Cristo afirmó: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Evangelio de San Juan 8:12)
Ermita de San Román
de Castro (La Puebla de Castro). Al punto del día, y antes de iniciar la jornada laboral, los fieles
asisten a misa. Los primeros rayos de luz de la mañana entran por las tres
pequeñas ventanas del ábside (símbolo de la trinidad) y convergen bañando el
altar, lugar y depósito de la divinidad. Allí se hace visible Cristo, la luz
del mundo, una luz que va, poco a poco, avanzando por el presbiterio para,
lentamente, expandirse por todo el templo, tocando e iluminando a los
presentes. No hacen falta explicaciones, el efecto es impresionante, los
fieles, arrobados, sienten la presencia tibia y luminosa de Dios, unos, de pie,
inclinan la cabeza, muestra de respeto y adoración, y otros, se hincan de
rodillas y rezan.
El Abad de Castro y sus racioneros completan la solemnidad del momento entonando probablemente el Salmo 42-43: “…Envía tu luz y tu verdad; que ellas me guíen y me conduzcan hasta tu monte santo, hasta tu morada. Entonces llegaré al altar de Dios, a Dios, mi supremo gozo; y al son de la lira te alabaré, oh Dios, Dios mío...”
El Abad de Castro y sus racioneros completan la solemnidad del momento entonando probablemente el Salmo 42-43: “…Envía tu luz y tu verdad; que ellas me guíen y me conduzcan hasta tu monte santo, hasta tu morada. Entonces llegaré al altar de Dios, a Dios, mi supremo gozo; y al son de la lira te alabaré, oh Dios, Dios mío...”
Este ritual del Siglo
XII, cuyo efecto simbólico se perdió
con la construcción sucesiva de dos
retablos, el primero de estilo gótico lineal, año 1303, y el segundo de
estilo gótico, año 1495 (actualmente en la iglesia parroquial de La Puebla de
Castro), que cegaron el paso de la luz desde los vanos del ábside hacia el
altar; dicho ritual, hoy, en el Siglo
XXI, libre el ábside de retablos, vuelve a experimentarse con toda la magia y la fuerza que le dotaron, en
su diseño original, los maestros del románico constructores del templo.
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puede disfrutar contemplando el mágico efecto de los primeros rayos de luz de
la mañana iluminando el altar de la ermita de San Román de Castro.
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