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LA SAL DE LA VIDA EN LA PUEBLA DE CASTRO: FUEN SALADA Y LAS SALINAS


Autor del artículo: 

Pedro Bardají Suárez

Colaborador: 

Antonio Ferrer Torres de Casa Benarda

Asesor ingeniero de minas: 

Víctor Ciutad Buetas de Casa el Cortante

 


INDICE:

  1. Introducción
  2. La sal: el petróleo de la antigüedad
  3. La sal se vendía en el estanco de Casa Salada
  4. Las salinas de La Puebla de Castro
  5. Aprovechamiento de las salinas por los reyes de Aragón durante la Edad Media
  6. El Estanco de la sal
  7. Estructura tradicional del salinar
  8. Biografía


- Clique sobre las fotos para disfrutarlas a mayor tamaño -

1. INTRODUCCIÓN

La sal es un producto que apenas destaca en las estanterías de alimentación de los supermercados, su precio es irrisorio y las revistas, los profesionales y programas de salud desaconsejan continuamente su consumo. Esta irrelevancia y mala prensa es reciente, de las últimas décadas. Antes fue muy diferente, llego a ser uno de los elementos más apreciados y prestigiosos del poder y del comercio. De la relevancia que alcanzó la sal trata el presente artículo y veremos el aprovechamiento de ella en La Puebla de Castro durante los siglos pasados a la luz del contexto histórico-económico.

Expedición de Informadores Turísticos Locales y colaboradores en busca de Fuen Salada bajo la guía de Antonio Ferrer Torres de Casa Benarda. De izquierda a derecha, Antonio Ortiz García de Casa el Triguero, José Francisco Soriano Rausa de Casa Soriano, Antonio Ferrer Torres de Casa Benarda, Rafael Franco Suiles de Casa la Médica, Anselmo Burrel Trell de Casa Gros. Autor de la foto: Pedro Bardají Suárez.

En el s. XVII existían dos explotaciones salineras en La Puebla de Castro: una en el paraje denominado “Las Salinas” y otra en Fuen Salada (en el inicio del Barranco de Fuen Salada) junto al yacimiento arqueológico del cerro Calvario.

Fuen Salada, sin duda, abasteció de sal a la ciudad hispanorromana de Labitolosa y a los asentamientos que en la misma zona se establecieron posteriormente: el castillo visigodo de Muns habitado por la famila Uskara y el mítico Bahlul ibn Marzuq, el poblado moro de Mialica y el hins musulmán de Muñones o Castro Muñones.

Sin embargo no fueron éstas las únicas salinas que se explotaron. Durante la Edad Media tanto la Real Casa de Castro como el Abadiado de Castro hicieron, temporalmente, aprovechamiento de otras salinas situadas en territorios de su influencia: Aginaliu-Juseu, Calasanz y Peralta (Castillón, 1985); e incluso de las importantes salinas de Naval (Torres, 2005).

En el artículo encontrarán la palabra “Estanco” en dos de sus acepciones. Por un lado como prohibición de la venta libre de un determinado producto cuya explotación, distribución y precio está reservada en exclusiva al Estado; en concreto aquí define el monopolio que ejerció el Estado sobre la sal (producto estancado) y la potestad de poder ceder parcialmente dicho monopolio a particulares. El segundo significado hace referencia a la tienda o punto oficial de venta de productos estancados: la expendeduría autorizada para la venta de la sal. 

El Estanco de la sal, decretado por Felipe II en 1564, supuso la expropiación de todas las salinas del reino de España (en Aragón no fue efectivo hasta principios del s. XVIII). Se cerraron la mayoría de las salinas, entre ellas las dos de La Puebla de Castro, el Estado pasó a gestionar las más rentables y a vender la sal en expendedurías autorizadas. El estanco o “toldo” de venta de sal de La Puebla de Castro lo regentaron los de Casa Salada.

La abolición del Estanco de la sal llegó en el año 1869; algunas de las salinas operativas se devolvieron a sus antiguos propietarios, otras se subastaron, se autorizó la reapertura de antiguas salinas clausuradas y la creación de otras nuevas.

Con el desentacamiento, La Puebla de Castro, de sus dos antiguas salinas, recuperó solo el manantial de Fuen Salada, con un caudal bastante menguado. Aun así, alcanzaba para uso doméstico de los vecinos, aliviando la economía de subsistencia en la que vivían la mayoría de las familias. El agua salada era recogida y transportada por las mujeres en cantres (cántaros) que llevaban apoyados en la cadera y a la cabeza, sobre un pañuelo o un benzello (vencejo) enroscado, más cómodo que el transporte en caldereta. En las casas se almacenaba en pequeñas tenalletas (tinajas) con tape de madera. Durante la cocción de guisos de olla (coles, verdura, pella…), en lugar de salarlos con sal, se les añadía un cacillo de agua de Fuen Salada. También se utilizaba para preservar alimentos en salazón, sobre todos las olivas.

Mujer transportando agua en cántaros. Autora de la foto: Pilar Sotelo Álvarez.

El siglo XX trajo el fin de Fuen Salada. Superada la época de la postguerra civil, llegaron las décadas del desarrollo económico y la producción industrial de sal. Con las mejores condiciones de vida, el incremento de la renta per cápita y un precio más que asequible de la sal de mesa, el manantial perdió su utilidad. En torno al año 1970 pasó al olvido. La tierra arrastrada por las tormentas y la creciente maleza acabó cegando la fuente y ocultando su localización. En el año 2021 solo un habitante de La Puebla de Castro recordaba su ubicación exacta, Antonio Ferrer Torres de Casa Benarda.

