EN MEMORIA DE MI QUERIDO ABUELO GREGORIO BARDAJI CAJIGOS
Autor del artículo: Pedro David Bardaji Miguelez
La Puebla de Castro 15 de Marzo de 2013.
Esto que os
voy a contar es una historia de vida, de un hombre con el corazón de oro, que
se hacía más grande con cada latido. Esta es la historia de un hombre bueno,
leal, familiar y trabajador; que siempre se desvivió por los demás sin esperar
nada a cambio. Esta es una historia real, porque los príncipes azules no
existen solo en los cuentos.
“La conocía… me llamaba la atención” dice Gregorio, entre risas. Y
es que, a la que se refiere, no es otra que mi abuela, su mujer.
Gregorio Bardaji Cajigos. Mi Abuelo. |
Serafina Suarez Salamero. Mi Abuela. |
“Pasaba a buscar la leche y él se me quedaba mirando… ya no estaba por
los amigos, no… me miraba hasta que pasaba toda la plaza” comenta Serafina,
con una sonrisa pícara dibujada en su rostro.
Ella me cuenta
como, en la iglesia, se colocaba en la punta del banco para dejarse ver por mi
abuelo que, con admiración, la observaba desde el coro. Y era en el momento de
volver a sentarse tras la genuflexión que sus miradas se cruzaban, solo un
instante, furtivo, intenso.
Y aunque Gregorio andaba siempre
rodeado de muchas mozas, esto no le impedía que en las fiestas del pueblo, él
le dedicara canciones de amor, lo que conseguía sacar de quicio a los
pretendientes de mi abuela.
“Para Serafina Suarez… <<Espinita>> de parte de un admirador”
“Para Serafina Suarez… <<Espinita>> de parte de un admirador”
“Pero ya le costó, ya le costó… antes que me dio un beso… no te creas
que era fácil yo” dice Serafina.
13 de
septiembre. Fiesta en Pont de Suer. Pasajeros del mismo autobús, Serafina y
Gregorio emprendieron el viaje desde la Puebla de Castro. Mi abuelo, decidido,
aprovechó para cambiarse de lugar y sentarse a su lado. Era un poco más joven que ella,
sí, y eso no era lo común en los cortejos pero es lo que tiene el amor, que no
atiende a razones. Y ese viaje en autocar fue el comienzo de un día
inolvidable.
Serafina y Gregorio de novios. |
“Me hizo bailar, fuimos al cine… que estaba hecho un revoltoso, ¡a ver
que se ha creído este!” me contaba mi abuela. Una historia deliciosamente
divertida que, de vez en cuando, era aderezada con la risa traviesa de mi
abuelo.
“Volvimos y estaba lloviendo” continúa, “y me cantaba… <<Qué llueva, que llueva, que no cese de llover,
que salga el sol que no salga tú me tienes que querer>>”. Cuando
regresaron a la Puebla de Castro, lo hicieron como novios.
Pero llegaron
nubes negras y el príncipe de corazón dorado tuvo que sacrificarse para volver
a nacer...
Pasaron unos cuatro años, y el
padre de Gregorio fue a casa Romeu para hablar con su posible consuegro sobre
un futuro enlace. Pero a Serafina, al ser hija única, le correspondía quedarse
con la hacienda, era la única heredera y no podía irse de casa. Eso no pareció
convencer al padre de mi abuelo, puesto que, al ser Gregorio el primogénito, a
él también le tocaba quedarse con la casa y con las tierras de la familia. La
presión que ejercieron en su casa declinó en la ruptura casi inmediata de la
relación, fue una Semana Santa teñida de melancolía.
Los días
discurrían lánguidos en el calendario, pero el amor que sentían el uno por el
otro no había hecho más que fortalecerse. Hasta que, al cabo de un par de
meses, llegó una carta a casa Romeu:
“Esta noche quiero verte, a las 11 vendré por debajo de la torre y si
no me esperas en la puerta… pasado mañana me voy para la Guinea y no me verás
nunca más. Gregorio”.
El drama estaba servido, mi
abuelo había conseguido un puesto de trabajo en Guinea Ecuatorial y Serafina se
arriesgaba a quedarse solterona el resto de su vida después de una relación tan
larga.
Mis abuelos Serafina y Gregorio el día de su boda, el 29 de Diciembre de 1963. |
Esta era la
prueba de que el amor que sentía Gregorio hacia ella era tan fuerte como para
desafiar a su familia y renunciar a su dinero por estar a su lado. No importaba
su padre, ni las tierras, ni siquiera su propio futuro estaba definido... lo
único que hizo fue amar, seguir sus sueños y luchar por pasar el resto de su
vida junto a la persona que él quería.
Mis abuelos Serafina y Gregorio bailando enamorados. |
Hoy, 15 de Marzo de 2013, nos
reunimos para darle el último adiós a ese héroe, a ese príncipe valiente,
porque su cuerpo no pudo resistir más el peso de un corazón tan puro.
Míranos, mírame, este es el fruto
de tu trabajo, tu vida, y no lo has podido hacer mejor.
Mis abuelos Gregorio Bardaji y Serafina Suarez conmigo, su nieto Pedro David Bardaji Miguelez |
¡¡ Te quiero, yayo !!