo había anunciado al Abad de Castro, D. Francisco de Riazuelo, y a los jurados de La Puebla. Primero harían la visita a Barasona, luego la de Castro y, finalmente, la de La Puebla, donde pasarían la noche ya que la abacial de Castro se encontraba bastante deteriorada, como ellos mismos comentan en el resumen de la visita. Al día siguiente, 17 de Julio, cumplirían con Volturina, Obiergo y Sequastella. Los días de Julio eran largos lo cual unido a una buena organización del itinerario, les permitía hacer tres pueblos en un día.


Foto de Barasona antes de ser inundada por el Pantano
Comienza con la visita a Barasona, y dice que la iglesia está dedicada a San Sebastián y servida por un vicario, cuyo nombre es ilegible, pero lo suficiente para saber que ya entonces tenía cura residente, aunque dependiente del Abad de Castro. Esto no ocurría con La Puebla que era atendida, lo mismo que Peraltilla (la actual Casa Peralta), por unos Racioneros que vivían en Castro. El visitador dice que es una parroquia sufragánea de la de Castro y halla todo correcto, el campanario y sus dos campanas, así como el cementerio que se halla a la salida del pueblo, debidamente cerrado y cercado. Es una iglesia de poca importancia ya que no tiene otros altares y “beneficios”, por lo que poco más hay que comentar. No obstante, en el libro de visitas, aparece con título propio, no así la visita a La Puebla que aparece como apéndice de la de Castro, eadem diari personarum”, ya que efectivamente era en Castro donde residían el Abad y los Racioneros que atendían La Puebla y Peraltilla (La actual Casa de Peralta).

De Castro dice que la iglesia está dedicada a San Román, y está presidida por D. Franciscus de Riazuelo el cual no es sólo rector sino Abad. Del espléndido retablo (hoy en La Puebla) dedicado a San Román y que había sido pintado hacía unos 28-30 años, probablemente a instancia de alguna anterior recomendación pastoral, no dice mas que “visitó el altar mayor y lo encontró adornado con todo lo necesario y bastante decentemente”, lo cual no nos debe extrañar ya que para entonces esta monumental obra no era más que un conjunto de cuadros con la historia de la Pasión y la vida heroica de San Román para ejemplo de las cuatro casas que había en la aldea. “Invenit illud ornatum omnibus necessariis satin decenter” Casi nada, que diría un coleccionista de arte.

Por el contrario, y curiosamente, al hablar del altar mayor dice que hay un beneficio, bajo la invocación de San Román y cuyo beneficiado es Bernardus Juan Sierra, el cual no está presente y tiene de rentas cien sueldos con la obligación de celebrar en dicho altar 20 misas por los fundadores del Beneficio que son la familia Falena.  Una forma de vincular a la tierra y a la carrera eclesiástica a los hijos, las familias pudientes, como probablemente sería la familia Falena, dejaban en testamento una cantidad de dinero adscrita a una fundación o beneficio de modo que se beneficiasen determinadas personas, por lo general los hijos, induciéndoles así a la carrera eclesiástica, a la vez que se aseguraban con sus oraciones un tranquilo descanso en el más allá. Bernardus JuanSierra sería el beneficiado y aunque ausente, al menos 20 días debería estar en Castro para celebrar las respectivas misas y poderse llevar los cien sueldos, cantidad con la que entonces se podía comprar 34 gallinas y que equivalía a 20 sueldos ó jornales de un peón.

Visitó el delegado episcopal otro altar dedicado a San Miquel, el cual estaría adosado al muro de la epístola. En este altar había un beneficiosub eadem invocatione” cuyo beneficiado era Salvador Angulo, presbítero ausente, el cual tenía por rentas  diez libras (aproximadamente 700 sueldos), debiendo celebrar en dicho altar sesenta misas. Este mismo altar tenía otro beneficio, bajo la invocación del Beato Albino y cuyo beneficiado era el Venerabilis Miquel Calvera, presente en Castro, el cual tenía de rentas diez libras y entre otras cosas que no se leen bien, cuatro casas que el visitador halló convenientemente conservadas, con la obligación de celebrar sesenta misas. Por lo que se ve, este altar era una mina de oro y la mayoría de las casas de la aldea pertenecerían al venerable Calvera, por cierto apellido que aparecerá posteriormente en Barasona y que ya existía en La Puebla en el famoso censo de 1.495. En la actualidad, del apellido Calvera no queda en La Puebla más que el topónimo “la baseta de Calvera”. Los otros apellidos de Santaliestra y Juan Sierra quedan patentes en sendas casas del pueblo.

