Autora del artículo:
Serafina Suárez Salamero
Serafina Suarez Salamero nació el 11 de Abril de 1929 en Casa Romeu de La Puebla de Castro.
En Mayo de 2003 escribió, en prosa
poética, el relato de su vida que aquí presentamos.
Las fotografías son propiedad de Casa Romeu. Si desea verlas a mayor tamaño clique sobre las mismas.
Puede
escuchar el texto
completo, leído por Serafina, haciendo clic sobre el signo
del triángulo del reproductor siguiente:
ESTA ES MI HISTORIA, mi historia sin reservar. Es muy triste al empezar y feliz… al terminar.
Mi signo es Aries y la verdad, me gusta la atención llamar. Era un 11 de Abril de una primavera hermosa y yo nací… como una rosa.
Mi
niñez un tanto triste me es difícil olvidar. Mi Madre murió muy
joven, no la pude disfrutar. Recuerdo su sufrimiento y su larga enfermedad, una
horrible hidropesía, entonces muy difícil de curar.
Mi
Padre estuvo en la cárcel seis años, ¡que atrocidad, que
injusticias cometían solo por un ideal!
Nuestra casa estaba entonces en
una lucha infernal, tía Cándida, tío Gregorio… con unas riñas constantes
que a mí me hacían temblar.
Lo que más siente mi alma… que nunca pude jugar. Las otras niñas jugaban y yo, a mis diez años de edad tenía que hacer la cena y tenía que fregar. Es triste, es realidad.
Tuve un hermano, Isidré, era
tanto su saber que a sus tres años cumplidos dicen, sabía leer. Joaquín de Lapallarola era su amigo
ideal y recuerda que en la escuela, como él no había otro igual.
A los ocho años cumplidos el
Señor se lo llevó. Un veintiuno de Enero
andaba con “la rodeta” y en “el Royal” se cayó. No pudo salvarlo nadie. ¡Con
qué llanto nos dejó…!
Mi
Padre estaba en la cárcel y mi
Madre ya murió, ya pueden imaginarse
como me encontraba yo.
Ya la vida transcurría con
alguna novedad, mi Padre volvió a casarse, tía Cándida merecía recibir su lealtad… tantos años que la pobre
también tuvo que luchar y su vida ilusionada tuvo que sacrificar, quedándose
con nosotros y la casa continuar.
Tío
Gregorio estuvo ciego 18 años,
pero ciego de verdad, y aunque algunas rarecillas le tuve que soportar, pues se
iba por las casas que le dieran de merendar o en otras casas pedía una copa de
coñac, yo, aunque ya lo sabía, me tenía que aguantar, en el fondo lo quería, lo
quería de verdad.
Y si veinte años volviera con su ceguera a pasar, lo digo con toda el alma, ¡lo volvería a cuidar!
Cuando quería asearlo, que era
mi prioridad, se enfadaba y me decía alguna barbaridad. Pero luego arrepentido
se me ponía a llamar: “¡Serafina ¿dónde
estás? Tu eres la dueña de casa sientes… no lo vayas a olvidar, que eras hija
de mi hermana y tu Padre vino a heredar!”
Cuánto quería al “mocé”, como le solía llamar, y todas
las mañanitas cuando lo iba a levantar lo primero que decía: “¿y el mocé… cuándo vendrá?”.
Murió a los 98. Pero quién iba
a esperar, con las desferras que hizo, a esa edad poder llegar. Una anécdota
curiosa me queda por explicar, qué estómago que tenía, pero qué barbaridad, se
comió un ciento de naranjas un día primaveral, empezó en “las Sucarradas” y
terminó en “el Royal”.
Al famoso tío Toné, no lo vamos a olvidar. Era corto de estatura, un metro…
un poquito más. Pero fue un aventurero.
En sus años de mocedad se marchó a Francia, a Cuba, Puerto Rico y Panamá. Pasó
sus calamidades y, yo creo recordar, con cinco huevos diarios se solía
alimentar.
