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LA PUEBLA DE CASTRO BAJO EL PODEROSO INFLUJO DE CASTRO Y LABITOLOSA

LA PUEBLA DE CASTRO BAJO EL PODEROSO INFLUJO DE CASTRO Y LABITOLOSA




Autor del artículo: Antonio Torres Rausa
(Licenciado en Derecho y Filosofía y Letras. Organista.
Cronista local)

Artículo publicado en el “Diario del AltoAragón”,
 2 de enero de 2002




           A vista de pájaro, los territorios comprendidos entre Torreciudad, Secastilla, La Puebla de Castro, Castro y la romana Labitolosa, forman un círculo mágico y estratégico entre el Somontano y la montaña, el Sobrarbe y la Ribagorza, el Ésera y el Cinca. No es casualidad, pues, que los romanos en el siglo II antes de Cristo se decidieran a construir aquí, en los aledaños de La Puebla de Castro, la importante ciudad de Labitolosa, la última ciudad romana en el camino de las Galias, en dirección a San Bertrán de Cominges.

Mapa de la época de Labitolosa
          Gracias a las excavaciones que se han venido efectuando, sabemos que la ciudad contaba con dos magníficas termas, un foro lleno de estatuas e inscripciones y de toda una serie de servicios que poco a poco irán emergiendo del sueño de la tierra que todavía esconde importantes secretos que se irán descubriendo ya que, por suerte, se trata de una ciudad que fue abandonada en el siglo III y sobre la cual no se ha construido nada con posterioridad.

          Cuando se inicia la decadencia de las ciudades en el siglo III, muchas ciudades son abandonadas, decae el comercio y la industria y toda actividad queda relegada a un lugar seguro y enriscado. De la ciudad se pasa a la aldea, arropada bajo un castillo y señor que le da seguridad. Muchas aldeas surgieron de las ruinas de villas abandonadas, pero en su mayoría fueron continuación de núcleos preexistentes. Posiblemente el origen de Castro, tal como indica su etimología, fuera una torre de vigilancia que la cercana Labitolosa tenía para controlar la entrada al río Esera y su valle. Pensamos que abandonada Labitolosa, algunos de sus habitantes se establecerían en este lugar estratégico al amparo de un señor y su torre.

          Sabemos que el Rey D. Alfonso I el batallador al regreso de las campañas de Andalucía se trajo en el año 1126 unos 10.000 mozárabes con el doble objetivo de liberarlos de los moros y de repoblar las desérticas tierras de Aragón. En tales incursiones del Batallador por Andalucía, en los años 1124 y 1126, entre otros caballeros de Aragón, le acompañaron D. Berenguer Gombal, señor de Castro, Pedro Jazbert, señor de San esteban de Mall (La Puebla Roda) y Berenguer Ramón, señor de Fantova. No es casualidad que en torno a los señoríos de Castro, San Esteban de Mall y el de Fantova, hayan surgido La Puebla de Castro, La Puebla de Roda y La Puebla de Fantova. De esta forma, tendríamos el origen de La Puebla de Castro, no tanto como poblamiento nuevo que procede de Castro, sino como nueva Puebla privilegiada por Alfonso el Batallador que pobló con mozárabes procedentes de Andalucía concedidos a su buen vasallo. Entonces, como ahora, el problema era la mano de obra para trabajar las difíciles y áridas tierras de Aragón. La mejor recompensa que el Rey podía dar a su fiel servidor era la adjudicación de algún ciento de los muchos mozárabes que no fueron absorbidos por las anchas tierras de Zaragoza y Alfaro. Esta teoría, en cuanto al origen de La Puebla de Castro, no ha sido probada. La supuesta repoblación de mozárabes andaluces pudo favorecer al poblado de Castro pero no se corresponde con la fundación de La Puebla de Castro, cuya Carta Puebla está concedida por el Rey Jaime I el Conquistador en el año 1250.

Delante, La Puebla de Castro; detrás, en el centro de la foto, La Puebla de Fantova.
 Foto de Fernando Martín Bravo
          En cualquier caso, la importancia histórica de La Puebla viene dada por su apellido Castro, origen del poder secular de la Baronía de Castro y del poder religioso de su Abadiado. De ambas instituciones queda constancia en las magníficas joyas y tesoro que pueden visitarse en la Iglesia parroquial de La Puebla y, sobre todo en el magnífico retablo dedicado a San Román, patrón de Castro, lugar de donde procede. El conjunto consta de 24 tablas que fueron pintadas, por varios pintores, entre 1495 y 1500. Las que narran la Pasión de Cristo, de mejor factura, son obra de Juan de Lovaina, pintor flamenco cuya estancia en Aragón está documentada en esas fechas, y las tablas que narran la historia de San Román se atribuyen a dos pintores de la escuela de Bartolomé Bermejo. Hay que decir, que se trata de uno de los pocos retablos que sobrevivieron en Ribagorza la última guerra civil, gracias a que fue desmontado y trasladado en cajas a Ginebra en el año 1936, hasta el 39 que fue restituido a La Puebla de Castro. Recientemente ha sido restaurado por la Dirección General de Patrimonio y luce con todo su esplendor. Es una obra de arte que por sí misma merece una visita a La Puebla.

