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¡¡ FELIZ NAVIDAD Y PROSPERO AÑO NUEVO !!

El BLOG CULTURAL de LA PUEBLA DE CASTRO 
les desea
¡¡ FELIZ NAVIDAD !!

A todos los seguidores,
a los futuros seguidores ...
y a quienes nunca nos seguirán,
les deseamos, de corazón, que pasen unas
 FELICES FIESTAS.

Plaza Mayor de La Puebla de Castro. Autor de la foto: Pedro Bardají Suárez.
Pasaje Jusepe. Escultura en hierro y hormigón dedicada a nuestros mayores, diseñada por Salvador Farrés i Villagrasa (casado con Montserrat Ballará Alsina, descendiente ella de Casa Suárez), realizada en octubre de 2007 por José Juni Pijuan de Casa Suárez, con frases de José Vicente Torres Perera de Casa Vicente Campón:  “Porque fueron, somos. Porque somos… serán". Autor de la foto: Pedro Bardají Suárez.

¡¡ Somos un pueblo que disfruta 

y comparte sus tradiciones !!

PASTILLÉ DE ALMENDRA, POSTRE TRADICIONAL NAVIDEÑO DE LA PUEBLA DE CASTRO

PASTILLEZ DE ALMENDRA Y DE CALABAZA EN CASA ROMEU

Autora del artículo y de las fotos: Miryam Miguélez Fernández

De izquierda a derecha, Miryam Miguélez Fernández y Serafina Suárez Salamero, mostrando dos tradicionales pastillez de almendra elaborados para las Navidades del año 2014. Autor de la foto: Pedro Bardají Suárez.

¡¡Mmmmm... PASTILLEZ!!
 
¡¡Mmmm!!, ya se van percibiendo aromas de Navidad y, como no podía ser de otro modo, en casa se elaboran los deliciosos Pastillez de Casa Romeu, el sabroso y típico dulce navideño, de realización casera, con los productos más selectos y más nuestros de este adorable pedacito de Aragón Ribagorzano que es La Puebla de Castro.

Antes de explicar la elaboración de esta delicia de Navidad, me voy a permitir rememorar cómo y con quién aprendí a elaborarlos en justo homenaje a su paciencia, maestría y buen hacer.


MAESTRAS REPOSTERAS

Leocadia Vidal Mora "Leo"









Desde que llegué a esta tierra, por primera vez, hace ya... ¡casi treinta años! tengo el dulce privilegio de degustar los tradicionales pastillez de almendra de Casa Romeu que, mi muy querida Serafina (suegra, amiga y cómplice) realizaba, desde hacía décadas, con su fiel colaboradora Leocadia Vidal Mora (“Leo”) de Casa Feliciana, hija de Casa el Redondo

Ya hace unos años que ambas, Serafina y Leo, me enseñaron a hacerlos y me invitaron a formar parte de este tierno y animado equipo de repostería navideña.

Pero desde hace tan solo tres años nuestra querida Leo, con más de 90 años a sus espaldas, me ha pasado el testigo de su buen hacer, y yo he tomado el relevo, agradecida, para continuar la tradición, codo a codo con Serafina. Gracias Leo, ¡cuánto hemos aprendido contigo!, ¡a tu salud!


GENEROSIDAD

Generosa como pocas, Serafina se desvive por contentar el ánimo, y el estómago de cuantos estamos a su alrededor. Ella nunca tiene pereza para dedicar las horas que sean necesarias para cocinar toda suerte de delicias para los sentidos y también para los estómagos más caprichosos.

Y cuando se acerca el Puente de la Inmaculada, saca del arcón especial, todos esos útiles que durante doce meses de letargo han esperado, reservados, la preparación de los pastillez para una nueva Navidad.

Antes era Gregorio quien traía kilos de las mejores almendras de casa (Desmayo-Largueta o Marconas). “Descoscarlas” y partirlas, una a una, como lo hacían los mejores maestros turroneros de Jijona, ese era el trabajo de nuestro querido Gregorio que, armado de tanta paciencia como tenía, siempre intentaba complacer a nuestra “maestra repostera” para aportar el mejor y más cuidado producto, porque como ella siempre dice, “las cosas hay que hacerlas bien y con mucho mimo y con lo mejor de lo mejor, y más aún si las haces para las personas que más quieres”. Ahora que nuestro querido Gregorio ya no está, hemos simplificado el proceso de las almendras y tratamos de conseguirlas ya sin cáscara.