Del resto de la visita, se destacan dos grandes lámparas que ardían frente al altar mayor, el cementerio que lo halló debidamente cerrado y el campanario en el que halló tres campanas, debidamente conservadas. La abadía, ya hemos dicho que la encontró  indigente” por lo que la mandó restaurar bajo pena de diez libras.
Destacamos la noticia que nos da del cementerio, debidamente cerrado, y que debemos situar junto al muro sur de la iglesia, en donde hay abierta una puerta por donde bajarían a los muertos desde el interior de la iglesia.

Respecto a personas y dignidades dice el visitador que hay en Castro cuatro dignidades, ademas del Abad, que son: Dominus Juan Sierra, dominus Calvera, que sirve Volturina, Manuel Santaliestra y Romualdus Santaliestra, que cuidan de la iglesia de Castro, de la villa de La Puebla de Castro, de Barasona y de Peraltilla.

A continuación habla de las relaciones económicas entre Abad y racioneros.



LA VISITA PASTORAL DE AÑO 1.699 Y OTROS DOCUMENTOS
             

Las visitas pastorales que los Obispos hacían a sus parroquias por imperativo canónico, se debían hacer una vez al año, con un cuestionario más ó menos standard y que casi siempre respondía a conductas y cosas materiales. Pero cuando se enteraban, por una acusación, de que algún cura no cumplía con sus obligaciones canónicas, sobre todo, sus obligaciones derivadas del celibato, la actuación era rápida y fulminante. Podrían aprender de esta forma de actuar, muchos monseñores de hoy que por tapar conductas reprobables de sus clérigos han tenido que enfrentarse incluso con la justicia secular.

La visita pastoral la efectuó a La Puebla de Castro el día 20 de Febrero de 1.699,   Don Joseph Martínez del Villar, por la Gracia de Dios, Obispo de Barbastro. Respondía a una acusación efectuada por el fiscal de la Diócesis, el Reverendo Emanuel López, que “dijo y alegó que en la Iglesia Colegial de la Villa de La Puebla de Castro y San Román de Castro hay una gran necesidad de visita y así mismo a los Abad, Racioneros, Vicario y Beneficiados de la Iglesia Colegial, por no cumplir aquellos con las obligaciones que tienen de sus beneficios.....para corregir y castigar sus operaciones y modo de vivir y examinarlos de su idoneidad y suficiencia......  La acusación es genérica pero ya se encargará el obispo de concretarla en el edicto que manda al Capítulo de La Puebla para que sea publicado en la primera misa de precepto que se celebre en la colegial y que, visto desde hoy, nos llama la atención por su claridad y valentía.

El edicto dice así: “Nos D. Joseph Martínez del Villar, por la Gracia de Dios.....etc. etc. sobre todo Juez Apostólico Delegado en las causas de visita...a todas y cualesquiera personas, así eclesiásticas como seglares de cualquier estado, grado ó condición sean a cuya noticia de abajo contenido...os exhortamos y amonestamos bajo las penas puestas por derecho que todo lo que supiereis ó hubieseis entendido algunos de dichos crímenes ó excesos...lo manifestéis ante Nos dentro del tiempo abajo señalado, especialmente si sabéis ó habéis entendido que no se digan y celebren los aniversarios y misas de tabla que hay fundados en esta Iglesia Colegial de Beneficios y Capellanías con el orden y cuidado que se debe. Item si sabéis ó habéis entendido que por culpa del Abad, Racioneros y Vicario de esta colegial, se haya muerto algún parroquiano sin recibir los Santos Sacramentos ó que haya dejado de visitar los enfermos consolando y exhortándolos a que dispongan en tiempo las misas concernientes a descargo de sus conciencias, ó que no les hayan ordenado sus testamentos habiéndoselo pedido, ó que no acudan a ayudar a buen morir a los enfermos, como tienen obligación ó que no declaren  al pueblo el evangelio los Domingos y Fiestas Principales, ni enseñen a los niños la doctrina cristiana...ó que pidiéndole entre el año algún parroquiano le confiese y comulgue no lo haya querido hacer. Item si sabéis que los Abad, Racioneros, Vicario ó Beneficiados sean causa de algunas riñas ó disensiones, si han jugado públicamente con escándalo a los dados, tablas, naipes, pelota, ó, otros juegos, ó si han sido tratantes ó entendido en otros oficios y ejercicios que desdigan el hábito sacerdotal....Item si sabéis que hayan vivido ó viven deshonestamente teniendo conversación con personas sospechosas entrando en sus casas ó consintiendo que ellas entren en las suyas de suerte que de su trato y de las frecuentes entradas y salidas de los unos en las casas de los otros, haya murmuración y verdadero escándalo, ó que se tengan en su servicio mujeres sospechosas..