Recientemente, Antonio Ferrer Torres, a sus 88 años de edad, ha guiado entusiasta una expedición de Informadores Turísticos Locales y colaboradores para señalarles el emplazamiento del manantial. Con las primeras intervenciones de desbroce ha aflorado un pequeño e ilusionante caudal de salmuera; el experto pueblense en geología Víctor Ciutad Buetas de Casa el Cortante ha confirmado la calidad de la misma.

Expedición en busca de Fuen Salada. Antonio Ferrer Torres de Casa Benarda indica el lugar exacto donde se encuentra la fuente de salmuera, cegada y cubierta de maleza desde hace décadas. Autor de la foto: Pedro Bardají Suárez.
Fuen Salada, equipo de desbroce del manantial. Informadores Turísticos Locales y colaboradores. De izquierda a derecha, Felipe Santos Muñoz de Casa Chaime, Sergio Vergara Samaniego de Casa Vergara, Mariano Serena Samitier de Casa Borbón y Fernando Martín Bravo. Autor de la foto: Pedro Bardají Suárez.
Fuen Salada. Afloramiento de un pequeño caudal de salmuera tras las primeras intervenciones de desbroce del manantial. Autor de la foto: Pedro Bardají Suárez.

Los Informadores Turístico Locales de La Puebla de Castro, entre sus próximas actuaciones, tienen previsto terminar de desbrozar Fuen Salada y su entorno, y habilitar una ruta circular a pie que permita llegar hasta el manantial, contemplar de cerca la pintoresca Peña Roya, los restos de calzada romana y los misterios de la ciudad hispanorromana de Labitolosa.

Peña Roya. Se trata de un diapiro formado por arcillas plásticas de color rojizo cuyo ascenso ha sido interrumpido por un estrado de conglomerados y roca arenisca que la erosión del acantilado ha dejado a la vista. Autores de las fotos: Eugenio Cama Permisán y Pedro Bardají Suárez.

En los siguientes capítulos trataremos: capítulo 2, la importancia que la sal ha tenido para el ser humano desde la antigüedad; capítulo 3, la sal, durante el Estancamiento, se vendía en el estanco de Casa Salada; capítulo 4, origen y localización de las salinas de La Puebla de Castro. Los dos siguientes capítulos abordan dos periodos históricos del aprovechamiento de la sal: capítulo 5, uso de la sal por los reyes de Aragón durante la Edad Media; capítulo 6, el periodo del Estancamiento. El artículo finaliza, capítulo 7, con una descripción del funcionamiento tradicional de un salinar de la provincia de Huesca.

 

2. LA SAL: EL PETROLEO DE LA ANTIGUEDAD

Un denominador común que los historiadores encuentran presente en todas las épocas de la historia y en cualquier región del mundo es la búsqueda de fuentes de sal o de sistemas de abastecimiento de la misma para el consumo humano y animal; yacimientos de sal gema, manantiales salados de interior y el agua del mar.

Las razones son evidentes, la sal es un nutriente esencial en la dieta diaria para la supervivencia del ser humano y de su ganado, se ha utilizado para la conservación del pescado y la carne, para condimentar los platos, para usos médicos, incluso en ceremonias y rituales religiosos; es el mineral de los 14.000 usos (Calvo, 2017).

Salazón de jamones de cerdo. Foto de Secadero La Serranía, publicada en https://identidadaragonesa.wordpress.com/2015/09/08/el-jamon-de-teruel/

Francisco Castillón Cortada (Castillón, 1985), historiador y sacerdote, nos aporta un dato de la importancia de la sal en el Imperio Romano: cada soldado de las legiones, además de su paga recibía un “salario” (una moneda para comprar sal). Aquella  moneda, para ser intercambiada por sal “salarium argentum” o dinero de sal, con la que se completaba el pago de sus servicios, es el origen del término actual “salario”.

Juan Miguel Rodríguez Gómez (Rodríguez, 2015), catedrático de Nutrición y Bromatología de la Universidad Complutense de Madrid, sostiene que la sal fue, en los siglos pasados, como es actualmente el petróleo y sus derivados, un elemento de consumo básico que todos precisan adquirir, sobre el que los gobernantes no pueden resistirse a cargar impuestos.

Desde el imperio Romano y durante toda la edad media, la necesidad de obtener liquidez para financiar campañas militares, realizar obras públicas, pagar deudas y afrontar otros gastos llevó a los gobernantes a apropiarse de parte y progresivamente de toda la producción de sal de sus territorios. Justificaban esta expropiación por causa de utilidad pública, para evitar abusos en el comercio y la venta, siendo el verdadero motivo la obtención de suculentos ingresos con la explotación y las cargas impositivas a un bien tan preciado y necesario.

Las salinas de Torrevieja (Alicante). Foto Corbis, (https://www.traveler.es/naturaleza/galerias/las-salinas-mas-espectaculares-de-espana/1301/image/64281)

 

3. LA SAL SE VENDÍA EN EL ESTANCO DE CASA SALADA

Actualmente asociamos la palabra estanco a la tienda que expende tabaco y sellos postales; dos productos estancados. Sin embargo el Estanco del tabaco no fue el primero en España. El Estanco de la sal fue anterior, se decretó en el año 1564; el del tabaco se estableció 72 años después, comenzó en Castilla en 1636 y ese mismo año se aplicó también en Aragón por decreto de las Cortes (Asso, 1798).

El Estanco de la sal en España lo impuso Felipe II, en 1564, con resultado desigual. Veremos en el capítulo 6 que el antiguo reino de Aragón, amparado por sus fueros, se resistió temporalmente hasta que Felipe V anuló dichos fueros. En 1736 todo el territorio aragonés se sumó al Estanco nacional. Desde esa fecha el Estanco de la sal fue general y efectivo en toda España hasta su abolición definitiva en 1869.

Numerosos países, al igual que España, estancaron la sal. En Italia, por ejemplo, el Estanco duró hasta 1970. Muchos de sus establecimientos aún conservan el cartel de “sale e Tabacchi” (“sal y tabaco”); en el mismo punto de venta los ciudadanos compraban la sal y el tabaco.

Estanco italiano en la ciudad de Arezzo, donde se vente sal y tabaco. Foto de Howard Stanbury (https://www.flickr.com/photos/stanbury/8108477276/)

En España los puntos de venta de la sal y del tabaco ocuparon locales diferenciados. La provincia de Huesca en el año 1856 tenía autorizadas 352 expendedurías de Sal, conocidas popularmente como “toldos” y 256 de tabaco (Instituto Nacional de Estadística, 1858).

En La Puebla de Castro, según nuestras averiguaciones, tanto el alfolí (almacén de la sal) como el estanco de la sal, es decir, el “toldo” o tienda donde se vendía la sal al por menor, los regentaban los habitantes de Casa Salada y probablemente estarían localizados en dependencias de la propia Casa Salada, actual Casa de Vicentón de Nieves.

Autor de la foto: Juanjo Clapés Morancho. https://puebladecastro.blogspot.com/search/label/.%C3%8Dndice%20de%20Casas%20del%20Pueblo

El estanquero de Casa Salada vendía la sal por fanegas, almudes y cuartillos; medidas de volumen utilizadas en Aragón para contar oficialmente y vender la sal. Una fanega o hanega aragonesa equivalía a 22’42 litros de sal, un almud a 1’87 litros y un cuartillo a 0’62 litros.

Fanega y almud. Medidas de volumen aragonesas.

El abastecimiento del estanco de La Puebla provenía del Alfolí General de Naval. Desde éste la sal era transportada por arrieros (trajineros) que surtían las necesidades tanto del estanco pueblense como de otras expendedurías autorizadas de la provincia.

Alfolí de Naval. Foto de José Luis Pano.

Para asegurar los ingresos de la Hacienda Estatal y un rigor en la administración de la extensa red de estancos de sal distribuidos por el territorio español, el Estado se dotó de una amplia infraestructura funcionarial: un cuerpo policial específico (el Resguardo de salinas; ver el capítulo 6) y funcionarios encargados de inspeccionar la extracción de la sal, su almacenamiento, su transporte, su venta, la calidad del producto, los precios, las pesas y medidas, etc. (Lapeña, 1984).

 

4. LAS SALINAS DE LA PUEBLA DE CASTRO

En La Puebla de Castro, antes del Estanco de la sal (en Aragón se impuso a principios del s. XVIII), existían dos explotaciones salineras: una en el paraje denominado “Las Salinas” y otra en Fuen Salada, junto al yacimiento arqueológico de Labitolosa.

Hagamos un breve recorrido por su historia geológica. Las salinas de La Puebla de Castro tienen su origen en una cuenca marina de gran extensión, en terrenos que hace más de 200 millones de años, en el periodo Triásico Superior, estaban ocupadas por el mar del Tethys. Movimientos tectónicos ascendentes favorecieron la retirada progresiva del mar dando lugar a lagunas de poca profundidad con agua salada. La existencia de un clima árido propició una fuerte evaporación dejando grandes depósitos de sales. Luego, sobre estos sedimentos, llegaron otros depósitos continentales componiendo un terreno denominado facies Keuper formado por areniscas, calizas, yesos, arcillas y sales.


Los materiales de las capas inferiores (sal gema, yesos, arcillas), al  tener menor densidad que los materiales posteriores (de las capas superiores de sedimentación), fueron ascendiendo a la superficie formando el diapiro de La Puebla de Castro (Desafío Ribagorza, 2015).

Diapiro de La Puebla de Castro. Imágenes obtenidas del visor cartográfico IGM del Instituto Geológico y Minero de España. Descripción litológica: arcillas abigarradas, yesos y halita. Facies de Keuper. Edad: Triásico Superior/Tardío.
Diapiro de La Puebla de Castro. Imágenes obtenidas del visor cartográfico IGM del Instituto Geológico y Minero de España. Descripción litológica: arcillas abigarradas, yesos y halita. Facies de Keuper. Edad: Triásico Superior/Tardío.
Esquema de la formación de un diapiro aplicado al diapiro de Pinoso en Cabezo de la Sal, Alicante. La halita, el yeso, la arcilla, junto a otros materiales, se depositaron en el Triásico. Posteriormente, sobre ellos se depositaron rocas sedimentarias del Jurásico, Cretácico y Terciario. A continuación, los materiales salinos (menos densos) comienzan a ascender, a abrirse paso lentamente, empujando, deformando y rompiendo los materiales suprayacentes, buscando la superficie.  Fuente: http://www.senderosdealicante.com/geologicos/lugares/pinoso.html

Los expertos en geología José María Mata Perelló y Jaume Vilaltella Farràs (Mata y Vilaltella, 2005) confirman la ubicación de las salinas de La Puebla de Castro en afloramientos de materiales arcillosos y yesosos con presencia de halita (sal de roca). El agua de lluvia que atraviesa los estratos superiores y el agua subterránea que circula en contacto con los materiales de estas formaciones geológicas los va lixiviando, los lava, disolviendo las sales más solubles, para alumbrar como salmuera en manantiales (agua que lleva disuelta una concentración de sal muy superior al agua de mar).