Gregorio Bardají Cajigós descoscando almendras, con una máquina descoscadora, en el patio de Casa Romeu. Junto a él, su esposa, Serafina Suárez Salamero. Autor de la foto: Pedro Bardají Suárez.

Después había que tostarlas al horno, cuidando de que no se hicieran en exceso ya que podían amargar y... no queremos eso, ¿verdad?.

Otro trabajo de exquisita paciencia era pelar una a una las almendras una vez tostadas. En muchos de los lugares donde todavía se elaboran los pastillez, se suelen hacer con almendras sin pelar, pero Serafina prefiere que queden “más finos al paladar”.

El siguiente paso a realizar es moler las almendras. En Casa Romeu se sigue haciendo con una de esas picadoras manuales de manivela de toda la vida. Esa era también una de las tareas que Gregorio realizaba con paciencia y esfuerzo durante horas.

¿Por qué durante horas?, porque, durante muchos años, y de nuevo por gracia de una gran generosidad, en Casa Romeu se hacían pastillez ¡para dar y tomar!; amén de los que se reservaban para celebrar la Navidad en casa, se elaboraba una buena cantidad para regalar a personas cercanas, vecinas del pueblo, y a familiares.

La receta es la misma desde hace décadas. Si acaso se van ajustando las proporciones en función de la cantidad de pastillez a realizar. Su elaboración tradicional conlleva mucha preparación, tiempo y trabajo así que, actualmente, solamente los elaboramos para casa y la familia.

Elegíamos un día del Puente de la Inmaculada y desde muy temprano empezaba el ritual de la elaboración de los pastillez, que solía finalizar ya bien entrada la noche.

Puede que alguien piense: “¡ya son ganas de trabajar para nada, cuando ahora ya lo venden todo hecho!”. Y yo, que para otras cosas soy de esa misma opinión, respondería: “¡nada que ver los de compra con los que hacemos en casa!”. Almendras del lugar, aceite de los olivos de casa, huevos de gallina “liberada”, miel selecta (recuerdo cuando utilizábamos la miel de nuestras propias colmenas, que cortábamos y extraíamos Pedro y yo), el mejor anís, la mejor harina, azúcar, canela selecta... y todo el mimo y el cariño en cada pieza... Además, en Casa Romeu, los pastillez han de hacerse “bien fartez”, con un relleno de almendra de casi dos dedos de grosor, no como los de compra, en los que has de adivinar dónde se esconde la tímida picada de almendra.


LA RECETA (para unos 20 pastillez grandes de almendra y 3 de calabaza)

  • Almendras tostadas y peladas (de la clase Desmayo-Largueta o Marconas): 3 Kg.
  • Huevos grandes: 15
  • Azúcar: 3 Kg.
  • Harina: 3 Kg.
  • Miel: 2 Kg. (La miel ha de ponerse al baño María un buen rato para que esté muy liquida al usarla)
  • Anís: 1 taza
  • Aceite de oliva: 1,5 l. (1 taza para la masa y el resto para rellenos y pintar)
  • Levadura: 1 sobre
  • Sal: 1 cucharada
  • Canela: 250 grs.
  • Papel para hornear

Cuando hacemos la masa sequilla para los pastillez, también podemos aprovechar para hacer algún pastillo de calabaza, ¡delicioso! Para ello conviene preparar la calabaza con horas de antelación para que “sude” el exceso de agua. Pelar, cortar y laminar la calabaza, espolvorearla con unas pizcas de sal y disponerla en un escurridor para que vaya soltando el exceso de agua, (así evitamos que se “inunden” cuando se están horneando).


LA PASTA DE ALMENDRA


Con unas horas de antelación a la preparación de los pastillez (por ej. la noche anterior), mezclar en un recipiente grande: los 3 kg. de almendra tostada, pelada y molida con 750 grs. de azúcar y 150 grs. de canela molida. Removerlo todo y taparlo (remover de vez en cuando para fusionar aromas y sabores).


