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LA CASA CONCHA Y LOS MÉDICOS DE LA PUEBLA DE CASTRO DESDE 1875 HASTA 1936

CASA CONCHA Y LOS MÉDICOS:
FRANCISCO SALÍS MALAGARRIGA,  JOSÉ BESTUÉ LAPLANA  y  RAMIRO CASTILLON ESCUDERO


Manuel Clemente Cera

Autor del artículo: Manuel Clemente Cera.


Extraído, con autorización del autor, de su libro titulado “Memorias de un Médico Internista”, publicado en 2006. La Busca ediciones S.L. ISBN-10: 84-96125-68-8. ISBN-13: 978-84-96125-68-1

Publicado en el Libré de las Fiestas de La Puebla de Castro del año 2002

          La Casa Concha fue edificada en la segunda mitad del siglo XIX, situada en el barrio de Santa María -entonces denominado Arrabal- un poco alejada del núcleo antiguo de la población, privilegiadamente orientada, con unas magníficas vistas panorámicas, excepcionalmente soleada y ventilada en aquella época. Consta de planta baja, con los anexos correspondientes a las necesidades de una casa rural, dos pisos habitables con amplias y magníficas terrazas, más un tercer piso denominado falsa, destinado a granero y a otros productos del campo que se conservaban durante el invierno, además de los alimentos porcinos procedentes de la matanza que nutrían la despensa de los agricultores y demás moradores de la Villa.
Casa Concha. Autor de la foto: Pedro Bardaji Suarez


          La finca dispone además de los corrales habituales, de un espacioso huerto, un pozo de aguas residuales de la lluvia para el riego y un lavadero individual. Existe un cubierto destinado a garaje o almacén y una bodega subterránea excavada en plena roca.
Casa Concha. Autor de la foto: Pedro Bardaji Suarez

          Esta propiedad la adquirió mi tatarabuelo materno, en el año 1875, Francisco Salís Malagarriga, Médico-Cirujano titular de la Villa. Curiosamente compró el terreno con los cimientos y la casa en construcción avanzada a mis bisabuelos, también maternos de casa de  el Trell, Francisco Trell Vidal y Francisca Vidal Ferraz, por la cantidad de quinientas pesetas, encargándose de terminar la obra.
Casa Concha. Autor de la foto: Pedro Bardaji Suarez

          Mi tatarabuelo era natural de Salás, de la provincia de Lérida, casado con Concepción Omet Albiá de Barcelona -de familia muy acomodada- de cuyo matrimonio tuvieron dos hijas, María -Maestra Nacional- casada con un Permisán de La Puebla de Castro, y Concha -mi bisabuela- casada con Antonio Cera Ferrer, labrador y propietario del lugar.

Casa Concha. Autor de la foto: Pedro Bardaji Suarez

          Por premoriencia de su hermana María, fue instituida heredera universal testamentariamente Concepción Salís Omet, por cuyo motivo, se conoce tradicionalmente el edificio con el sobrenombre de “Casa Concha

          El Dr. Francisco Salís Malagarriga desempeño anteriormente la plaza de Médico Titular de Naval y varios pueblos más agregados, como El Grado, desde 1860 a1867. En dicha población, durante su ejercicio profesional tuvo lugar una grave epidemia de fiebre tifoidea por presunta contaminación de las aguas, que ocasionó numerosas víctimas, entre las cuales pereció su esposa.

          Poco podían hacer tan abnegados facultativos ante la terrible enfermedad infecto-contagiosa en aquella época. Establecido el diagnóstico, estaban completamente inermes los médicos, limitándose a contemplar la funesta evolución con medidas puramente sintomáticas, confiando en las defensas del enfermo y la Providencia.

          En el año 1850 aparecen los primeros conocimientos de Bacteriología, aunque en 1680 ya se perfilaron los conceptos de microorganismos con Van Leeuwenhock. Hasta el descubrimiento en 1881 del bacilo de Eberth -germen responsable de la fiebre tifoidea- por el eminente bacteriólogo alemán Karl Joseph Eberth, se ignoraba su origen y medios de propagación. Este notorio hallazgo microbiológico, fue el primer paso que confirmaba la naturaleza infecciosa de la enfermedad. Conocida la etiología, faltaba lo más importante, el tratamiento. Fue en el año 1948 cuando el prestigioso científico Burkholder descubrió el Cloramfenicol, uno de los tres grandes antibióticos, que nos permitió curar la enfermedad con rapidez y eficacia.

          La conducta humanitaria del Dr. Salís durante la epidemia fue ejemplar. Su plena dedicación, entrega profesional a los enfermos y al dolor por las viudas y huérfanos de las víctimas de la epidemia, le impulsó a repartir equitativamente entre los afectados, el importe íntegro de las nóminas correspondientes a un trimestre, que percibía como Médico Titular. Obra en mi poder un documento del Ayuntamiento de la época que atestigua su modélico desprendimiento.