Para obtener la apreciada sal se sometía la salmuera a un circuito de balsas y eras de poca profundidad que facilitaban la evaporación del agua hasta lograr la cristalización de la sal. Describimos el proceso en el capítulo 7.

Panorámica del diapiro de La Puebla de Castro visto desde el del castillo de Castro. Foto publicada en: http://desafioribagorza.blogspot.com/2015/10/geo-ruta-1-diapiro-de-la-puebla-de.html

Las dos salinas de La Puebla de Castro.

La situada en el paraje denominado “Las Salinas” era trabajada por los habitantes de Casa Salada. Las distintas obras de acondicionamiento de los campos para el cultivo moderno del cereal han borrado todo resto del antiguo salinar. Los mayores del lugar recuerdan la finca que allí tenían los de Casa Salada con una construcción, hoy arrasada, dedicada a dar servicio a la explotación. La imposición del Estanco de la Sal (principios del s. XVIII) les obligó a cerrar la salina a cambio de una compensación económica (proceso que veremos en el capítulo 6). Perdido su negocio, aprovecharían la oportunidad que les ofrecía el nuevo monopolio estatal de la sal y, haciendo valer su experiencia, cogerían la regencia del “toldo” o expendeduría oficial de sal que se abría en el pueblo.

Actual paraje de Las Salinas en La Puebla de Castro, en el Diapiro de La Puebla de Castro. Las distintas tonalidades de los campos es producto de los materiales (arcillas, yesos, sal) de la llamada facies Keuper. Autor: Pedro Bardají Suárez.

En el mismo paraje de “Las Salinas” se encontraba la Chesera de la Torremata (Torre Mata), cerrada hace varias décadas. Las cheseras o fábricas de yeso fueron muy comunes en La Puebla de Castro. Muchas familias de la localidad tenían su propia chesera para consumo propio. Las había más potentes, como la de “la Torremata” cuyo producto era muy apreciado por su calidad en los pueblos del contorno. La dedicación al yeso (aljez) les valió a los pueblenses el mote de aljeceros (Andolz, 1996), con el que completan el otro sobrenombre, que ha perdurado hasta nuestros días, el de morcilleros.

En la Chesera de la Torre Mata. De izquierda a derecha, dos hermanos de Casa Baldellau que trabajaban en la misma: Manolo Bardají Cajigós y Gregorio Bardají Cajigós; junto a ellos su prima de Casa Machín:  Amalia Bardají Lalueza (Amalieta Machin); delante la perra llamada Jai. Foto de Gregorio Bardají Cajigós.

La segunda salina, probablemente más antigua, se alimentaba del manantial de salmuera denominado Fuen Salada, situado en la cabecera del Barranco de Fuen Salada, muy próximo a la ciudad hispanorromana de Labitolosa. Los expertos consideran que estas salinas eran explotadas desde la romanización, abasteciendo las necesidades de consumo de la ciudad de Labitolosa y utilizando sus posibles excedentes para la exportación. Abastecieron también a los asentamientos que en la misma zona se establecieron posteriormente: el castillo visigodo de Muns habitado por la famila Uskara y el mítico Bahlul ibn Marzuq, el poblado moro de Mialica y el hins o castillo musulmán de Castro Muñones (Muñones).

Fuen Salada en el entorno de la ciudad Romana de Labitolosa. La Puebla de Castro. Autor: Pedro Bardají Suárez.

También aquí, en las proximidades de Fuen Salada, existía una chesera (fábrica de yeso).

Las Salinas y Fuen Salada son las dos explotaciones de sal, en terrenos de La Puebla de Castro, de las que tenemos referencia. Pero, a lo largo de la historia, no fueron las únicas que se utilizaron. Durante la Edad Media tanto la Real Casa de Castro como el Abadiado de Castro hicieron aprovechamiento de otros salinares situados en territorios de su influencia.

El historiador local Antonio Torres Rausa (Torres, 2005) cita varios documentos en los que el rey Jaime I el Conquistador cede temporalmente a su hijo Fernán Sánchez, primer Barón de la Real Casa de Castro, los rendimientos de las salinas de Naval.

El historiador y sacerdote Francisco Castillón Cortada (Castillón, 1985) sostiene que el abadiado de Castro y la Baronía de Castro disfrutaron de privilegios sobre las salinas de Aginaliu-Juseu, Calasanz y Peralta de cuyo aprovechamiento, considera, se sirvieron para ayudar a financiar la construcción y mantenimiento de edificios en Castro así como para atender las necesidades del clero de la Iglesia de Castro.

Balsa de almacenamiento y concentración de las salinas de Aguinaliu-Juseu.  Foto de José María Mata Perelló y Jaume Vilaltella Farràs.