..Y porque todo lo dicho resulta de gran daño al Pueblo....os amonestamos  y exhortamos bajo las penas puestas por derecho que si algo supiereis ó hubierais entendido de lo arriba dicho ó de otros cualesquiera vicios, lo vengáis a denunciar ante Nos y en nuestro Palacio episcopal de Barbastro en quince días naturales........Y que esto lo mandamos a vos el Vicario de la Colegial de La Puebla de Castro y a cualesquiera de sus presbíteros de esa diócesis que el primero día festivo ó en cualquier otro lo publiquéis en dicha colegial el presente edicto y de dicha publicación nos hagáis relación al pié de la presente...........

En nuestro Palacio episcopal de Barbastro el veinte del mes de Febrero del año de mil seiscientos noventa y nueve. Joseph Obispo de Barbastro.”


Al pié del edicto consta. “Ago verdadera relación el abajo firmado como he publicado el presente edicto al tiempo del ofertorio de la misa conventual en veintidós de Febrero del año mil seiscientos noventa y nueve en la Colegial de La Puebla de Castro. Mosén Ildefonso Ferrer  Vicario de La Puebla de Castro”.

Las desviaciones y excesos del clero de La Puebla no debían ser infrecuentes si tenemos en cuenta su número, su fuerza como colectivo y las complejas relaciones económicas que mediaban entre Concejo, Abad y Racioneros. En el año 1.699, para una población que no alcanzaba los 600 habitantes, el Colegio presbiterial está formado por el Abad y por tres racioneros, Juan Gudal, Jaime Janbel y Rafael de La Casa.

Las disensiones entre el propio Capítulo eran casi siempre por la complejidad de sus relaciones económicas. Ya en la visita pastoral del año 1.571 que comentamos en otro capítulo y por una sentencia arbitral del año 1.573 que se conserva en el archivo de la diócesis de Barbastro, sabemos que el Abad D. Francisco de Riazuelo estaba  obligado a dar de las rentas de su abadiado “por cada año y perpetuamente a los dichos bayles, consejo y jurados y universidades del dicho lugar de La Puebla  cien sueldos jaqueses en cada año, pagadero por el día de San Martín, y un caíz de trigo, bueno, limpio y mercadero, ...y medio caíz de segaltrigo, bueno, limpio.. y un nietro y medio de vino... todo pagadero por el mismo día de San Martín, y esto ab aeterno, para siempre jamás.” Todo esto irá a cargo de la Abadía y será el mínimo de subsistencia para pagar al Racionero que se haga cargo de La Puebla, siendo todo lo necesario que excediere a estas cantidades por cuenta del Concejo.

Si complejas eran las relaciones económicas con un solo Racionero, imaginémonos la época que comentamos en la que había tres Racioneros. De una época algo posterior, año 1791, tenemos la “Nota de los Beneficios, Capellanías y servicios que hay fundados en La Puebla de Castro” y que nos sitúan en el contexto que comentamos. Las disensiones que surgían entre Abad y Racioneros venían de la obligación de aquél de dar al conjunto de los tres Racioneros, 16 cahices y medio de trigo, 17 nietros de vino y 6  escudos, todo ello a cargo de los diezmos.

