ABADIADO DE CASTRO (1 de 3)
1) MARQUESES, ABADES, RACIONEROS Y PUEBLO
Antonio Torres Rausa |
Autor: Antonio Torres Rausa
Artículo publicado en el "Diario del AltoAragón", el 1 de mayo de 2002
Los pueblos de lo que fue el Abadiado de Castro pertenecen a la diócesis de Barbastro desde que ésta fue erigida en el año 1571. Con anterioridad a esta fecha dependían del Obispado de Lérida. Pero aún antes de la reconquista de Lérida y, por tanto, de la implantación de su Obispado, ya existía el Abadiado de Castro. Dice Saturnino López Novoa citando un manuscrito del racionero Cañada que “en el año 775 el rey de Francia sacó a Castro del poder de los moros, y dio esta iglesia a los monjes Benedictinos, quienes permanecieron en ella hasta el año 1.466. Esto, según Cañada, consta de una escritura de privilegio que otorgó a favor de los de Castro, D. Felipe Galcerán de Castro, siendo testigos entre otros, D. Antonio Español, Abad de Castro y de Nuestra Señora de la O; todavía conservan dicha escritura los vecinos del pueblo”.
Con independencia de la historicidad de esta noticia, la iglesia de Castro tuvo una gran importancia en la edad Media, pese a que su población no debió sobrepasar nunca las cinco ó seis casas ó los cuarenta ó cincuenta vecinos, arropados junto a la aristocrática iglesia románica y el enriscado castillo conquistado por Sancho Ramirez en el año 1081. Y también es seguro el origen benedictino de la Colegial de Castro, cuyo rector tuvo el título de Abad, hasta bien entrado el siglo XIX, más allá de la supresión de los diezmos en el año 1835, ya trasladada su sede a La Puebla de Castro en el año 1622.
Como dice el Elenco de 1919, suscrito por el que fue párroco de la misma e hijo del pueblo, D. Francisco Trell Labrid, al referirse a la condición económica de la parroquia de La Puebla: “Aunque no hay memoria ni exista en este archivo parroquial documento fehaciente de la erección de esta parroquia, sin embargo consta en las “Notas Monográficas del Lucero Parroquial” que en la actualidad tiene en estudio y redacción el infrascrito párroco, la noticia de que el año 1622, decretó el visitador Diocesano D. Tomás Turlán “que el Abad y Racioneros de Castro se bajaron a La Puebla por no haber quedado en Castro más que tres casas”. Pero como vicaría (sigue la cita) hubo de existir ya mucho tiempo antes, porque también existe una nota declarando que en el año 1549, el doce de Noviembre fueron bendecidas las Pilas bautismales de la Puebla por el Ilmo. Sr. Obispo D. Benito Zapater de Philadelphia. Y a su vez la Iglesia de Castro debe reconocerse como una de las más primitivas de la reconquista, sino ya de los tiempos de los Godos, pues en tiempo del rey Ramiro, estaba ya representada su iglesia por el Abad de Castro. Se provee por el Barón de Castro cuyo título y Patronato posee en la actualidad el Exmo. Sr. Duque de Medinacelli.....”
De forma muy simplificada diremos que los rectores de las distintas iglesias locales podían ser vicarios, sin jurisdicción propia, ecónomos, con jurisdicción pero sin propiedad, párrocos que tenían la plaza en propiedad, priores que eran una especie de párrocos preeminentes y Abades con una jurisdicción más amplia. En concreto, el Abadiado de Castro comprendía las poblaciones de Castro, La Puebla de Castro, Peraltilla (casa de Peralta) y Barasona. El Abad tenía los diezmos sobre estas poblaciones que, por pertenecer a la Real Casa de Castro, eran de patronato, es decir, los cargos eclesiásticos eran provistos por el titular de la Casa de Castro. En la práctica, pues, era el señor temporal quien tasaba y vendía el cargo de Abad, si bien era éste quien recogía los diezmos para la iglesia, su mantenimiento personal y el de sus racioneros, una vez deducido la cuarta parte que era para el Obispo. (Había Obispos “con muchos cuartos” como el de Toledo y otros con “pocos cuartos” como el de Barbastro ó Jaca). Con respecto a párrocos con el título de Abad, en toda la diócesis no había más que dos, el de Ainsa y el de Castro, ó tres, si incluimos al de Estadilla que hasta hace pocos años perteneció al Obispado de Lérida. Pero de los tres, sólo el de Castro, y posteriormente el de La Puebla, tenía el poder de “colación” ó imposición del bonete a sus racioneros, ceremonia importante reservada a los Obispos y que era como la ratificación y entrega de jurisdicción eclesiástica que el señor temporal de Castro no podía dar con sus nombramientos .
En el censo que se hizo en Aragón sobre el fogaje de 1495, la aldea de Castro se tenía 4 fuegos: la casa del Abad Miguel de Riazuelo con dos racioneros, la de Johan de Boltorina, la de Salvador Ram(i) y la de Pedro Nabal que era pordiosero (que vivía de la caridad). Una aldea de treinta a cuarenta almas no podía considerarse importante ni siquiera en aquella época que el total de habitantes de Aragón no sobrepasaba el cuarto de millón y que la mitad de sus habitantes vivían en núcleos menores de 10 fuegos. Pero, con todo, Castro, cabeza del Abadiado y origen de la Real Casa de Castro, mantuvo una preeminencia entre las iglesias de Aragón. Esto justificaba de sobras el aristocrático perfil de su Iglesia románica y aún las ricas joyas y espléndido retablo gótico pintado justamente en estas mismas fechas.