Naval. Fuente de la foto:www.gps.huescalamagia.es
          Extraordinariamente difícil en nuestros días es poder valorar en su justa medida, la abnegación y sacrificio de aquellos médicos rurales, carentes de comodidades, de la más elemental higiene, de medios terapéuticos y sin tecnología alguna disponible, debían afrontar su arduo ejercicio profesional supliendo la falta de conocimientos científicos de la época por la intuición, el sentido común y la completa dedicación. Se limitaron a contemplar con dolor, humildad y paciencia la natural evolución de la enfermedad.

          Indudable avance prestó a la Ciencia la era bacteriológica a partir de la segunda mitad del siglo XIX, con el descubrimiento de  los agentes patógenos responsables de las enfermedades infecciosas. No obstante, el verdadero progreso quedó anclado en el Medioevo hasta el hallazgo de las sulfamidas en 1935, por el ilustre científico alemán Gerhard Domagk. Fue en la década de los cuarenta, en plena II Guerra Mundial, cuando por primera vez se aplica en el tratamiento de las enfermedades infecciosas. Con el descubrimiento de la penicilina en aquella época por el británico Sir Alexander Fleming, cambia radicalmente el panorama de la Medicina y Cirugía, convirtiéndose en más científica, precisa y menos empírica.

          Volvamos a nuestros filántropos predecesores que vivieron en una época difícil para la Medicina, desprovistos del más elemental avance que permitiera conseguir un tratamiento eficaz de las enfermedades hasta la aparición de la era antibiótica media centuria después.

          Imaginemos un parto distócico de madrugada, sin luz eléctrica ni agua corriente, sin la más elemental asepsia, o la reducción de una fractura sin disponer de una simple radiografía.

          Rindamos tributo de admiración, respeto y agradecimiento a tantos benefactores de la humanidad doliente, que anónimamente han desfilado por los lugares más recónditos de nuestra geografía en el transcurso de la Historia. Dotados de gran vocación profesional, voluntad férrea, espíritu de sacrificio y hombría de bien, cumplieron ejemplarmente con dignidad y abnegación su penoso deber en circunstancias muy precarias.

          Mi tatarabuelo, el Dr. Francisco Salís Malagarriga falleció el 30 de junio de 1885 a los 60 años, de tuberculosis pulmonar.

 
Dª Carmen Montanuy Noguero, ''La Médica''.
Foto facilitada por Rafael Franco Suiles
Dr, José Bestué Laplana.
Foto facilitada por Rafael Franco Suiles
  
        Le sustituyó en el cargo de Médico Titular de La Puebla de Castro, el Dr. D. José Bestué Laplana, natural de Puy de Cinca. Desposado con Dña. Carmen Montanuy Noguero, de cuyo matrimonio no hubo descendencia. Falleció el 26 de enero de 1910, de bronquiectasias. Su esposa, la celebérrima Dña. Carmen, llamada “la Médica”, puso un modesto establecimiento en el Portal de la Cruz, cuyo local todavía se conserva, propiedad de los herederos Antonio Franco y María Suiles. Esta tiendecita era el lugar de encuentro de la chiquillería pueblense, donde gastábamos las escasas monedas de 5, 10 y 25 céntimos, que los días festivos nos solían dar los mayores, comprando caramelos y cacahuetes.
Local donde se encontraba la tienda de "La Médica". Foto facilitada por Casa Gul.

          Al Dr. Bestué le sustituye cronológicamente el Dr. D. Ramiro Castillón Escudero, natural de Apiés (Huesca), casado con Dña. María Teresa Escanilla Sesa, de cuya unión no hubo hijos.

D. Ramiro Castillón Escudero. Foto del año 1929,
facilitada por Nuria Suarez Arnal.
D. Ramiro Castillón nació en 1879 y fue asesinado por las hordas marxistas del Frente Popular a los 57 años, el día 20 de agosto de 1936 en la carretera de Berbegal. La villa pueblense quedó sin médico durante el transcurso de la Guerra Civil.


Casa "El Médico" en La Puebla de Castro. Autor de la foto: Pedro Bardaji Suarez.

          Como dato curioso digno de conocerse que enaltece la figura de estos filantrópicos galenos, es el misérrimo sueldo anual que percibían de la Administración. Según relación nominal del personal que componía la plantilla del Ayuntamiento de La Puebla de Castro, en el año 1928, el Médico Titular Dr. D. Ramiro Castillón Escudero cobraba la cantidad de 1.375 pesetas anuales, mientras que el estipendio del Secretario Municipal, D. Antonio Cera Laplana, era de 2.500 pesetas al año.

          Incomprensible en nuestros días, que el personal técnico altamente cualificado, procedente de estudios universitarios superiores, seguido de duras oposiciones, tuviera una nómina muy inferior a la del Secretario. Sin comentarios.

          Con estos tres facultativos termina la era preantibiótica y una de las etapas más dolorosas de la Medicina.
          Los que ocuparon la plaza a partir de la década de los cuarenta, participaron afortunadamente de los nuevos descubrimientos, pudiendo aplicárselos a sus pacientes.







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