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LAS ABARCAS DEL TERCER NEGUS. HILARIO SALANOVA Y CIRILO BURREL

LAS ABARCAS DEL TERCES NEGUS.
HILARIO SALANOVA CARRERAS Y CIRILO BURREL PUEO.

Vicente Burrel Guillén


Autor del artículo:  Vicente Burrel Guillén

Escrito en Abril de 2005

Publicado en la Web de la Familia Burrel: www.telefonica.net/web2/jbjrrel/
y en el "Libré de las Fiestas" de La Puebla de Castro de 2010




              Por  aquellos años que se implantó en España la II República, italianos y abisinios andaban en la disputa bélica reconocida  mundialmente como la guerra Italo-Etíope.
              No es  que pueda contar gran cosa de dicha discordia en cuestión porque mis ocho o nueve años que entonces contaba, no daban para más, y las noticias no se repartían con la abundancia de ahora. En mi caso, recogía al vuelo las que se desprendían en los comentarios de los mayores de mi entorno.
              De la parte italiana, Benito Mussolini era coreado como el máximo representante en el ámbito internacional. Por Abisinia, el recién coronado Emperador Halie Salessie, conocido igualmente por El Negus.  De su historia se dice, que al frente de sus tropas les dio algún que otro disgusto a los italianos. Total que  sea por valiente, por terrible y más si cabe, por su color moreno, se ganó cierta reputación belicista.  
              Así las cosas, tenemos de la  parte Etíope al Emperador (Negus), defensor de  su Patria, ó bien de su casa, y al nuevo aspirante a  “Cesar Mussolini” de rival agresor, que según parece conquisto; Abisinia, Etiopía y Somalia, quizás en la intención de rehacer  el Imperio Romano.
              Esta efímera victoria sobre unos países subdesarrollados, poco la disfrutó nuestro flamante conquistador. Circunstancias adversas y su engreimiento, llevaron al fascistoide de don Benito pocos años más tarde,  a terminar colgado boca abajo  de  un árbol,  en la plaza Loreto de Milán.  Pero esta, ya no es nuestra historia.
              El chismorreo ó rumor que percibían mis oídos,  me inclinaba a identificarme en favor del  ejército italiano. Pero de todos modos ni tenía edad para hacer crítica, ni hubo espacio en el tiempo para ello,  porque al momento estalló nuestra Guerra Civil. Aquí, y ahora, ¡La cantidad de cosas  que había para anotar! Los nuevos acontecimientos a las puertas de casa, me hicieron olvidar el lejano conflicto Italo-Etíope,  y por  muchos años,  no supe en qué había quedado el asunto. Desde ese momento, ya me dediqué con febril entusiasmo a apuntar sucesos en mi recién abierta página en blanco, cuidando mucho de no  emborronar. Me olvidé de la Italo-Etiope, y si no arrojé el tema definitivamente al baúl del olvido, fue por la siguiente causa que merece punto y aparte.
              Pocos días hubieron de transcurrir desde aquél 18 de julio, para acreditarse de “Famoso” el II Negus de mi episodio. Y si digo episodio no es decir por un decir. ¿Cómo interpretar la paridad de los dos Negus, el uno en Abisinia y el otro aquí en el vecino pueblo de El Grado?
              Si las calamidades suelen sucederse juntas, los conflictos deben de permutar a tres bandas, porque al intentar esclarecer el lío de los dos primeros, tropiezo de bruces con un  tercero. Un tercer Negus, más antiguo en sus hazañas, que los dos anteriores. Este es el más viejo de los tres. Se  trataba ni más ni menos, del cabecilla rival de nuestra mal llamada Guerra de África -de Marruecos más concretamente- el caudillo Abd el-Krim, causante del desastre de Annuan, quién se había (ó le habían) colgado el San Benito de El Negus.
              El año 1.926 de mi nacimiento, y en colaboración Franco-Española, se hizo la paz en ambos protectorados de Marruecos. En los ocho años siguientes hasta el 1.934, en que sitúo el inicio de mi historia, lógicamente es imposible que tuviera constancia de lo ocurrido. Es a partir de los ocho o nueve años cuando según crecía mi persona, pareja en el tiempo se desarrollaba mi curiosidadese punto de obstinación innata que siempre me acompañó. Ahora había que solucionar el intríngulis de los tres Negus, indagando hasta dejar colocados  a cada cual en su lugar correspondiente. 