LA MASA


En un gran recipiente, batir todos los huevos (en Casa Romeu este proceso se hace con batidor de mano). Poco a poco y sin dejar de batir se va añadiendo el azúcar (750 grs.), la cucharada de sal, la taza de aceite, la taza de anís, y se va incorporando la harina muy poco a poco para que no se formen grumos, añadir el sobre de levadura y, sin dejar de remover, seguir incorporando la harina que vaya admitiendo la masa hasta que se despegue del recipiente (sabremos que la masa está acertada si va haciendo “bambollas”, es decir, burbujas grandes, “como si hirviera”). 



Cuando la masa adquiera consistencia, sacarla del recipiente y amasarla sobre un mesado enharinado (como si fuéramos a hacer pan) hasta que la notemos consistente, blanda, elástica y que no se pegue a las manos. La masa sequilla” debe estar bien trabajada para que pueda estirarse adecuadamente.


Dejaremos reposar la bola o masonéunas 2 horas en un lugar cálido, bien tapada, entre paños limpios de algodón.



Transcurrido este tiempo “repararemos” la masa, es decir, iremos sacando porciones del “masoné” para hacer bolitas de masa más pequeñas (del tamaño de una mandarina grande). Las colocaremos sobre el mesado entre los paños de algodón, para que no se enfríen ni endurezcan, mientras vamos elaborando un pastillé con cada bolita de masa. Si vamos a hacer pastillos de calabaza, podemos dejar alguna bola más grande o unir 2 o 3 para cada uno.


Cada pastillé se realiza con una bola de masa. La estiramos bien con el rodillo sobre papel de hornear, de modo que la masa sequilla quede muy fina pero sin romperse. Los pastillez los podemos hacer de forma alargada o semicircular.



Rellenarlo con 3 zarpadas grandes de la pasta de almendra, se rocía el relleno con: 2 cucharadas de miel (calentada largo rato al “baño María”) y 1 cucharada y media de aceite tibio.



Se cierran a lo largo (como dos hojas de ventana, doblando los extremos estrechos hacia arriba), o en forma semicircular (sellando todo el borde como una empanada, y haciéndole un agujero, del tamaño de 1 céntimo para que respire y no se abra en el horno). Pintar con aceite el exterior, y espolvorear con azúcar.



Hornear hasta que estén dorados.





PASTILLOS DE CALABAZA


Con una bola más grande de masa (o uniendo 2 o 3 de las anteriores), seguiremos un proceso similar.


Estirar la masa con el rodillo, rellenar abundantemente con las láminas de calabaza que hemos tenido en un escurridor. Rociar el relleno de calabaza con 2 cucharadas de aceite de oliva, 3 cucharadas de miel (calentada al "baño María"), 3 cucharadas de azúcar y espolvorear abundante canela molida.


Cerrar, sellar los bordes como si fuera una empanada, hacerle un agujero (para respirar y que no se abran los bordes).  Pintar con aceite y espolvorear con azúcar.



Hornear hasta que esté bien cocido.



Buen provecho y ¡FELIZ NAVIDAD!

LOS OLIVARES DE LA PUEBLA DE CASTRO

Autor del artículo: Pedro Bardají Suárez

Olivar de La Plana de Casa Feliciana de La Puebla de Castro. Olivos de la variedad  Albá o Albar (Albareta). Autor de la foto: Pedro Bardají Suárez.

El olivo es sin duda el árbol más representativo de la cultura mediterránea. Su capacidad de supervivencia y de rejuvenecimiento lo asemeja a una planta prácticamente inmortal


Olivar de San Roque de Casa Romeu de La Puebla de Castro. Autor de la foto: Pedro Bardají Suárez.

Pasear por uno de los olivares bien cultivados de La Puebla de Castro, entre árboles centenarios, constituye una experiencia casi mística. Algunas viejas oliveras parecen ancianos venerables de cabellos plateados, con cicatrices y arrugas marcadas por la vida, con un musgo sobre la corteza que al tocarlo, tan tobo, tiene uno la sensación de estar acariciando a un mamífero al que solo le falta hablar.


Olivar de San Roque de Casa Romeu de La Puebla de Castro. Autor de la foto: Pedro Bardají Suárez.

Las variedades de olivo que se encuentran en la Puebla de Castro son: Injerto (Empeltre), originaria, según los expertos, de Alcañiz (Teruel) o de Pedrola (Zaragoza); Verdeña; Cerruda, llamada así por su ramaje espeso, cerrado y porte llorón; Alía, poco amarga y por tanto muy apreciada para el aliño tanto en verde como en negro; Sevillano (Caspolina), originaria posiblemente de Caspe (Zaragoza), es la más apreciada para aliñar en verde; Blanca (Blancal), llamada así por el aspecto blanquecino de sus ramas; Albá o Albar (Albareta); y algunas otras autóctonas y traídas de pueblos cercanos como la variedad denominada Santaliestra. La mayoría de estos olivares se han mantenido para el autoconsumo porque, como es bien sabido, ¡no hay como el aceite de casa!”


Olivo de la variedad Empeltre (Injerto) en el olivar de San Roque de Casa Romeu de La Puebla de Castro. Este árbol ha producido en las dos últimas campañas 80 y 95 kilos netos de olivas. Autor de la foto: Pedro Bardají Suárez.

En la Puebla de Castro se dice que quien coge las olivas antes de Navidad deja el aceite en el olivar”. Sin embargo suele ser el final de la recolección de la almendra quien marca el inicio de la campaña de la oliva. En años en que las heladas han respetado la floración del almendro, la recogida de sus frutos se alarga hasta finales del mes de noviembre y, a veces, hasta bien entrado diciembre, desde ahí, sin interrupción, las mantas y maneros (varas) pasan al olivar.

Olivera de la variedad Albá o Albar (Albareta). Olivar de La Plana de Casa Feliciana de La Puebla de Castro. Autor de la foto: Pedro Bardají Suárez.
Olivar de San Roque de Casa Romeu de La Puebla de Castro. Autor de la foto: Pedro Bardají Suárez.

RECUERDOS Y ESCENAS VIVIDAS POR NUESTROS ANTEPASADOS DURANTE LAS CAMPAÑAS DE LA OLIVA EN EL PASADO SIGLO XX

Había días y ratos bonancibles pero lo habitual era el frio, la rosada de la mañana, el viento helado, la boira (niebla) bufando y cubriéndolo todo de blanquinosa espesura y humedad. Un tiempo sin moscas ni reptiles. El abuelo solía decirle al nieto, “…enséñale el culo a la boira y verás como la espantas”.


La boira (niebla) empezando a cubrir el olivar de San Roque de Casa Romeu de La Puebla de Castro. Autor de la foto: Pedro Bardají Suárez.

A coger olivas iba toda la familia. Al llegar al olivar el abuelo cortaba una buena aldiaga (aliaga) y le pretaba (prendía) fuego para que todos pudiesen calentarse las manos antes de empezar. En aquellos tiempos nadie usaba guantes y era habitual pixase (mearse) en las manos para, con la urea de la orina, evitar que las cortara el frio.


Olivar de San Roque de Casa Romeu de La Puebla de Castro. Autor de la foto: Pedro Bardají Suárez.

Las mujeres y los críos agarraban una cesta y a coger olivas de tierra (del suelo y de las espuendas) a pizco (a pellizco). Estas olivas se guardaban en talega aparte, al estar limpias de hojas y ramas no necesitaban pasar por el aventador. Algunas mujeres para no dañarse los dedos con pinchazos de barzas (zarzas), hartos y evitar los padrastros de las uñas, se colocaban dedales de cuero en los dedos pulgar e índice. Las mujeres y los niños ayudaban también a tender las mantas en torno al tronco de la olivera.

Olivera de la variedad Albá o Albar (Albareta). Olivar de La Plana de Casa Feliciana de La Puebla de Castro. Autor de la foto: Pedro Bardají Suárez.

