RAYO DE LUZ SOBRE EL ALTAR DE LA IGLESIA DE SAN ROMÁN DE CASTRO. MÁGICO EFECTO DISEÑADO POR LOS MAESTROS DEL ROMÁNICO CONSTRUCTORES DEL TEMPLO.
Mariano Serena Samitier y Pedro Bardaji Suarez |
Autor del artículo: Pedro Bardají Suárez
Autores de las fotografías:
Mariano Serena Samitier y
Pedro Bardají Suárez.
Cristo afirmó: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” ("EGO SUM LUX MUNDI QUI SEQUITUR ME NON AMBULABIT IN TENEBRIS SED HABEBIT LUCEM VITAE") (Evangelio de San Juan 8:12)
Iglesia de San Román
de Castro. Al punto del día, y antes de iniciar la jornada laboral, los fieles
asisten a misa. Los primeros rayos de luz de la mañana entran por las tres
pequeñas ventanas del ábside (símbolo de la trinidad) y convergen bañando el
altar, lugar y depósito de la divinidad. Allí se hace visible Cristo, la luz
del mundo, una luz que va, poco a poco, avanzando por el presbiterio para,
lentamente, expandirse por todo el templo, tocando e iluminando a los
presentes. No hacen falta explicaciones, el efecto es impresionante, los
fieles, arrobados, sienten la presencia tibia y luminosa de Dios, unos, de pie,
inclinan la cabeza, muestra de respeto y adoración, y otros, se hincan de
rodillas y rezan.
El Abad de Castro y sus racioneros completan la solemnidad del momento entonando probablemente el Salmo 42-43: “…Envía tu luz y tu verdad; que ellas me guíen y me conduzcan hasta tu monte santo, hasta tu morada. Entonces llegaré al altar de Dios, a Dios, mi supremo gozo; y al son de la lira te alabaré, oh Dios, Dios mío...”
El Abad de Castro y sus racioneros completan la solemnidad del momento entonando probablemente el Salmo 42-43: “…Envía tu luz y tu verdad; que ellas me guíen y me conduzcan hasta tu monte santo, hasta tu morada. Entonces llegaré al altar de Dios, a Dios, mi supremo gozo; y al son de la lira te alabaré, oh Dios, Dios mío...”
A la derecha, Mariano Serena Samitier inclina la cabeza como signo espontáneo de respeto. |
Este ritual del Siglo
XII, cuyo efecto simbólico se perdió
con la construcción sucesiva de dos
retablos, el primero de estilo gótico lineal, año 1303, y el segundo de
estilo gótico, año 1495 (actualmente en la iglesia parroquial de La Puebla de
Castro), que cegaron el paso de la luz desde los vanos del ábside hacia el
altar; dicho ritual, hoy, en el Siglo
XXI, libre el ábside de retablos, vuelve a experimentarse con toda la magia y la fuerza de las que le dotaron, en
su diseño original, los maestros del románico constructores del templo.
La iglesia de San Román de Castro, consagrada al culto cristiano el 1 de Febrero de 1120 por San
Ramón de Roda, obispo de la Diócesis de Barbastro y Roda, se levantó siguiendo
las directrices del arte románico, alineando
el templo al eje Este-Oeste: en el
Este la cabeza del templo, con el ábside; y en la pared Oeste, los pies de la
iglesia, con la puerta principal de entrada.
El ábside apunta
al Este porque allí está el oriente, el lugar donde nació Cristo y la zona del
horizonte por donde cada mañana nace la luz y se alza para vivificar el mundo.
La puerta principal de
acceso, en el muro Oeste, representa la frontera entre el mundo de la
oscuridad y el mundo de la luz. El Crismón, sobre esta puerta, señala que aquí habita Cristo, principio y fin
de todo; este es su templo, la casa de Dios Trinitario en la tierra.
Crismón o Lábaro de Constantino sobre la puerta principal de entrada a la Iglesia de San Román de Castro. Interpretación del símbolo: “A - XPS - ω“ hace referencia a la doble naturaleza de Cristo, Divina y humana. “A - PAX - ω" dentro de un Círculo representan que Dios es Uno y El Todo (el Círculo y su contenido). Dios es el Creador (P Dios Padre), es lo creado (A Dios Hijo), y es la acción creativa y la vinculación entre el Creador y lo Creado (X Dios Espíritu Santo). Dios es la causa (P), la actividad (X) y la obra (A). Dios es el principio sin principio (A alfa) y el fin sin fin (ω omega) de todo cuanto ha existido, existe y existirá. Dios es el Crismón.https://puebladecastro.blogspot.com/2020/05/el-crismon-de-castro-simbolo-de-dios.html |
Entrar en la iglesia simboliza,
doblemente, el paso de la oscuridad a la
luz. Primero: el acto voluntario de dejar
atrás el territorio de los tres enemigos del alma (el mundo, la carne y el
diablo), para encontrar la paz y la luz
en la casa de Dios. Segundo: el feligrés, tras cruzar la puerta principal, se topa
con la Pila Bautismal, inicio del
recorrido vital-espiritual del cristiano. Con el bautismo se abandonan las
tinieblas y se renace a una nueva vida, el bautizado pasa a convertirse en hijo
adoptivo de Dios y heredero de su reino. Cuando el feligrés moja los dedos en la pila del agua bendita
y hace la señal de la cruz en su cuerpo, está evocando el recuerdo del
bautismo, su condición de hijo de Dios, a la vez que se limpia y purifica para
entrar en esta sagrada morada.
Una vez dentro del templo, avanzar por la nave representa
el caminar por la vida. Sobre los fieles, la
bóveda, símbolo del techo celeste y, a su frente, el semicírculo absidal, la cabecera del templo, el lugar sagrado donde
se hace presente Cristo; espacio formado por: el ábside, reservado a la divinidad, y el presbiterio, delimitado por el arco triunfal, reservado al clero y
oficiantes que intermedian entre lo humano y lo Divino. Allí está el final del
viaje, allí se encuentra la luz que guía
y todo lo ilumina.
En el Audiovisual siguiente pueden disfrutar
de una selección fotográfica sobre mágico efecto de los primeros rayos de la luz
de la mañana iluminando el altar de la Iglesia de San Román de Castro.