                                                         Origen                        Alcanzó renombre entre los años

1º Negus: Abd el-Krim                 El Rif,  Marruecos           1.921 - 1.926  
2º Negus: Halie Salessie              Emperador de Etiopía   1.930 - 1.939
3º Negus: Hilario Salanova         El  Grado  (Huesca)        1.900 - 1.939
              Aclarado el conflicto, aparcamos aquí los dos primeros Negus, para dedicarnos en exclusiva al de El Grado, al de nuestro objetivo: al Tercer Negus, y sus abarcas.




Hilario Salanova fotografiado por Agustí Centelles Ossó, aparece en la portada del libro "Homenaje a Cataluña" de George Orwell en la 1ª Edición de diciemte de 1969 y en la 5 Edición de Septiembre de 1985. Editorial Ariel. S.A. Barcelona. Imagen obtenida de: octavicentelles.blogspot.com.es.
En este libro, Homenaje a Cataluña, George Orwell relata en primera persona su experiencia durante la Guerra Civil Española en la que se alistó como miliciano del POUM, partido de orientación trotskista, sirvió tanto de soldado raso como de oficial en zonas de Cataluña y Aragón. Recibió un tiro en el cuello en las proximidades de Huesca el 20 de mayo de 1937. Un mes después dejó España para evitar ser encarcelado y asesinado durante las represalias del Gobierno de Negrín contra el POUM.