Retablo de la antigua Ermita de Castro. Actualmente se encuentra en la Iglesia Parroquial de La Puebla de Castro. Autor de la foto: Rafael Franco Suiles
          Pero el testigo testarudo y peñascoso de lo que fue la Baronía y el Abadiado sigue siendo Castro, aldea abandonada, Iglesia románica que es monumento nacional y castillo que tuvo gran importancia en las guerras internas entre el Rey D. Jaime I el Conquistador, los Ricos-Hombres de Aragón y Barones de Cataluña y la alevosa muerte del que fue primer Barón de Castro, Fernán Sánchez, hijo de Jaime I el Conquistador y de su amante Blanca de Antillón, a la que, por cierto compró Castro por 400 doblones de oro en el año 1241, probablemente para dotar con este importante feudo a su hijo bastardo. Fernán Sánchez fue ahogado en aguas del Cinca, junto a Pomar, por su hermanastro, el que sería Pedro III de Aragón, en la primera quincena de Junio del año 1275.

Castro. Foto de Fernando Martín Bravo
           De Fernán Sánchez desciende, pues la Real Casa de Castro, linaje de gran importancia en la historia de Aragón y de España y cuyos descendientes emparentaron con la Casa de Peralta, Pinós, Aytona y, finalmente, con la casa ducal de Medinaceli al casar en 1722 Teresa María de Moncada y Benavides, 6ª marquesa de Las Puebla de Castro, con Luis Antonio Fernández de Córdoba, XI Duque de Medinaceli y X Duque de Feria.

          Respecto al Abadiado, dice Saturnino López Novoa citando un manuscrito del Racionero Cañada que “el año 775 el Rey de Francia sacó a Castro del poder de los moros, y dio esta Iglesia a los monjes benedictinos, quienes permanecieron en ella hasta 1466. Esto, según Cañada, consta de una escritura de privilegio que otorgó a favor de los de Castro, D. Felipe Galcerán de Castro, siendo testigos entre otros, D. Antonio Español, Abad de Castro y de nuestra Señora de la O.“ Con independencia de la veracidad de lo que nos dice Saturnino López Novoa, es lo cierto que Castro fue un importante Abadiado, cuyo Abad se trasladó en el año 1622 a La Puebla de Castro, donde por muchos años siguió firmando como Abad de Castro. Su jurisdicción abarcaba a Castro, Barasona, la Casa Peralta y La Puebla de Castro, sobre cuyos territorios cobraba el diezmo. Los servicios espirituales los atendía mediante un Vicario que tenía en Barasona y tres Racioneros que servían en las demás iglesias. Si en toda la Diócesis no había más que tres Abades , contando el de Estadilla que, en realidad, pertenecía a la Diócesis de Lérida, sólo el de La Puebla tenía la potestad de la colación ó nombramiento de sus Racioneros, poder reservado normalmente a los Obispos. Esto da idea de la importancia que tuvo el Abad de Castro y las prerrogativas que siguió conservando en el Abadiado de La Puebla de Castro.

          En la actualidad, La Puebla de Castro consigue aguantar un censo de población en torno a los 350 habitantes y con unos medios económicos suficientes, derivados de sus empresas y servicios, que en estos momentos son, 3 empresas cárnicas, 3 de construcción, 1 camping, 2 hoteles y 4 restaurantes. El total de mano de obra directa generado es de 45 trabajadores fijos y 25 más en la temporada de verano. La población escolar asciende a 22 niños y es atendida en el propio pueblo por los maestros correspondientes.

La Puebla de Castro. Foto de Fernando Martín Bravo
          Sin descuidar el día a día, es un pueblo que no se olvida de su brillante pasado histórico cultural, para lo cual el Ayuntamiento acaba de conseguir del Ministerio de Fomento una subvención de 36 millones correspondiente al 1% cultural que invertirá en la limpieza y consolidación del castillo de Castro, artesonado mudéjar de la Iglesia románica (declarado recientemente patrimonio de la humanidad) y aseguramiento de los restos que
quedan de la vieja aldea.

          Labitolosa, La Puebla y Castro son, sin duda alguna, visitas imprescindibles para todos aquellos que se aproximen por estos mágicos parajes del prepirineo.






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