Era algo habitual que abadiados y monasterios defendieran derechos, más o menos legítimos, sobre un bien tan necesario y lucrativo como la sal. La historiadora Ana Isabel Lapeña Paúl (Lapeña, 1984) ha estudiado el tema y pone como ejemplo al monasterio de San Juan de la Peña que aseguró su abastecimiento de sal y la especulación y comercialización de determinadas salinas utilizando el recurso de falsificar documentos para justificar los supuestos derechos del monasterio sobre las mismas.

En los dos siguientes capítulos repasaremos el uso que hicieron de la sal los reyes de Aragón durante la Edad Media y, luego, analizaremos el periodo del Estancamiento.

 

5. APROVECHAMIENTO DE LAS SALINAS POR LOS REYES DE ARAGÓN DURANTE LA EDAD MEDIA

Los reyes de Aragón, desde la fundación del reino y durante toda la Edad Media, encontraron en las salinas una fuente continua de ingresos. Una constante de los gobernantes de la época. Varias eran patrimonio de la corona, las más de las veces por expropiación forzosa, el resto pertenecían a particulares, instituciones religiosas y a nobles y comerciantes. La corona explotaba directamente algunas de sus salinas, otras las arrendaba, a lo que sumaba lo recaudado por impuestos a la venta de la sal y otras tasas (Lapeña, 1984).

Veamos algunas formas utilizadas por la Hacienda aragonesa para recaudar dinero con la sal:

  • Albarán o albara: impuesto directo sobre la producción de sal.
  • Lezda: impuesto por el comercio de la sal.
  • Jaime II, el justo, rey de Aragón.
    Oleo sobre lienzo de Felipe Ariosto,
    año 1634. Museo del Prado.
    Acopios o encabezamientos: la obligatoriedad de comprar periódicamente una cierta cantidad de sal, se utilizara esta o no, a una determinada salina y a un precio fijado, sancionando su incumplimiento con una multa. Jaime II de Aragón, el Justo, en el año 1300 dispuso que todas las cabezas de la casa, incluyendo los hijos mayores de 7 años, tenían la obligación de comprar una concreta cantidad de sal a los alfolíes del rey (Asso, 1798). En ocasiones estas obligaciones alcanzaban a los niños mayores de 3 años (Gual, 1965). Otras veces los acopios iban dirigidos a la localidad, en cuyo caso el concejo debía adquirir la cantidad tasada para sus habitantes y cabezas de ganado y luego distribuirla entre los vecinos.
  • Monopolios locales y temporales: concesión real a determinados particulares para que pudieran extraer sal y abastecer con ella, con su venta en exclusiva, a una determinada parte del reino. Las distintas localidades tenían asignada una salina a la que obligatoriamente debían comprar la sal. En 1247 el rey Jaime I el conquistador concedió a la salina de Naval el monopolio para el abastecimiento y la venta en exclusiva a gran parte de la actual provincia de Huesca a excepción de las ciudades de Huesca y Barbastro.

Las salinas de mayor tamaño no pertenecientes a la corona solían tener no uno sino varios propietarios con sus respectivos derechos, siendo las combinaciones más frecuentes las siguientes:

  • Un conjunto de vecinos de la localidad. Cada cual poseía la propiedad y derecho de explotación de distintas zonas y de diferentes proporciones o cantidades de agua salada al año.
  • Instituciones religiosas. Solían adquirir la propiedad parcial o total o un derecho sobre las salinas por donación de particulares o por concesiones reales. Les reportaba ingresos fijos con los que mantener el culto, la iglesia, el monasterio…
  • Nobles y comerciantes a los que el rey les concedía por un tiempo o les trasfería su derecho real sobre una salina y su producción, en compensación o pago por servicios prestados. En otras ocasiones las adquirían tras sacarlas a la venta el rey por tener necesidad de dinero para hacer frente a deudas o apuros económicos.

Las salinas de Naval, como otras de la zona, eran tradicionalmente laboreadas por los moriscos. Cuando en 1610 los moriscos aragoneses salieron del reino por el decreto de expulsión de Felipe III, la población cristiana tuvo que ocupar los puestos y labores que dejaron vacantes (Rodriguez, 2015).

Detalle de la tabla de San Pablo del retablo gótico de San Román de Castro en la que los habitantes de Castro recogieron por escrito: “Salieron los moriscos de Aragón año 1610”. Autor de la foto: Pedro Bardají Suárez.

 

6. EL ESTANCO DE LA SAL

Durante el reinado de Felipe II, 1564, se decretó el Estanco de la sal en España, monopolio constituido en favor del Estado, con resultado desigual (Rodríguez, 2015). Felipe IV avanzó su aplicación; promulgó la Real Cédula de 22 de junio de 1631 y organizó una administración capaz de controlar la producción, distribución y el cobro. Esta administración y gestión tributaria no se aplicó a las salinas aragonesas al quedar protegidas por los fueros del Reino de Aragón. La situación cambió en 1707, en plena Guerra de Sucesión, cuando Felipe V decretó la abolición del Consejo de Aragón y sus fueros (“Decreto de Nueva Planta”). Desde ese momento Aragón pasó a regirse por las mismas leyes que Castilla. En 1709 Felipe V emitió una orden general por la que incorporaba al Estado español todas las salinas del reino de Aragón: manantiales, pozos, minas, lagunas saladas y prados de agua salada; todas las salinas sufrieron expropiación forzosa.

Felipe V, rey de España desde el 1700 al 1746. Retrato al oleo pintado por Jean Ranc en 1723. Museo del Prado.