             Que nadie se crea que quedan solos;  quedan con la tira de  innominados sin título, de los muchos Negus que hubo por nuestros pagos republicanos. De entre todos, tan solo hubo un joven atrevido, aspirante por Madrid capaz de disputarle el título nacional al nuestro. Estos dos, que si bien empataban a puntos, no llegaron a dirimir la final por no haber acuerdo sobre el terreno de juego. En el campo madridista imperaba la afición comunista, y nuestro Negus, que siempre estuvo comprometido con los anarquistas catalanes, sospechaba del arbitraje y no sin motivo. Por las mismas fechas, en Madrid se dejó la vida, su correligionario Buenaventura  Durruti.
              De  estos antecedentes se desprende que el apelativo Negus, llevaba suficiente morbo y carga explosiva para infundir pavor entre el personal civil que no fuera políticamente de su misma opinión y agrado. Y para demostrar su animoso  proceder, nada mejor que  arremeter contra los curas, que además de no ofrecer resistencia eran fácilmente conocidos y reconocidos por todos.
              Por  la  psicología sabemos que al criminal solamente le repugna el primer asesinato, o sea que todo es empezar, y cuando las circunstancias le son propicias, pues miel sobre hojuelas. A matar tocan, si amas á mas, se hacen méritos y credenciales para ascender rápido en el escalafón de la política, más radical.
              Como primera referencia de nuestro III Negus, cabe citar que su nombre de pila fue Hilario Salanova, que Nació en El Grado, (Huesca) un día del 1.900, y que por lo mismo en 1.921,  tuvo que incorporarse a filas, a  cumplir con el Servicio Militar obligatorio predicho a los 21 años para todos los varones españoles. Por el consabido sorteo su destino le llevó a  África.
              Ya en Marruecos, nuestro joven “aspirante a Negus de El Grado”, quiso la casualidad que coincidiera su destino en la misma compañía de Alejandro; otro recluta de La Puebla de Castro, copartícipe en el funesto sorteo que los mandó a la guerra de África. A partir de ahora, ya podían compartir camaradería de paisanaje los dos para el tiempo de permanencia en filas con sus  nombres propios. Alejandro por Alejandro y Hilario como Hilario (Todavía sin título de Negus)  No hay constancia que intervinieran ninguno de los  dos  en acciones bélicas. 
              Por nuestro convecino Alejandro, conocemos de su conducta en el cuartel no demasiado edificante, si se equipara con la norma habitual de vida, de las que por entonces en nuestra tierra se decían gentes de orden, por honestas, laboriosas y respetuosas en todos los órdenes. O sea, una excepción y no precisamente en el buen sentido. Así, quiero imaginar que la disciplina cuartelera, quedó insuficiente para supeditarlo al reglamento y guardar las ordenanzas de un soldado ejemplar. Conste que este apunte son suposiciones mías, en la intención de predisponer al lector para los  episodios siguientes. Además, el tal Alejandro tampoco se pasó de explícito en el comentario; se limitó a insinuar que,  precisamente, no fue un  derroche  de virtudes que se diga.
              Pasado el aciago 1.921, fueron a mejor las cosas por África, y supongo que estarían activos en el ejército dos ó tres años. Lo siguiente pretendo situarlo por el año 1.926, cuando ya licenciados nuestros soldados estaban en sus acomodos civiles organizándose la manera de luchar por la vida.
              En ello estaba Alejandro, al frente de un pequeño establecimiento comercial que le habían montado sus padres, cuando un buen día se le presenta en la puerta Hilario Salanova, el paisano de la mili (todavía con nombre propio), sin el apelativo de Negus. No se habían visto desde el cuartel en África, y es de imaginar el pasmo entre ambos paisanos de la mili, aún imaginando que entre ambos el trato diario en el cuartel no pasaría más allá de ser  de complacencia  por lo del “paisanaje”. Las diferencias éticas respectivas entre ambos no podrían dar para muchas alegrías más.
              Hilario: ¡Hombre, querido Alejandro! ¡Qué gusto de volver a verte! No sabía  que te habías hecho comerciante; ¿Pues no eras barbero?
              Alejandro: ¡¡Caray!! con nuestro  célebre Salanova, tu gusto es el mío, ¡Quién había de contar ahora contigo!  Alguien me dijo que si andabas por Barcelona.  Pues sí, mira, en estos pueblos chicos, si se quiere pervivir, hay que hacer un poco de todo. Y a ti, Hilario ¿qué  te trae  por aquí?
              Hilario: Mira, he subido a buscar trabajo aquí en las obras del Pantano de Barasona, y me han dado faena  para mañana mismo. Aparte del gusto de saludarte, me alegra mucho haberte encontrado porque necesito unas cosas para emprender la tarea. Lo más urgente son un par de abarcas como esas que tienes ahí de muestra; previniéndote, que no te pagaré hasta que no cobre la primera semanada.
              Alejandro: ¡Hombre!, Salanova, faltaría más... Mira, ahora yo estoy  empezando de comerciante, lo que conlleva una estricta economía inicial. A ser sincero y franco contigo te diré que más de la mitad del género que hay en la tienda está pendiente de liquidar con los proveedores, pero tú ya me conoces quién soy, voy a proceder del mismo modo contigo. ¡Y todavía mejor! Estos artículos que te llevas te los regalo para que tengas un buen comienzo y para que te sirvan de recuerdo mío. Pero claro está; esto me lo puedo permitir una vez, porque de reincidir muchas veces, puedes comprender que  luego liquidaría el negocio. 
              Tan sofisticada manera de quitarse “de delante” al futuro cliente, que sabía le daría problemas de cobro antes o después, por fuerza tenía que hacerse rentable, pero jamás se podía imaginar que terminaba de cerrar el mejor negocio de toda  su vida.  Quizás porque Alejandro hacía norma de no hablar más que lo justo, es el caso que nunca le oí comentar si había vuelto por la tienda el amigo.
Delante, mirando a la cámara, Hilario Salanova Carreras, en el Frente de Aragón. Año 1936
 Foto de Agustí Centelles Ossó
              Terminaron las obras (sin su colaboración, por supuesto) del llamado políticamente “Pantano de Barasona” para la derecha, o “Joaquín Costa” para las izquierdas, según que mandaran unas  circunstancias u otras, en las distintas veces que se le ha rebautizado. Por cierto que  los dos nombres le encajan a cual mejor y se me hace raro, aunque sea por una sola vez, ¡tanta cordura entre políticos! Veamos: sin el término de “Barasona”, imposible hacer el pantano, por lo menos donde está. Y tampoco sin el esfuerzo, la tenacidad y, por qué no a mayor  gloria si cabe, de la constancia de Don Joaquín Costa y Martínez. De no haberse construido  entonces, y si exceptuamos la  salvedad que en su momento no hubiera ordenado construirlo el Generalísimo Franco,  al día de hoy estaría  tan pendiente de construcción como su homólogo el de Campo.
              La semana pasada, estando en Graus de obligada espera, frente al logrado   monumento a D. Joaquín, apoyado en el vallado anterior que protege estatua, fuente y surtidor, estuve largo rato pensativo, notando desfilar por mi memoria la historia de nuestro singular Republicano. Trataba de encauzar su sentir, su razonar y la manera de ver su entorno social en el contexto de su tiempo, y trasladarlo paulatinamente, año por año a través de las vicisitudes y vivencias transcurridos en España, durante  los 94 años pasados desde su sentida muerte.
              Por fin, tirando con el bagaje de su gran epopeya hasta agobiar mi reflexión, llegando al día de hoy, al momento actual de incertidumbre para nuestra España, me desbordó la emoción, y, por no llorar sentí la necesidad de rezar, siquiera sea una oración por el descanso de un alma tan generosa y grande, de republicano único y sin igual, desde los tiempos de Pericles. Ni soy un rezador nato, ni creo que él tenga necesidad de mi oración para alcanzar tan merecida gloria, pero recé. Recé por él, por España y para que Dios nos proteja a todos;  y en el intervalo de una y otra oración, divagando mi pensamiento, me hice esta pregunta: “¿Si al día de hoy Costa levantara la cabeza, qué haría?”.­­­ Para su constitución temperamental, sólo habría un remedio; ¡volverse a la sepultura al ver tanto miserable suelto!    
              De algún consuelo le serviría en su tránsito al otro mundo siquiera saber  terminado su Canal de Aragón y Cataluña. Ambos sucesos acaecieron en el mismo año 1.911, y, dada su postrera enfermedad, dudo que lo hubiera visto en servicio. Ahora por lo tanto, cuando faltan seis años para conmemorar tan merecido centenario de ambos eventos, y si en el próximo 2.011 hubiera un Gobierno responsable, que de verdad sintiera algo por España, tendría oportunidad de demostrarlo con una efemérides a escala nacional. De lo contrario continuaremos... con su: “Señor... ¡Hominem non habeo! Señor... ¡Populum non habeo!      
              Que me perdone el posible lector, pero es que también tengo una venilla  temperamental  que a veces me saca del tiesto y me desvía de lo esencial de este relato. - “Ya me gustaría extenderme un poco más con Vd., don Joaquín, pero no se me enfade, que le he hallado otro apartamento más digno para usted. Usted está y estará para siempre en el apartamento de los Justos
              Pues a lo que íbamos. Le perdimos la pista a nuestro Negus desde el tema de las abarcas, se embalsó el pantano sin su colaboración, se instauró la II República, y ahora nos lo imaginamos ajetreado a tope en Barcelona,  pertrechando los preliminares de la Revolución de Asturias de octubre del 1.934, que también estaba programada para la Ciudad Condal. Pero, vista que tuvo el tío. Al  primer estampido que le llegó a  oídos, se refugió con su grupo en un agujero que resultó ser el Metro. Allá quedó  a la espera  de  acontecimientos “ignorante”  de que los mineros asturianos  las estaban pasaban canutas frente a las Fuerzas de la República.  Estimó más prudente escarmentar en cabeza ajena y servirse para lo sucesivo como de lección eficaz de  táctica militar frente al enemigo: retirarse ordenadamente a tiempo, reagruparse  escondidos y fortalecerse para luego atacar por la espalda.    
              Como diecinueve largos meses habrían de pasar sin ocupación, y sin cobrar el paro, que esto es peor, hasta encontrar un nuevo trabajo. Después de aquella chapuza  de levantamiento, que, no obstante y por desgracia, se saldó con 800 ó 1000 muertos según distintos historiadores, pasó a formalizarse  en serio nuestra Guerra Civil. Y es aquí y ahora cuando le llegó su crucial momento a  nuestro Negus. Y no precisamente destacándose dando el pecho con los milicianos brigadistas que enviaron de Cataluña al frente de Aragón para conquistar Huesca y Zaragoza.  Ya se ha visto que su talante bélico se correspondía más bien con la defensa y protección dialogada en la retaguardia. En suma, que  tampoco fue un miliciano equiparable con los legionarios de ¡Viva la muerte!
              No pretendo entrar en los pormenores ocurridos en los primeros días del levantamiento, demasiado sabidos desgraciadamente, ni después de tanto tiempo pasado, desenterrar ahora muertos, como algunos pretenden. Cumplieron con su designio en la vida y se deben dejar descansar en paz. Que participen ellos también de la paz que nos dejaron con su muerte. A la Historia es a quien corresponde perpetuar el recuerdo, para quienes necesiten o gusten cursar la lección. Para el grupo de la comunidad y aún para las familias de los que dieron su vida por nuestra paz, se hace necesario e imprescindible distanciarse en el tiempo. Para orarles y recordarlos, nuestra Iglesia Católica instituyó un día al año, el de Difuntos. 
              Lo que en el mes de Julio de 1936 empezó como una revolución, en un par de meses tomó carácter y atributo de guerra. En estos preliminares, el Alejandro de nuestra historia estuvo detenido durante dos o tres semanas con un grupo de media docena de personas más, por considerarles presuntos fascistas, por cierto en una situación  un  tanto ridícula de presos, porque les pasaban la comida desde sus propias casas sus mujeres y la guardia estaba compuesta por los mismos vecinos, entre quienes  bien pudieran existir ciertas amistades, cuando no deberse favores. Supongo que si los presos tenían ganas de salir, los guardianes tenían más prisa de soltarlos para atender la próxima vendimia. Así que tan pronto los liberaronAlejandro regresó a su tienda, que ya no volvió a abrir puerta por entonces porque se la decomisaron para la recién creada Colectividad Agraria.   
              En estos trámites andaba cuando un atardecer de finales de septiembre llaman a la puerta de su casa. Y ¡Sorpresa... sorpresa! De nuevo reaparece nuestro Negus, pero esta vez, con todos los atributos y sus correspondientes mayúsculas, suplido de gorro cuartelero, barba descuidada, subfusil, cartucheras y una pareja de escoltas también armados. Ni que decir tiene que a nuestro Alejandro le resultara difícil encubrir el sobresalto, pero se sobrepuso con disimulo. Tras el saludo de rigor como viejos amigos, el visitante, muy correcto, pidió permiso para entrar en su casa, indicándole al séquito que aguardaran fuera.

