Artículo publicado en “El Libré” de las Fiestas de La Puebla de Castro año 1992
De cuna vasca pero sangre gallega y una infancia en Francia, me permiten desterrar los fanatismos territoriales y el ímpetu nacionalista de limitarme a ser de un terrón independiente de este hermoso y “global” planeta Tierra, y me otorga el preciado privilegio de elegir la parcela de planeta donde sembrar, regar y cosechar mis afectos, y a ti, Puebla de Castro, declaro mi amistad y mi cariño, sin detrimento de ningún otro, por tu calurosa acogida y tu hospitalidad familiar.
De la mano de uno de tus hijos (que tanto te cuida y te venera), fui conociendo y admirando la orgullosa red que ha ido tejiendo tu Historia de centenios íberos y romanos y… ¡el olor de esta tierra! Cuando subiendo a Castro o a la Peña del Calvario (Labitolosa), uno se siente trasladado a cualquier tiempo de tu Historia y es capaz de percibir, por toda tu etérea dimensión, las voces, obras y esfuerzos de todos los que te fueron “pariendo” así, tal como eres, inigualable, mágica, tierna y fuerte, mientras algún milano rubrica con su vuelo sobre el pantano, estos pensamientos que eslabonan la cadena de tus ancestros.
Aquí, donde la tibia tierra acoge la huella respetuosa de mi pie, puso su pie, quizás, algún enviado del Emperador de Roma y… ¿quién sabe?, la fantasía y la Historia continúan su abrazo en el camino; Peña Roya, San Roque, La Puebla…
¡Todos somos hijos de La Puebla!, tú que naciste en su seno y tú que, como yo, la descubriste un día, en un abrazo de cariño por mutua adopción. Los que empezamos visitándola un día y otro, y hemos vuelto una semana y otra y unas vacaciones y otras y cada año retornamos en más y más ocasiones a encontrarnos con ella; en Invierno, con ese frío manto que a veces jalonado de nieve reúne más íntimamente a las familias junto al fuego, mientras la tierra muestra el blanco velo que esconde la vida que pacientemente espera aflorar. En Primavera, cuando la eclosión de los almendros en flor pinta, de la mano del mejor artista, toda suerte de luces brillantes y colores. En Otoñó, ¡ah, el Otoño!, época privilegiada de matices de luz y tierra que reflejan en los ojos toda la cascada de ocres, verdes y azul de tus paisajes, y ¡cómo no!, en Verano, cuanto tu abrazo se hace extensible a todo aquél que llega desde los más variados lugares, y que hacen de tus Fiestas, ¡las mejores de toda la comarca!, según rezan los labios de todos cuantos las han disfrutado.
Miryam con su hijo Pedro David Bardaji Miguelez de excursión por el Mon. Autor de la foto: Miryam Miguelez Fernandez |
Sí, somos hijos de La Puebla porque no hay antídoto para esta “picadura” de asombro y admiración que hechiza el alma. La “magia” de Huesca es una realidad que vive todo el que,como yo, se siente pueblense.
Este sentimiento, fruto de una cosecha sembrada con amor, respeto y alegría, incluye un breve homenaje a todos los hijos de La Puebla que ya no están junto a nosotros, pero que han dejado en esta tierra la herencia de su Historia y de su vida con las que construyeron los cimientos de un mejor porvenir para los que aquí quedamos, y que ahora, desde algún rincón de la Gloria, quizás al son de la guitarra del “Abuelo Perico”, festejen con nosotros en un brindis de alegría, deseando a todos ¡¡ARMONÍA Y FELICIDAD!!