¿Cuántas salinas se expropiaron en la provincia de Huesca? 

D. Juan Bautista Mariete y D. Juan Antonio Mañas fueron los visores designados para inspeccionar los recursos salineros del partido de Huesca (Plata, 2006): 5 pozos, 63 manantiales, 2 minas y 2 lagunas de agua salada. Tras recibir los correspondientes informes, Hacienda optó por mantener únicamente en funcionamiento las dos principales, las salinas de Naval y las de Peralta, por considerar que la calidad y cantidad de sal que producían era suficiente para abastecer las necesidades de la provincia. El resto fueron inutilizadas y custodiadas para evitar su uso. El proceso culminó en 1736.

Entre las salinas destruidas, inutilizadas o cegados sus manantiales estaban las de La Puebla de Castro (las Salinas y Fuen Salada) y las de Aguinaliu, Juseu, Secastilla, El Grado, Calasanz, Gratal, Escalete, Clamosa, Palo y Salinas de Trillo. En compensación por el cierre forzoso se les ofreció a sus dueños una indemnización económica.

La explotación de las salinas abiertas y sujetas al Estanco la llevó directamente el Estado. En ocasiones las arrendaba a sus antiguos dueños o a particulares con la obligación de entregar la sal producida al precio que Hacienda estableciera por fanega. Toda la sal que se fabricaba iba a parar a los almacenes o alfolíes de la Hacienda Estatal, que era quien fijaba el precio y la distribuía a las expendedurías autorizadas o “toldos” que la acercaban finalmente a los consumidores.

Las salinas de Naval abastecían 8 alfolíes: Huesca, Barbastro, Jaca, Biescas, Ainsa, Berdún, Ayerbe y Sariñena. Las salinas de Peralta abastecían 4 alfolíes: Benabarre, Benasque, Campo y Fraga (Plata, 2006). En La Puebla de de Castro el estanco o “toldo” regentado por los de Casa Salada se surtía directamente del alfolí general de Naval.

En 1834, en plena vigencia del Estanco de la sal, el Diccionario de Hacienda con aplicación a España (Canga, 1834) recoge que las salinas de La Puebla de Castro permanecían cerradas y sin labrar. En esa fecha, en todo Aragón solo estaban abiertas y sujetas al Estanco 9 salinas: Naval y Peralta en Huesca; Remolinos, Castellar y Sástago en Zaragoza; Armillas, Arcos, Ojos negros y Valtablado en Teruel; siendo las de Castellar y Remolinos de piedra (sal sólida) y las otras 7 de salmuera.

Trabajando en las salinas de Naval. Foto de salinardenaval.com (https://salinardenaval.com/historia/)

Recapitulemos: el Estanco de la sal supuso el control por parte de la Corona Española de la producción, la distribución y el comercio de la sal en todos sus territorios incluidas sus posesiones de ultramar. La sal llegó a ser una de las principales fuente de ingresos del Tesoro. Cada persona iba a los estancos o expendedurías oficiales de venta (“toldos”) a comprar la sal que necesitaba para el consumo.

Mientras estuvo vigente el Estanco hubo periodos en los que la administración del Estado impuso también los encabezamientos o acopios a la población y al ganado; una medida que, como hemos visto en el capítulo 5, se utilizaba desde mucho antes en el reino de Aragón. Para su aplicación se elaboraron censos fiables de población y del ganado. El encabezamiento se generalizó en 1750 y estuvo vigente hasta su abolición en 1835. El historiador Albert Fàbrega (Fàbrega, 2020) ha estudiado bien este proceso. Consistía en fijar la cantidad de sal que cada pueblo debía consumir durante el año, tanto para el gasto humano como para el consumo del ganado. Los concejos municipales debían nombrar un síndico que era quien tenía que personarse en el alfolí de referencia de ese municipio para retirar la cantidad de sal acordada. Luego esta sal se distribuía entre los vecinos. Pocas veces las cantidades ajustadas se correspondían con las necesidades reales de la población, por lo que a menudo faltaba o sobraba sal. Una Instrucción del 16 de Abril de 1816 estableció el consumo obligatorio de media fanega por persona y año, una cuartilla por cada pareja de animales de yugo al año y una fanega por cada 100 cabezas de ganado al año. Si los administradores de los alfolíes detectaban que los síndicos de los pueblos no recogían la sal que tenían asignada para el año, estaban facultados para multarles exigiéndoles pagar el importe íntegro de la sal sin ningún derecho a reclamar el género.

Los acopios fueron abolidos por Real Decreto a partir del 1 de Enero de 1835. El Estanco de la sal funcionaría a partir de entonces de la misma manera que el Estanco del tabaco. El profesor de economía política y ministro de Hacienda José de la Peña y Aguayo (Peña, 1838) describió la abolición de los encabezamientos como el fin, para las poblaciones del reino, de la obligación que hasta entonces tenían de sacar de los almacenes un número determinado de fanegas para repartirlas entre los vecinos, y por consecuencia “se dejaba a la buena fe de la gente el ir a surtirse a los toldos (expendedurías oficiales)”. En su análisis afirmó que, “…en un país en donde abundan las salinas y las aguas saladas, era de presumir que luego que cesasen los acopios forzados, nadie acudiese a los toldos de la Hacienda para comprar la sal a 52 reales la fanega, cuando los contrabandistas la llevan a las mismas puertas de las casas de los consumidores al precio de 8 o 10 reales."