Este retablo, recientemente restaurado, está hoy en La Puebla y debió pintarse entre los años 1495 y 1500. Intervinieron varios pintores, uno de ellos Juan de Lovaina. En sus 26 magníficas tablas se narran la crucifixión y muerte de Jesús y la historia de San Román, santo al que se dedica el retablo y que está vestido de benedictino, lo mismo que el ofertante que aparece a los pies del santo. El que ambos, Santo y ofertante, estén vestidos de benedictinos, nos sugiere el origen benedictino de Castro, tal como hemos dicho al principio, ya que ni es seguro que San Román fuera benedictino ni mucho menos el ofertante que, dada la categoría de la obra, pienso no podría ser otro que el Señor de Castro, entonces D. Felipe de Castro “El Póstumo”, vestido con el hábito de la Abadía y desproporcionadamente pequeño como expresando su gran humildad ante el Santo.
En el censo de Aragón sobre el fogaje de 1495 aparecen en La Puebla de Castro 29 fuegos, unos 175 vecinos, con el nombre de sus casas algunos de cuyos apellidos todavía sobreviven en el lugar: son Pedro La Mata, Bayle, Pedro Purroy, Jurado, Marro, Juan de la Sierra (Juan-Sierra), Jayme de Gudal (Gudel), Antoni Ferrer, Antoni Santa Lestra, Jaume Nascenta, Pascual del Roy, Antoni Calvera (de éste sólo se conserva la toponimia “Balseta de Calvera”). Para entonces, año 1495, se trataba de un lugar importante, atendiendo a su población. Pese a lo cual el Sr. Abad, en 1495, D. Miguel de Riazuelo, vivía en Castro con sus dos racioneros; en la austera Abadía, “indigente,” según consta en una visita pastoral de 1543, y la compañía solitaria de tres casas.
Peraltilla, hoy la abandonada casa Peralta, tenía tres fuegos, Juan de Mur, que era el señor del lugar, Pedro La Plana y Bernat de Costa. Las relaciones de los distintos señores de la Casa de Peralta y los distintos Abades de La Puebla, siempre fueron difíciles y conflictivas, como correspondía a dos poderes que sobresalían del común.
Por sentencia del 24 de Septiembre de 1628 el Obispo de Barabastro Fray Gerónimo Lanuza le recuerda al entonces señor temporal de Peralta, Antonio Ximenez de San Román, la obligación que desde tiempo inmemorial tiene la Casa de pagar el diezmo al Abad, so pena de excomunión. Pero con frecuencia, fueron los diezmos de los corderos procedentes de rebaños que bajaban de la montaña y que no eran propiedad de la casa, pero que nacían en el término del Abadiado, los que provocaban las diferencias y que, “ratione territorii” el Abad reclamaba. Los pleitos eran largos ya que, el altivo señor de Peralta sólo atendía a razones de excomunión que sólo el Obispo podía imponer, como la sentencia de 1719 contra los señores de Pedro y Sancho Ximenez de San Román y de Mur que le habían retenido el diezmo correspondiente al año 1719 consistente en 13 corderos. Por cierto, que este mismo argumento basado en el principio de territoriedad, lo utilizó el Abad de La Puebla en el año 1799 contra Francisco Salamero de Bolturina y Miquel Naval de Ubiergo que habían pagado el diezmo y la primicia al párroco de Bolturina por campos situados en término de La Puebla de Castro. El entonces Obispo de Barbastro Agustín Abad Lasierra, eminente jurista, dio la razón al Abad.
Según el mismo censo que hemos comentado, Barasona tenía ocho fuegos, entre los que no se encontraba el del cura ya que en esta época todavía era servido desde la atalaya de Castro por un racionero, que bajando por el camino del Soto y atravesando el viejo molino de los señores de Castro, en poco más de media hora se plantaba en este pueblo, hoy bajo las aguas del pantano que lleva su denominación.
Por una sentencia arbitral de 1573 que se conserva en el archivo diocesano de Barbastro, conocemos las reglas que regían las relaciones del Abad, Racioneros y Jurados. Menciona en esta sentencia al Abad Francisco de Riazuelo, el mismo que aparecerá en una visita pastoral que hemos encontrado en el archivo de la catedral de Lérida del año 1543 y cuyo apellido lo encontramos ya como Abad en el censo de 1495, lo cual nos indica las buenas relaciones que esta familia mantuvo con los distintos señores de Castro, Felipe de Castro “El Póstumo” en 1495 y Berenguer Arnau de Cervellón en 1543.
Con respecto a La Puebla de Castro dice la mencionada sentencia que un Racionero de Castro, ú otro según turno, se hará cargo de la cura de las almas, a cuyo fin quedan afectadas unas determinadas rentas del Abadiado, si bien la obligación de mantenerlo por lo que supere a esas rentas correrá a cargo de los Jurados. Y, en caso de peste, la prioridad de servicio religioso la tendrá Castro.