Mariano Serena Garuz "Borbón" |
SEMANA SANTA. MATAR A LOS JUDIOS Y LA PROCESIÓN DEL VIERNES SANTO
12 de Noviembre de 2011
(Autor del artículo: Pedro Bardaji Suarez)
Sin lugar a dudas, la
Semana Santa y en especial, la Procesión
de Semana Santa ha sido la tradición más querida y mimada por “Borbón”, y
la que más le he hecho sufrir. Solo hago que tocarle el tema y empieza a mover
la cabeza hacia los lados mirando al suelo, en un intento de contener la
emoción.
La Semana Santa en La Puebla tenía curiosas particularidades.
Como ejemplo, aquella del Jueves Santo
de “matar a los judíos”. Se les
perseguía hasta la plaza mayor. Los judíos entraban en la iglesia y se cerraban
por dentro. El pueblo perseguidor apedreaba y aporreaba la puerta, finalmente
entraban y, simulando dar muerte a los judíos, destrozaban a golpes, con
piedras e incluso con hachas, los primeros bancos de la iglesia. Impresionaba el
ruido y la polvera levantada. Esta práctica fue evolucionando a una más
moderada. Los de la iglesia cantaban el miserere (salmos penitenciales), al término,
se apagaban todas las velas, solo permanecía encendida la palmatoria del
sacristán, el padre de “Borbón”. Con ella entraba en la sacristía, donde
aguardaban escondidos los judíos, dejando el templo a oscuras. En ese momento
estallaban los aplausos y golpes en los bancos, simulando dar muerte a los
judíos. El silencio llegaba cuando el padre de Borbón salía de nuevo de la
sacristía, con la palmatoria encendida, y llegaba hasta el medio de la iglesia,
llevaba a su espalda, en fila, a los judíos con la cabeza gacha en actitud de
arrepentimiento.
La Procesión del
Viernes Santo, en los años
anteriores a la Guerra Civil, seguía este recorrido: salida de la iglesia,
Calle Arbellón, Calle General Lacy, subía por el cubierto de Plana, Plaza
Mayor, Calle General Valdés, Calle Cerbantes, Calle Mayor y de nuevo Plaza
Mayor y entrada en la Iglesia. Es decir, hacía un recorrido por el casco
antiguo, sin atravesar ninguno de los portales de entrada al pueblo. Las
mujeres del “paso” de “las siete palabras” llevaban túnicas mitad azules
y mitad color rosa y faroles de cristal con velas encendidas. También “los
siete dolores” portaban faroles de cristal. Estos dos “pasos”, eran
representados por mujeres adultas.
En la última Procesión
antes de la Guerra Civil, una cuadrilla de mozos aguardaba en el pilá de la
Plaza con capazos de piedras, otros esperaban en el portal bajo. Solo salir la
Procesión de la iglesia, empezaron a apedrearla. El Siño Mariano, un niño
entonces, sufrió impotente el ver a su padre, a la cabeza de la Procesión,
apedreado por los matones. La Procesión
tuvo que volver a la iglesia y el cura, Mosén Manuel Arnal Esforzado, natural
de Abiego, pronunció un sermón que durante años se ha recordado: “…nosotros moriremos pero la religión brotará
con más fuerza”. Unos meses después, este cura fue fusilado junto al Obispo
de Barbastro.
Con la llegada del régimen Franquista la Procesión se recuperó.
Una cofradía formada por Josefina el
Sastre, Josefina Montanuy, Purita Cirilo y la juventud de chicas de esa edad,
comenzaron a elaborar trajes para los “pasos” vivientes. La señora de casa
Cristé, guardaba, de la antigua procesión (de antes de la guerra), dos túnicas
moradas de encapuchadas, que sirvieron de modelo para hacer cuatro nuevas. Este
“paso” de las encapuchadas iba detrás del sepulcro y arrastraban cadenas en los
pies. Estando de párroco Mosén Antonio se compró el Santo Cristo, y el
sepulcro, este último a una cofradía que se deshizo. Las dos piezas costaron
6.000 pesetas. Parte del dinero se recogió gracias a una obra de teatro en la
que trabajaban, entre otros, Manolón de Pastoré, Román de Giral, Josefina el
Sastre y nuestro Mariano “Borbón”.
Procesión del Viernes Santo de 2011. Autor de la foto: Fernando Martín Bravo |
En la Procesión de pasos vivientes del Viernes Santo,
cada uno ocupa un lugar y hay un lugar para cada uno al que se accede por sexo
o edad. Hay papeles para los tímidos y también para los que quieren lucirse, para
los fuertes y para los débiles y para los dolientes… El personaje más
representativo, “el de la caña”, cumple el moderno precepto de igualdad de
género, pueden llevarlo adultos hombres o mujeres. A medida que avanzamos
cumpliendo etapas de nuestra vida, vamos también recorriendo los distintos
pasos de la Procesión. La vida pasa por la Procesión. En ella nos encontramos y
nos recocemos como miembros la misma comunidad, incluso con nuestras
contradicciones. A “Borbón” le debemos el haber velado y peleado por mantener,
año tras año, esta representativa tradición.
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