A la derecha, Hilario Salanova, el famoso guerrillero de El Grado, miliciano de la CNT - FAI, apodado "El Negus del Norte", conversando con el periodista Fernandez Aldana. Foto obtenida de Mi Revista 15.12.36. Colección La Web del Barranqué. Algunos milicianos se desplazaban con un coche que llevaba escrito "dejen paso a los aguiluchos".
              Alejandro: ¡Hombre, Hilario! ¿Qué te trae por aquí esta vez?
              Hilario: Pues mira, esto… (el Negus saca del bolsillo una nota con una lista de personas y se la muestra a Alejandro). Hay alguien que no te quiere bien, ni a ti (Alejandro encabeza la lista),  ni a los otros tres siguientes, que lógicamente no sé quiénes son. A ti, porque te conozco, de sobras sé que  no eres  ni remoto peligro para nuestra causa, ahora para los otros tres restantes, debes responsabilizarte tú,  o al menos asesorarme de que no se trata de algún avispero de fascistas peligrosos para nuestros ideales. De lo que tú me informes y me aconsejes dependerá la suerte y la vida de esos otros. Y esto que quede  entre nosotros dos. 
              Alejandro: Bueno, me pones en un buen lío,  pero sería ingratitud de mi parte no corresponder a tu franqueza y a la causa que representas. Pero no sé qué decirte, me parece que no es para tanto, siendo que estas personas,  por lo menos yo no las tengo por peligrosas en ningún concepto. Son catalogados de izquierdas, bien que republicanos, tal vez socialistas, aunque en ningún caso creo que estén asociados a una determinada causa en particular. Son agricultores propietarios de sus tierras que cultivan ellos directamente y  con no poco esfuerzo sustentan dignamente su familia sin ayuda de criados o jornaleros. Justamente casas de un par de mulas, pero de izquierda, que por más decir mantienen relaciones amistosas con todo el vecindario. Quizás por causa de que en este momento se está tramitando la organización de la Colectividad, este tema no sea de gusto y conformidad para ellos y se lo tomen a mal los promotores, quienes con la mejor intención la impulsan en el deseo  de que fuera comunitaria de toda la vecindad de La Puebla. Ya hubiera querido para mí ser de izquierdas como ellos, pero por hacer la voluntad de mi padre que me pidió el voto para corresponder a cierta atención de un amigo en las últimas elecciones de febrero voté a la derecha, cuando jamás había votado a  nadie, ni yo, ni ninguno de nuestra familia.
              Hilario: Vale... Vale. No me digas más, habremos hecho viaje de balde, pero me voy satisfecho y contento por haber correspondido a aquél favor que nunca olvidé. Y a su vez doy por bueno tu informe en relación con esos convecinos, que de no ser por ti veníamos dispuestos a cumplir con nuestro compromiso de darles el último paseo. ¡Salud camarada y próspero futuro!
              Alejandro: ¡Salud y buen viaje! Me siento muy correspondido, amigo Hilario.
A P E N D I C E
              Al escribir este relato sucedido en La Puebla de Castro durante las primeras semanas del  Alzamiento Nacional, querría dejar en claro que el tal Alejandro de nuestra historia Corresponde a  Cirilo Burrel Pueo, conocido como tal en la Villa y en toda la Comarca.
              Fue bautizado con los nombres de Alejandro y Cirilo. El segundo nombre, tal vez  por ser el santo del día o por ser más breve, le quedó como oficial de uso diario, afanando el puesto al primero, a extremos que tanto por su familia  en su casa  como en toda la demarcación siempre fue conocido por Cirilo, e inclusive él mismo siempre se firmaba como tal. Solamente cuando fue a cumplir el servicio militar, en atención al rigor de las  ordenanzas, durante el tiempo que estuvo en filas, allí no hubo más que Alejandro Burrel Pueo, y como tal lo conoció Salanova, quién más tarde, tras alcanzar la triste fama como el  III Negus de nuestro relato, habría de salvarle de morir fusilado.