Antonio Salamero Vidal (Tío Toné). Foto tomada en el Portal (Plaza de la Cruz) el año 1962, contaba 91 años de edad. Tío Toné Falleció un año después, el 3 de Abril de 1963. |
En sus 18 años que tardaba en
regresar, no escribió una sola carta y llegó
sin avisar, con un sombrero de copa y un traje sin abrochar, una camisa sin
cuello y una muda sin llevar.
Era famoso en el pueblo, pues
todos recordarán, forastero que venía, allí se iba a preguntar. Y también hablaba solo, era su debilidad, el
silencio le escuchaba, su conversación llevaba y nadie le contrariaba.
Mi
Padre fue un hombre bueno, inteligente, muy sabio y trabajador,
al mismo tiempo, un Señor. Murió a los 91. Estaba sordo también, pero eso no importaba, su vida compaginaba, él tocaba la guitarra, le gustaba leer y
su paseo diario no se dejaba perder.
Pedro Suarez Serena camino del huerto de La Reguera pasando por la Urbanización Lago de Barasona (El Campin). Año 1978. |
Tuvo una muerte feliz. Era
digno de admirar, con todo lo que sufrió, perdonó…, pero nunca olvidó.
De izquierda a derecha, Serafina Suarez Salamero, su marido Gregorio Bardají Cajigos y Pedro Suarez Serena (padre de Serafina). Año 1974. |
A mí me faltan palabras para
poder expresar lo mucho que lo quería, y dice mi corazón que no pasa un solo
día que recuerde su memoria con cariño y devoción.
Me
voy a ir desplazando de mi vida familiar, y ya me voy acercando a mi vida
personal.
Voy
cumpliendo quince años y
también los dieciséis. ¡Ilusiones y alegrías se suceden por doquier! Soy un
poco coquetuela y, no lo puedo negar, van saliendo pretendientes, pero uno muy
especial.
Han pasado muchos años y jamás
olvidaré el año 45, bailando “Recuérdame”.
Y va mi vida cambiando y me tengo que casar, como soy hija única, la casa no la puedo abandonar, y tengo que renunciar a mis ilusiones vanas que tanto me hicieron soñar.
En Tarrasa yo pasaba temporadas de alegría y de ilusión. ¡Qué familia
tan querida, tan alegre y de tanta comprensión!
Por fin llegó mi destino, un
destino excepcional, un amor llamó a mi puerta, no lo pude despreciar. Era Gregorio. Era tan guapo, tan cariñoso y
leal que en poco tiempo ya supo mi corazón conquistar.
Pasamos algunos años con
conflicto familiar y tuvo que demostrarme que me quería de verdad.
El 29 de Diciembre se celebró nuestra
unión, en el Pilar de Zaragoza,
allí nuestra bendición. De nuestro viaje
de novios pocos pueden presumir, con cuarenta y cinco días… ya se puede ser
feliz. Al regreso de este viaje, en el Barrio, nos estaban esperando treinta
personas queridas… me emociono al recordarlo.
Serafina Suarez Salamero y Gregorio Bardají Cajigos. |
Y para el 15 de Octubre, qué fecha tan señalada, nace nuestro hijo Pedrito, ya está nuestra sed
calmada.
El niño crece feliz, hace feliz
nuestra unión, y pudimos asistir a su Primera Comunión.
Los años iban pasando, se fue a
la Universidad y, como es ley de la vida, se empezaba a enamorar. Allí conoció
a Miryam, allí conoció a su amor, es
una chica de prendas, una chica superior.
Se casaron, son felices y viven
con ilusión. Tienen un niño precioso
que llena su corazón.
Voy a terminar mi historia con
esta breve canción: “tengo un marido
excelente que me da felicidad ¡porque el humor que yo tengo! se refleja… ¿no es
verdad?”
Serafina Suarez Salamero mimando sus flores que lucen en la fachada de Casa Romeu. Junto a ella, su nuera Miryam Miguélez Fernández. |
La Puebla de Castro. Mayo de
2003.
Hoja manuscrita de Serafina Suarez Salamero con su peculiar caligrafía. |
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emocionante historia de Amor de Serafina y Gregorio: