Mariano Serena Garuz "Borbón" |
BARMAN Y CARTERO.
12 de
Noviembre de 2011
(Autor del
artículo: Pedro Bardaji Suarez)
Pienso que la esencia del hombre no es lo que piensa ni lo
que siente, sino lo que hace. Mariano “Borbón” ha sido un hombre de acción. Desempeño, entre otros, los oficios de
aguacil, cartero, sacristán, campanero, enterrador, pregonero, bombero, barman.
La vida del pueblo pasaba por sus manos. Los curas, los alcaldes, los
secretarios del ayuntamiento, los médicos… iban cambiando, pero Mariano “Borbón”
continuaba, siempre ahí, en un segundo plano, pero presente, a veces
conciliador y otras defendiendo con firmeza la permanencia del orden y las
tradiciones. En cierto sentido su papel ha sido como el de ese otro Borbón, el
rey Juan carlos I, figura estable ante la cambiante sociedad española. El Siño
Mariano ha sido nuestro “Borbón” en La Puebla.
A finales de la década de los 60 abrió un bar, “la tasca” como decían los vecinos. La Seña María,
excelente cocinera, preparaba comidas, y entre los dos servían al personal. Los
mejores berberechos los he comido allí, sus vermuts eran de antología. Recuerdo
la cilíndrica y estrecha estufa de leña que instalaban durante el invierno en
el salón, parecía cosa de mágica que algo tan pequeño pudiera dar tanto calor.
Por nevera utilizaban la bodega, totalmente ecológica, de energía sostenible.
Los continuos viajes a la misma los mantenían ágiles y sanos. Para las fiestas
acudíamos con el carretillo a cargar cajas de botellines de cerveza, coca cola,
kas, para tener en casa con qué agasajar a los familiares y veraneantes que nos
visitaban en esas fechas. Luego había que devolver los envases, siempre faltaba
alguno.
Llevaba la cartería.
Era pues el potador de ilusiones, de esperanzas, a veces también de alguna mala
noticia. Tenían un buzón de correos en la puerta de casa. En ese buzón, de niños,
aupados por nuestros padres, tirábamos la carta a los Reyes Magos. Mi abuelo,
Pedro Suarez, tío del Siño Mariano, era amigo de realizar pedidos de libros por
correo contra rembolso y a mí me encantaba acompañarle a recogerlos. “Borbón”,
con un trato muy respetuoso a mi abuelo, nos hacía pasar al fondo del salón del
bar, descorría una cortina y nos hacia seguirle por un bajadón, un pasillo
largo en bajada, que a mí se me antojaba como penetrar en las salas secretas y
misteriosas de un castillo. Avanzábamos en fila india, primero “Borbón”, luego
mi abuelo y cerrando la comitiva y disfrutando el momento yo, con ojos como
platos. Luego entrábamos a un cuarto y allí hacia entrega del paquete. Para mí
era todo muy solemne. Mi abuelo lo abría en presencia de “Borbón”, para
comprobar que estuviera correcto, de lo contrario el Siño Mariano se encargaba
de devolverlo. Mi abuelo pagaba el rembolso y si había vueltas, cosa habitual,
le daba algo de propina al Siño Mariano y el resto me tocaba a mí.
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