En el Centro de la foto, Cirilo Burrel Pueo, rodeado de su familia en su tienda de ultramarinos. De Izquierda a Derecha: su hija Pura Burrel Porta, su hijo Cirilo Burrel Porta, Cirilo Burrel Pueo, su mujer Florencia Porta Aturiac, y el sobrino Rafael del pueblo de Abiego que vivia con sus tíos y trabajaba de dependiente en la tienda. Este comercio, fundado en 1926, se fue ampliando con artículos de ferretería, calzado, ropa, etc. Existiendo también una rompedora de almendras que daba trabajo a unas 14 personas. El negocio lo regentó, junto con su esposa e hijos, hasta su fallecimiento. Foto facilitada por Pura Burrel Porta y José Moliner.

              Queda pendiente de aclarar el nombre de los otros tres convecinos de la lista quienes juntamente con Alejandro debieron de ser cargados al camión por nuestro III Negus de las abarcas en aquél fatídico atardecer para “darles  el paseo(palabras  al uso de  entonces). Se trataba de Pedro Suarez Serena, nacido en Casa Suarez y casado en Casa Romeu, Joaquín Portella, nacido en Torres del Obispo y casado en Casa Campón, y José Sánchez, de Casa Gaspá. Estos tres vecinos, de Izquierdas y Republicanos, se resistían a formar parte de la recién constituida Colectividad Agraria gestionada por anarquistas, pues no compartían la ideología anarquista, no estaban de acuerdo con sus líderes en el pueblo, y disponían de un patrimonio y hacienda que podían defender por si solos. Mantener esa posición les convirtió en “peligrosos” para la causa anarquista. En el pueblo, los propietarios de ideología de Derechas, se apuntaron todos a la Colectividad, por miedo a represalias. Resulta curioso que estos tres vecinos, de ideología de Izquierdas, afectos al gobierno de la República, se opusieran en un principio a la Colectividad, y que fuera Alejandro Cirilo Burrel, de Derechas, quien les salvó. La Colectividad terminó por imponerse a todos los habitantes de La Puebla de Castro.
              Actualmente me considero como único valedor de la memoria descrita, porque los de mi anterior generación tiempo hace que pasaron a mejor vida. Unos catorce años de edad debía yo tener y entre personas de edad me hallaba, cuando mi tío (Alejandro Cirilo Burrel Pueo) relataba su  odisea. Tal vez por el cariño que siempre sentí por él, quién además fue mi padrino de pila, el caso es que su episodio hizo tal impacto en mi sensible imaginación de niño, que jamás lo olvidé.
              Ahora es oportuno recordarlo para que sucesivas generaciones de nuestra sociedad  pacífica y noble de por sí, eviten escuchar cantos de sirena que pretendan sustraerlos de nuestras raíces, con promesas ambiciosas de alcanzar la felicidad terrenal. Esta reseña, también propicia a reflexionar con cierto optimismo sobre los condicionantes del alma humana, que en determinadas ocasiones hasta las más extraviadas y equivocadas, pueden demostrar altruismo y grandeza espiritual.
              El posible lector puede tomar por cierto lo antedicho con la seguridad debida que se requiere al transferir datos para la historia de unos hechos transcurridos hace 70 años. Por la misma razón, llegados a este punto, y por si alguien tuviera algo que objetar, se hace  obligado identificarme como Vicente Burrel Guillén, un sobrino carnal de los muchos que tuvo el  Alejandro-Cirilo  de la narración.
              Nuestra villa, La Puebla de Castro, en el tiempo de referencia contaba de hecho como 700 u 800 habitantes, cifra que permite conocerlos a todos en sus familias correspondientes. En los años siguientes a la dictadura de Primo Rivera se politizó el ambiente a extremos alarmantes dando origen a los graves resultados que se llegó. Así ocurrió que en las elecciones de febrero del 1.936 se conocía perfectamente quiénes votarían a derechas o izquierdas. Fueron muy pocos los que quedaron sin votar, con la excepción de dos familias de herreros que se abstuvieron porque el significarse por uno u otro bando podría dañar sus intereses de cara al cliente. Por conocer el status social de las economías locales de las tres casas de izquierdas, únicas que concurrían en las mismas circunstancias, y algún etcétera más, bien las podría señalar con sus correspondiente nombres sin temor a poner la mano en el fuego como vulgarmente se dice  En cambio siento reparos en divulgar posibles inexactitudes, y más si cabe cuando todavía hay descendientes en sus herederos
              Como punto final solo me resta añadir que recientemente he conocido  dos señores mayores en  El Grado en distintas ocasiones, que han coincidido en contarme que el tal Hilario estuvo en la Legión y que se pegó un tiro en un dedo para librarse. Que tanto su familia como su casa están desaparecidas y quién era el mayor de los dos añadió que, estando cumpliendo el Servicio militar en Barbastro, le subía a El Grado los fines de semana y que cada vez lo hacía con distinto coche.                                                         





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