Por la respuesta que el Abad, D. Francisco Lacasa, dio al cuestionario presentado por el obispo en 1.818, sabemos que “los diezmos los percibe el Abad y los (cuatro) Racioneros, y éstos tienen la décima de cuatro casas, y además de esto paga el Abad a dichos Racioneros cuatro cahices y medio de trigo a cada uno, y cuatro nietros de vino, y al Vicario de Barasona cuatro cahices de trigo, cuatro de mixtura y ocho nietros de vino. Se paga la décima de pan, vino, aceite, cebada, corderos y cáñamo. No hay casa privilegiada” (excusada, es decir, reservada al Rey).

A parte, había que repartir los derechos derivados de novenas, misa conventual, entierros etc. cuya normativa compleja y prolija quedó definitivamente plasmada en el año 1.777 en el “Lucero de las costumbres, estilos y observancias de la Iglesia Colegial de La Puebla de Castro”, un modelo de regulación minucioso y prolijo que pondría fin a las permanentes disputas entre el propio clero y jurados.

Con respecto al incumplimiento con las obligaciones de los aniversarios según los Beneficios y Capellanías, el problema era el siguiente. Los Beneficios eran una especie de fundaciones que afectaban las rentas de un capital mobiliario ó inmobiliario para efectuar un determinado número de misas a favor del fundador de la capellanía. Como es natural, con el transcurso de los años y la inflación, un beneficio podía no generar los suficientes intereses ó rentas, por lo que el capellán que ostentaba el beneficio dejaba de cumplir con la obligación. Hay que señalar que sólo el Obispo podía reducir ó modificar las condiciones del Beneficio, lo cual ocurría siempre a instancia del beneficiario cuando las rentas no compensaban las obligaciones.

Es así mismo interesante anotar la obligación que, según el edicto, tenían los sacerdotes de asistir en los testamentos a los que eran requeridos, como verdaderos notarios que eran, y su influencia en el descargo de las conciencias de los causantes que, con frecuencia, dejaban sustanciosas sumas para misas.

Del celibato queda patente en el edicto la importancia que se daba incluso a las formas externas, de modo que si no castos, al menos debían ser cautos, aunque el obispo no limita la acusación a las puras apariencias externas.


ABADIADO DE CASTRO - 3 de 3 - ESTUDIO DEMOGRÁFICO Y ECONÓMICO DE LA PUEBLA DE CASTRO EN LOS SIGLOS XVIII Y XIX

ABADIADO DE CASTRO   (3de3)

3) ESTUDIO DEMOGRÁFICO Y ECONÓMICO DE LA PUEBLA DE CASTRO
    EN LOS SIGLOS XVIII y XIX. Se analizan documentos de 1747 y 1817.

(Autor: Antonio Torres Rausa;
 Licenciado en Filosofía y Letras y en Derecho, organista y miembro fundador de la Asociación Aragonesa Aguilera de Heredia, amigos del órgano)

Artículo publicado en el “Diario del AltoAragón”, 10 de agosto de 2009

Bendición de las casas el Sábado Santo y recogida de huevos por Mosén Antonio Olivera y el sacristan Mariano Serena "Borbón". Fecha de la foto: 4 de Abril de 1954. Se encuentran en la Plaza Mayor, en la puerta de Casa El Sastre.
Los monaguillos cantábamos: ”Ángeles somos, del cielo venimos, cestas traemos y huevos pedimos”
A TRAVÉS de amplios cuestionarios que los visitadores apostólicos preparaban en sus visitas pastorales a las parroquias de su diócesis, hemos conocido cantidad de datos sobre pueblos que hoy serían totalmente desconocidos. En su día, publicamos en este mismo medio, las visitas pastorales del Obispo de Barbastro a La Puebla de Castro en los años 1528, 1597 y 1699. De las visitas se desprenden cantidad de noticias sobre el retablo, campanas, ajuar de la Iglesia, vida y conducta de los curas y parroquianos, etc.

Hoy me voy a centrar en los datos que aporta la cédula que envía el cura de La Puebla de Castro a su obispo el 7 de abril de 1747, en la que le da cuentas del Cumplimiento Pascual de sus feligreses, que dicho sea de paso, corresponde al 100% de los habitantes del pueblo.