El contrabando y el fraude pervivieron mientras estuvo activo el Estanco de la sal. En algunas épocas el precio de venta llegó a ser 10 veces superior al coste de producción. Y es que resultaba muy socorrido engordar los impuestos a la sal para financiar conflictos bélicos y obras públicas como la construcción y mantenimiento de canales y caminos. Lógicamente estas medidas resultaron muy impopulares, especialmente para las clases bajas, las principales perjudicadas, que intentaron evitar los precios abusivos recurriendo a las fuentes y salinas cerradas, al contrabando, al robo de la sal o a la compra-venta en negro.

Para intentar frenar el robo y el contrabando, las salinas se cerraron y protegieron con muros y para su vigilancia se creó un cuerpo policial uniformado denominado el Resguardo de salinas.

El Resguardo de salinas perseguía a los delincuentes y vigilaba tanto las explotaciones abiertas, para que evitar robos, como las salinas cerradas y prohibidas, para que nadie extrajera sal gratuitamente de ellas. Además de los guardias del resguardo, Hacienda contaba también con empleados dedicados a controlar a los fabricantes y evitar robos y fraudes.

Las salinas importantes dispusieron de un destacamento permanente de guardias del Resguardo que se alojaban en una caseta destinada a la guarnición.

Salinas de Peralta de la Sal Antigua casa del vigilante de la salina. Dese lo alto dominaba todo el conjunto. Dominaba el conjunto. Autor de la foto: Santiago Noguero Mur (https://www.santiagonoguero.es/las-salinas-de-interior/)

El 15 de mayo de 1848 el cuerpo de Resguardo de las Salinas se integró en el ejército y pasó a depender del Ministerio de la Guerra en cuanto a organización y del Ministerio de Hacienda en cuanto a prestar servicio de proteger las rentas y tributos del Estado.


En 1858 la provincia de Huesca contaba con 77 carabineros del cuerpo del Resguardo de salinas con el puesto de comandancia en Naval. El coste de mantenimiento de este cuerpo de vigilancia llegó a superar los demás costes juntos de fabricación, transporte y administración de la sal (Calvo y Calvo, 2020).

Uniformes del Real Cuerpo de Carabineros de España. Foto de: http://www.arscreatio.com/revista/articulo.php?articulo=1465

También a nivel legislativo y judicial se persiguió el fraude, el robo y el contrabando. Se promulgaron normas y se aplicaron severas penas para disuadirlo. Como ejemplo, durante el reinado de Felipe V se promulgó la Real Cédula de 5 de febrero de 1728 (Gallardo, 1808), estableciendo que quienes robaran sal o salmuera deberían restituir la sal robada o su valor y, dependiendo de la gravedad del hecho, serian castigados con multa en torno a los 2.000 ducados y penas mayores: “si fuere noble o persona decorada” 6 años de presidio en África, y siendo “plebeyo” con penas de 6 años de galeras y 200 azotes. Estas penas se agravaban para los que ayudaban a los ladrones.

El Desestanco de la sal.

Las Cortes Constituyentes de 1869 declararan el Desestanco de la sal. La Ley se promulgó el 16 de junio de 1869 y empezó a regir el 1 de enero de 1870. Declaró libre la fabricación y venta de la sal. Las salinas activas se devolvieron a sus anteriores propietarios o se subastaron y se permitió la reapertura de algunas inutilizadas y la construcción de otras nuevas (Rodríguez, 2015). En La Puebla de Castro, ya lo hemos contado, se recuperó, solo para uso doméstico, el manantial de Fuen Salada.

 

7. ESTRUCTURA TRADICIONAL DEL SALINAR

Diversas son las formas de obtener sal: por evaporación del agua del mar, extrayéndola de minas de de sal gema, mediante la cocción de determinados vegetales con alta concentración de sal, y por decantación y evaporación del agua salada de ríos, lagos y manantiales.

En este último capítulo vamos a describir la obtención de sal de manantiales siguiendo el prototipo de las salinas tradicionales de la provincia de Huesca.

Empezaremos el recorrido por la fuente o por el pozo artesiano (algunos de hasta 12 metros y más de profundidad) que suministraban la salmuera; un agua que lleva disuelta una concentración de sal muy superior al agua de mar. Desde aquí la salmuera se canalizaba hasta la balsa de almacenamiento y concentración (también llamada “pozanca”, “poza” o “depósito”). En esta balsa permanecía estancada varios meses para que evaporara el agua y se concentrara la sal en el agua que iba quedando. En el caso de que la balsa recibiera agua de lluvia, al ser ésta menos pesada que el agua salada, quedaba en la zona superior. Un conducto en la parte inferior de la balsa facilitaba extraer el agua más concentrada en sal del fondo, sin que se mezclara con la superficial, y conducirla a una balsa auxiliar o pozo adosado, desde el que se distribuía, mediante canales, a las Eras de cristalización.

Salina de Calasanz. En la parte inferior de la foto se aprecia claramente la balsa de almacenamiento y concentración. En la parte superior, las Eras de cristalización. Autor de la foto: Santiago Noguero Mur (https://www.santiagonoguero.es/las-salinas-de-interior/)

Las Eras de cristalización (plataformas o terrazas de evaporación) adoptaban formas cuadradas, rectangulares o adaptadas al terreno. Sus dimensiones oscilaban entre los 10 y los 20 metros cuadrados. Componían su fondo, cantos y tierra prensados, y las paredes, tierra apisonada. Las mejoras incorporaron baldosas de cerámica o barro cocido para el fondo, y para las paredes divisorias de las eras, tablones de madera o mampostería recubierta por baldosas de cerámica con arcilla en las uniones para evitar filtraciones.

