Autor del artículo: Román Carrera Gimenez
Quisiera referirme a como se
realizaba el tiempo de Cuaresma en La
Puebla de Castro en los años 20 (siglo XX).
VÍA CRUCIS
En
aquella época, además de gran austeridad y de privarse de diversiones los
fieles, tenía lugar el piadoso ejercicio del Vía Crucis dirigido por el sacerdote, tres veces a la semana, miércoles, viernes y domingo. En
los dos primeros se celebraba en la
iglesia, al atardecer, recorriendo las
estaciones que, en grandes y preciosos cuadros
acristalados, estaban distribuidas por el interior del templo. El domingo se efectuaba en la ermita de Santa María ante la imagen de
la Virgen Nuestra Señora del Camino
Fuero, allá sobre media tarde, donde al igual que en la iglesia, también existían grandes y preciosos
cuadros. Tengo que añadir a esta referencia que, además de rezar cada
estación puestos de rodillas, en la
tercera, séptima y novena -las tres caídas de Jesús con la Cruz-, besábamos el suelo igual el sacerdote
como el grupo de mujeres y niños que le acompañábamos. Los viernes se celebraba un Vía
Crucis a media tarde porque al
anochecer y después del rezo del
Rosario, tenía lugar el canto del
Miserere.
EL DOMINGO DE RAMOS
Con
las imágenes de los retablos veladas con paños morados desde el anterior domingo, llamado de Pasión o de Lázaro, llegaba el Domingo de Ramos, dando comienzo a la Semana Santa con los siguientes actos:
A las 10 h. tenía lugar la Misa Mayor. Digo la Mayor porque, todos
los domingos y fiestas del año se celebraba la Misa Primera al amanecer, para los que tenían que acudir a ciertas
obligaciones.
Previo anuncio con el repique de campanas a las 9.30 h.,
media hora después empezaba la muy larga ceremonia con la bendición de los ramos. Éstos se hallaban colocados sobre una
credencia (mesita) en el presbiterio y cara al pueblo. A continuación el
celebrante, revestido con capa pluvial
morada, aspergeaba los ramos y después de poner incienso en el turíbulo
(incensario) los incensaba.
Tras la bendición, y alcanzados por el sacristán, el
sacerdote iba repartiendo los ramos
a los fieles, que desfilaban y le besaban
la mano al tiempo de recibir el simbólico ramo de olivo, mientras él y el
coro cantaban sucesivamente los salmos y antífonas propias de la ceremonia.
Después de la distribución de
ramos y de lavarse las manos, se dirigía hacia el altar donde cantaba el Evangelio de la entrada de Jesús
en Jerusalén. Terminando el mismo, se procedía a la procesión diciendo el sacerdote cantando: “procedamos in pace”.
La procesión con la cruz
parroquial alzada y velada con paño
morado y sobre ella un ramo de olivo, daba la vuelta a la Plaza Mayor portando todos los fieles
su ramo mientras se cantaban los salmos correspondientes y en la torre
repicaban las campanas.
A la llegada al pórtico de
la iglesia, dos de los cantores se
introducían en la misma y, después de cerrar la puerta respondían desde dentro a los salmos que, el sacerdote con los
otros cantaban en el pórtico, hasta
que él, cogiéndole la cruz al
monaguillo, daba tres golpes con el asta en la puerta, la cual se abría y daba entrada a la procesión.
Seguidamente daba comienzo la Santa Misa con ornamentos también morados y
cantada con el tono cuaresmal y en la cual el celebrante cantaba “el Pasio”, escuchándolo de pie todos los
fieles.
VÍA
CRUCIS
Ya
sobre las 4 de la tarde salía el Vía Crucis con el Santo Cristo velado, portándolo un penitente fijo todos los
años, yendo detrás los 14 cuadros de las
estaciones que eran portados por
otros tantos niños de los de más edad, pendiente cada cuadro de su cruz de
madera correspondiente, con el siguiente
itinerario:
Junto al árbol de la Plaza tenía lugar la
primera estación, colocándose allí
el primer niño con su cuadro. El sacerdote, con capa morada, recitaba la
oración y después, todos el Padrenuestro. Aquel
cuadro ya pasaba a la cola de la fila, haciendo así en cada estación.