La Iglesia obligaba, y que yo sepa el precepto sigue vigente, a que todos sus feligreses comulgasen y confesasen, por lo menos, una vez al año. Este precepto se hacía cumplir en la Pascua y se aprovechaba para realizar un examen previo de doctrina cristiana. De esta manera, la Iglesia tenía un conocimiento total del estado espiritual de su grey, que en lo que se refiere al estado material, como también veremos, lo realizaba a través del diezmo.

La confesión tenía que ser sincera en cuanto a los pecados más graves y vergonzantes pues, de lo contrario, la comunión sería sacrílega: Por eso, para facilitar el anonimato, se traían confesores de otros pueblos que no conociesen al penitente y así y todo, en muchos casos, el cumplimiento pascual no dejaba de ser un “cumplo y miento”. En todo caso es justo reconocer, el prestigio que siempre tuvo la Iglesia con respecto al sigilo sacramental o secreto de confesión, lo cual no impedía tener un exhaustivo conocimiento de cada uno de sus feligreses y del conjunto de su grey.

El documento que analizo se refiere al Cumplimiento Pascual que hubo en La Puebla de Castro el 7 de Abril del año 1747 y que se encuentra en el archivo de la Diócesis de Barbastro. El racionero y regente Joseph asevera “por la verdad in pectore sacerdotis que han cumplido todos los parroquianos con los anuales preceptos de confesión y comunión... y así mismo han sido examinados y aprobados en la doctrina Cristiana como consta del asiento en los cinco libros”. En la cédula analiza casa por casa y a cada uno de sus vecinos, haciendo constar su estado, casado-a, soltero-a, viudo-a, mancebo, doncella, párvulo-a, menor, criado-a , pastor...

Dice que los nacidos y bautizados en el año 1746 son 27, de una población de 422 habitantes. Los difuntos adultos son 12 y los difuntos párvulos suman 28.

La primera conclusión que sacamos es la elevada tasa de natalidad que sobrepasa el 6% de la población, que no es nada si tenemos en cuenta la mortandad que asciende al 10% (hoy consideraríamos una mortandad normal la que va entre el 0,8 y el 1%). Por lo que se observa, el tránsito del parvulario era más que difícil, ya que de los 40 fallecidos más de la mitad son párvulos.

Los parroquianos que enumera la cédula que han cumplido con el precepto, son 422, incluidos 5 menores, y siendo el cumplimiento el 100% de la población, significa que ése es el número de habitantes, incluyendo a los 19 habitantes de Castro. La hoy desaparecida aldea de Castro estaba constituida por Casa Joseph Rami (9 de familia más 2 pastores y una criada), Casa Ramón Oncino (2 de familia y un criado) y Casa Joseph Salamero (4 de familia). También se incluye la actualmente en ruinas Casa Peralta, con sus 2 casas, la denominada principal o Casa de Dª Theresa Soldevilla Viuda (5 de familia más la criada) y Casa del Basallo, donde vive un matrimonio al servicio de la principal.

El total de 422 vecinos se distribuyen en 99 casas con un promedio de poco más de 4 personas por casa. En la mayor parte de las casas convivían 3 generaciones y en algún caso 2 matrimonios que ni siquiera eran familia pero que aprovechaban la misma casa.
Las casas de mayor poderío económico son las más pobladas: “Casa Juan Antonio La Casa” y “Casa Andrés Gudel” que tienen 11 miembros respectivamente contando 2 criados y 2 criadas cada una de ellas.

Es de destacar la “Casa del Abad”, que cita a Magdalena Aguilar como casera, María Nadal como criada y a Pedro Cardid y Fco. Joyas como criados. El abad es con toda seguridad el Dr. Joseph de Lasala, siendo obispo de Barbastro D. Juan Manuel Cornel, hijo de Cerler y que por cierto murió en La Puebla de Castro cuando iba de viaje.