El proceso de evaporación en las Eras duraba varios días, dependiendo de la presencia o ausencia de tormentas. El agua dulce de la lluvia, menos densa que el agua salada, quedaba en la zona superficial y se eliminaba mediante el sangrado: las paredes de las eras contaban con orificios en la parte alta que se destapaban para este fin.

A medida que iba evaporándose el agua, la sal comenzaba a cristalizar en la superficie formando estructuras ligeras que flotaban sobre el agua llamadas espuma de sal o flor de sal.

Espuma de sal o flores de sal en las salinas de Naval. Foto de Huescalamagia.es (https://www.descubrehuesca.com/huesca/el-salinar-de-naval/)

Al avanzar la evaporación, la sal cristalizaba en el fondo de la era. Se recogía amontonándola en un lado de la misma, donde permanecía varios días para que escurriera el agua.

Salinas de Naval. Foto de Huescalamagia.es (https://www.descubrehuesca.com/huesca/el-salinar-de-naval/)

De ahí se llevaba y acumulaba en el almacén ubicado en el propio salinar. El edificio solía contar con dos pisos: la planta baja para zona de almacenaje y la planta alta servía de vivienda del administrador.

Almacén de sal. Salinas de Añana (Álava). Foto de: http://www.euskonews.eus/0511zbk/gaia51104es.html

Otro edificio, habitual en la época del Estanco de la sal, era la caseta para el Resguardo de la salina, cuerpo de vigilancia oficial, del que hemos hablado en el capítulo anterior.

Del almacén del salinar la sal era trasladada (“entroje”) al Alfolí (depósito general) también llamado Almudín, localizado en el pueblo. Desde éste pasaba finalmente a los “toldos” o puntos autorizados de venta.

 

8. BIBLIOGRAFÍA

Andolz Canela, Rafael (1996), Más humor aragonés, Mira Editores, ISBN: 978-84-88688-33-0

Asso, Ignacio (1798), Historia de la economía política de Aragón, Zaragoza.

Calvo Rebollar Miguel (2017), El mineral de los 14.000 usos. La utilización de la sal a lo largo de la historia, De re metallica: revista de la Sociedad Española de la Defensa del Patrimonio Geológico y Minero, Nº 28, Madrid.

Calvo Rebollar, Miguel y Calvo Sevillano, Guiomar (2020), Sal y salinas en la provincia de Huesca, Editorial Prames, ISBN: 978-84-8321-506-7

Canga Argüelles, José (1834), Diccionario de Hacienda con aplicación a España, Imprenta de don Marcelino Calero y Portocarrero, Madrid.

Catillón Cortada, Francisco (1985), Las salinas de Aguinaliu, Calasanz, Juesu y Peralta (Huesca), Argensola: Revista de Ciencias Sociales del Instituto de Estudios Altoaragoneses, Nº 99, pag. 69-90, ISBN: 0518-4088

Desafío Ribagorza (2015), Geo-Ruta 1: Diapiro de La Puebla de Castro, http://desafioribagorza.blogspot.com/2015/10/geo-ruta-1-diapiro-de-la-puebla-de.html

Fàbrega, Albert (2020), Apuntes sobre la historia de la sal en España, 2020.

Gallardo Fernandez, Francisco (1808), Origen, progresos y estado de las rentas de la Corona de España, su gobierno y administración. Imprenta real, Madrid.

Gual Camera, Miguel (1965), Para un mapa de la sal hispana en la Edad Media, en Homenaje a Jaime Vicens Vives. I, Barcelona.

Instituto Nacional de Estadística (1858), Número de expendedurías de sal, administraciones subalternas y Estancos existentes en 1856, valores de los tabacos, importe de los premios de la expedición y de la proporción entre estos y aquellos, Anuario 1858, Fondo documental del Instituto Nacional de Estadística.

Lapeña Paúl, Ana Isabel (1984), San Juan de la Peña y la posesión y explotación de Salinas, Aragón en la Edad Media, Nº6, ISBN: 0213-2486

Mata Perelló, Josép María y  Vilaltella Farrás, Jaume (2013), Salinas continentales pirenaicas de Aragón, Rodeno: revista de geología aragonesa, Nº12, ISBN: 1131-5393

Plata Montero, Alberto (2006), El ciclo productivo de la sal y las salinas reales a mediados del siglo XIX, Edita Diputación Foral de Álava, Departamento de Urbanismo y Medio Ambiente, Vitoria, ISBN: 84-7821-638-3

Peña (de la) y Aguayo, José. (1838), Tratado de la Hacienda de España, Imprenta de la Compañía Tipográfica, Madrid.

Rodríguez Gómez, Juan Miguel (2015), La sal y las salinas de naval. El oro blanco del Somontano, Editorial Instituto de Estudios Altoaragoneses, ISBN: 978-84-8127-268-0

Torres Rausa, Antonio (2015), Castro en la Edad Media, Fernán Sánchez de Castro primer barón de la Real Casa de Castro, https://puebladecastro.blogspot.com/2011/10/castro-en-la-edad-media-6-fernan.html






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