A los hombres les tocaba el tirar (varear el olivo).  Utilizaban palos o varas de urmo (olmo) de distintas longitudes: el manero curto (vara corta) de aproximadamente 1’5 m; el manero de aprox. 2 m;  el manero llargo (vara larga) de aprox. 2’5 m; la media percha de aprox. 3’5 m; y la percha de aprox. 5 m y más.


Varas de olmo para la recogida de olivas. De izquierda a derecha, percha de más de 5 metros de altura, media percha y manero. Autor de la foto: Pedro Bardaji Suárez.

El abuelo y el mocé (hijo adolescente) se encargaban, desde el suelo, de rodear el olivo y sacudir con los maneros las olivas de las ramas. Recurrían a la media percha para las ramas altas y a la percha para las más altas y de más difícil acceso “¡bim bam… bim bam…!” El padre subía a la olivera para tirar desde dentro utilizando los maneros. Que satisfacción tan grande producía ver caer las olivas sobre las mantas, que hermosura. La olivera se daba por terminada cuando el padre decía: “¡ya está tirada, ya están todas en tierra!”.


Olivar de San Roque de Casa Romeu de La Puebla de Castro. Autor de la foto: Pedro Bardají Suárez.

Los buenos tiradores (vareadores) sujetaban el manero con el porte y la elegancia de un experto jugador de billar, mostrando destreza en los toques, golpeando por igual las olivas de arriba con la punta del manero que las de abajo con el extremo inferior. Ninguna escapaba a su ojo y toque preciso.

Olivera de la variedad Albá o Albar (Albareta). Olivar de La Plana de Casa Feliciana de La Puebla de Castro. Autor de la foto: Pedro Bardají Suárez.

Las ramas se sacudían y golpeaban de lado, nunca de frente, para no partirlas y dañar lo menos posible al árbol. 


Olivar de San Roque de Casa Romeu de La Puebla de Castro. Autor de la foto: Pedro Bardají Suárez.

Había olivos que entregaban su fruto con solo mover las ramas (las variedades Blanca y la Alía), otros en cambio se resistían, había que competir para que lo soltaran, y mandaban olivas, cual abejas defendiendo la colmena, bajando con mala intención por el manero hasta hacer diana en la nariz, en la oreja, en la frente o en el ojo del tirador (vareador), y escocían lo suyo.


Olivar de San Roque de Casa Romeu de La Puebla de Castro. Autor de la foto: Pedro Bardají Suárez.

En todos los olivares de La Puebla de Castro se repetían miméticamente comentarios como los siguientes: “ya se me ha caíu (caído) el manero, alcánzamelo…”; “… alcánzame ahora el manero llargo”; “… sientes (oyes) lo que te digo, no tires tan fuerte que mandas las olivas muy llejos”; “… no tires tan cerca con la percha que me vas a tocá a yo (que me vas a golpear a mi); “¡toc!”, “… ya más tocau, para más cuenta (ten más cuidado). A veces el tirador se obsesionaba con una oliva que se resistía a caer y hasta que no lograba tirarla no baja del árbol; la mujer que lo veía entretenido le gritaba “¡pero que fas (haces) que no bajas, no seas moneco y deja está ixa oliva (deja estar esa oliva)!”.


Anocheciendo en el olivar de San Roque de Casa Romeu de La Puebla de Castro. Autor de la foto: Pedro Bardají Suárez.

A la caída del sol la familia regresaba con la cosecha a casa. En el patio de la vivienda las olivas se pasaban por el aventadó (aventador) para desprenderlas de hojas y ramas; restos que luego servirían de alimento a las guellas (ovejas). Una vez recolectada la cantidad suficiente, al menos 300 kilos de olivas, tocaba ir a molé, es decir, llevarlas a desfé al torno o almazara, guardar luego el tesoro del aceite en el pozal o cubo del aceite de casa y, para el mes de junio, antes de que llegaran las calores, trascolarlo, en mingua, a ser posible viernes y, sobre todo, en día no nublado.


Aventador de olivas junto a báscula, en el patio de Casa Romeu de La Puebla de Castro. Autor de la foto: Pedro Bardají Suárez.



Si desea consultar el artículo sobre los Tornos, Molinos de aceite o Almazaras de La Puebla de Castro haga “clic” sobre el siguiente título:






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