No es de extrañar el poderío del Sr. Abad, ya que La Puebla de Castro era un abadiado de patronato señorial, dependiente del Marqués de Castro que elegía al abad y lo presentaba al Obispo. Prerrogativa exclusiva del abad de Castro era el derecho de colación o investidura de sus racioneros o curas coadjutores, único caso que se daba en toda la diócesis de Barbastro. El abad de La Puebla de Castro tenía el diezmo sobre Castro, La Puebla, Barasona y Peralta. Como quiera que de los diezmos había que repartir 2/9, en concepto de tercias reales, al señor temporal (marqués de Castro) y ¼ al Sr. Obispo (de ahí viene la frase de “tener muchos cuartos”), había que llevar una disciplina contable muy prolija, lo que nos permite hoy tener una idea muy aproximada de la producción agropecuaria de aquellos tiempos.

Tenemos documentación muy precisa del valor del diezmo del Abad en una fecha algo posterior, cuando al quedar vacante el abadiado por muerte del abad en 1817, D. Antonio Díaz, en nombre de su Ilma., pide al capellán de La Puebla de Castro D. Francisco Lacasa que cuantifique el valor del diezmo de la cosecha próxima a efectos de poder determinar qué tanto por ciento debía pedir al nuevo candidato para el puesto de Abad. Por lo que se ve para optar al puesto tenía que ser un clérigo con cierta liquidez ya que su señor (obispo o marqués), que irían algo alcanzados, pedían dinero por adelantado. De la contestación que D. Francisco Lacasa hace a su Ilma. Se deducen las siguientes cifras:

Ingresos del Sr. Abad por diezmada
Cahíces de mixtura ............................ 70
cahíces de trigo ................................. 14
cahíces de ordio-cebada ..................... 8
cahíces escalla .................................. 24
cahíces avena ..................................... 2
nietros de vino ..................130 (26,000 l)
arrobas de cáñamo ........................... 20
mijo
pollos
gallinas de treudo ............................... 4
quintales de aceite .............................. 8

Producción global de Castro,
La Puebla y Barasona
Cahíces de mixtura ...........................700
cahíces de trigo ................ 140 (93.240l.)
cahíces de ordio-cebada .................... 80
cahíces escalla ................................ 240
cahíces avena ................................... 20
nietros de vino ........... 1.300 (260-000 l.)
arrobas de cáñamo ......................... 200
mijo
pollos
gallinas de treudo ............................. 40
quintales de aceite ............................ 80
               (aprox. 4000 l.) (mala cosecha)

Éstos son los ingresos que se estima tendrá el Abad en el año 1818 y, en consecuencia deducimos los totales del abadiado. El Sr. Abad, aparte de sus obligaciones con el Sr. Obispo y con el Marqués de Castro tendrá que repartir entre sus racioneros, que eran cinco, y el vicario de Barasona. Naturalmente, tenía, además, los ingresos derivados del culto, por lo que, en conjunto, el abad de La Puebla de Castro se permitía una vida relativamente holgada y su puesto era codiciado por la mayor parte del clero de la diócesis.

La mixtura era la materia prima con la que se hacía el pan que comían los pobres, es decir, la mayoría del pueblo. Con sólo 140 cahíces de trigo estimamos que sólo podía comer pan blanco una tercera parte de la población, lo cual coincide con las noticias que nos da el Diccionario Madoz que dice que La Puebla produce pan sólo para una tercera parte de su población. La rentabilidad del suelo era muy baja, no mucho más alta que la de siglos anteriores que no sobrepasaba la relación de 3 granos por cada uno de simiente.

En cuanto al aceite, si estimamos un consumo de 25 litros por persona, debemos pensar en una autosuficiencia con cosechas normales de 10.000-12.000 litros.

En cuanto a la producción vinícola es claramente superior a la de los tiempos últimos, antes de que las viñas fueran arrancadas. En el año 1943 se declaró una cosecha de 168.000 l. y en 1962 sólo se alcanzaron 162.400 litros. En la fecha a que nos referimos había mucha viña plantada y una producción de 260.000 litros reportaría a las principales casas los necesarios recursos para mantener un cierto estatus.

No deja de ser paradójico en una visión moderna de la economía, que con estas cifras de producción aportadas se pudieran mantener en el conjunto de este territorio 25 criados, 11 criadas y 6 pastores, según aparece en la citada cédula del Cumplimiento Pascual de 1747.







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