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CONCIERTO DE NAVIDAD 2025 EN LA PUEBLA DE CASTRO

Concierto de Villancicos en La Iglesia Parroquial de Santa Bárbara de La Puebla de Castro

Sopranos: Ruth Reparaz y Cristina Gallud

Organista: Maite Aranzabal (Organista Titular del Santuario de Torreciudad)

Día: Sábado 27 de diciembre de 2025

Hora: 19:15 h.

Lugar: Iglesia Parroquial de Santa Bárbara de La Puebla de Castro


Autor del cartel: Mariano Serena Samitier

De izquierda a derecha, la soprano Cristina Gallud, la organista de Torreciudad Maite Aranzabal y la soprano Ruth Reparaz. Foto de https://torreciudad.org/

Programa del Concierto

Programa del Concierto de Villancicos


EL HUEVO DE YEGUA

Vicente Burrel Guillén
Autor del artículo:   
Vicente Burrel Guillen


Tengo por cierta, porque así me la contó mi abuelo, esta extraordinaria historia que aquí voy a relatar, con asombroso desenlace en la Sierra de El Mon que La Puebla de Castro comparte con el vecino pueblo de Aguinaliu.



Me contó mi abuelo que los jóvenes hermanos Prudencio y Sebastián, del vecino pueblo de Aguinaliu, marcharon cruzando la montaña de El Mon, a la Feria de Barbastro, una de las Ferias ganaderas más importantes de Aragón. Llevaban prous cuartos (suficiente dinero) y el encargo de su padre de comprar una buena mula para aliviarles la pesada carga de las tareas del campo.

Dicen que Prudencio y Sebastián eran algo simplots, es decir, cortos de entendederas, y, en previsión de desastres, bien que les advirtió su padre que tuvieran cuidado de no ser engañados.

La sierra de El Mon. Foto tomada durante la construcción de los túneles en la carretera de la central que conduce, por el Congosto de Olvena (antiguamente denominado Tallada de Castro), a Barbastro. Foto facilitada por Casa Gul de La Puebla de Castro.

Llegaron con hora a la Feria de Barbastro y allí, poco acostumbrados a tanta gente, entre tantos puestos, con tanto alboroto, perdieron el oremus y se enferiaron, es decir, gastaron más de lo debido. Al cabo de un rato cargaban ya una talega llena de esquilas, navajas, abarcas, ramales, y otras variopintas zarandajas que habían comprado.

Los pertinaces rebuznos y relinchos de las caballerías de uno de los tratantes de bajes de la Feria, les recordó su misión. Y cayeron en la cuenta de que, descontando el dinero gastado, no les alcanzaban los cuartos para ninguna de las mulas y machos a la venta.

Qué desespero el de estos hermanos. No podían volver a casa sin la mula. Sebastián chemecaba (gemía) recordando las veces que el padre les había zurrado la badana y Prudencio pronosticaba un fatal desenlace: “¡ay nino (chico), pobres de nusotros (nosotros), menudo batán mos (nos) espera…!”

Tanto lamento despertó el interés de un hortelano vivales que allí exponía a la venta sus verduras: “¡Zagals (zagales), tos siento sulsí (os noto angustiados)!, ¿qué tos (os) pasa…?”. Los hermanos, confiados, le contaron su desgracia. Y aquel hombre, fingiendo apiadarse de tanta tragedia, les ofreció venderles, por el dinero que les quedaba, un huevo de yegua. “¡¿Vende usté (usted) guegos (huevos) de yegua…?!”, preguntó, entre sorprendido y aliviado, Prudencio.

Ignorantes de cómo podía ser un huevo de yegua si tales los hubiera, los dos hermanos aprovecharon la oportunidad que se les ofrecía e hicieron negocio.

El avieso vendedor retiró la tela que cubría una cesta donde, envuelto por abundante paja, guardaba el socorrido y misterioso huevo de yegua. Les previno que debían trasladarlo con sumo cuidado, pues iba muy adelantada su incubación y, en tres o cuatro días a lo más, la potranca rompería el cascarón. El hortelano, delicadamente, apartó con sus manos la paja, dejando a la vista de los ilusionados hermanos un hermosísimo melón. Con la misma delicadeza, lo acomodó en la alforcha (alforja) de Prudencio, recubriéndolo de paja.

El huevo de yegua. Autor de la foto: Pedro Bardají Suárez.

Que contentos marcharon Prudencio y Sebastián cara a casa. Prudencio llevaba, pegada al cuerpo, para darle calor, la alforja con el preciado huevo de yegua dentro, y, Sebastián, cargaba con la talega de útiles y baratijas. 

Subiendo la sierra de El Mon dilucidaron que, al llegar al pueblo, la persona más indicada para acobar (incubar) el huevo de yegua habría de ser su aguela (abuela) Agustina, mujer un tanto imposibilitada y bastante fondona que, con toda seguridad, se aprestaría gustosa al cometido de permanecer inmovilizada, acobando (incubando) al huevo bajo sus sayas, no más de tres o cuatro días según pronosticó del vendedor, hasta que la potranca se decidiera a romper el cascarón y llegar a este mundo.

Habiendo cruzado la sierra, ya de bajada y cercanos a Aginaliu, el entusiasmo y contento de esta pareja de feriantes se vino al traste al dar Prudencio una pisada en falso, o un tropezón, que para el caso es lo mismo, cayéndose al suelo y con él la alforja, de cuyo interior, por la inercia del golpe, salió despedido el melón, quiero decir, el huevo de yegua, que comenzó a rodar camino abajo. “¡Corre Sebastián, corre, tiens (tienes) qu’alcanzá el guego (que alcanzar el huevo) antes que se malmeta…!”, gritaba desesperado Prudencio desde el suelo.

El huevo, rodando cuesta abajo, salió del camino en una curva y se enfiló a estrellarse contra un pedrusco, bajo el que se encontraba una liebre encamada durmiendo.

Prudencio se levantó del suelo y siguió a su hermano Sebastián que corría tras el huevo rodante, sin poder evitar que, al golpear contra el pedrusco, se abriera el melón en dos mitades. Al punto, con el ruido del golpe, saltó sobresaltada la libre, zigzagueando espantada cerro abajo sin que llegaran a alcanzarla. “¡Aprisa Sebastián, que ya saliu (ha salido) del guego la potranca, encorréela, que no se mos (nos) escape…!”, gritaba Prudencio a la zaga de su hermano.


Liebre ibérica. Foto de http://lacanadawx.blogspot.com.es

Y allí quedaron sin consuelo los dos hermanos, llorando tan gran pérdida: “¡Que desenvuelta habría siu (sido) pa trillá (para trillar)… y qué rápida pa llabrá (para labrar)… qué contento habise estau (habría estado) padre…!”, se decían, apenados, el uno al otro. Y volvían a recordar, entre suspiros, lo corredera y espabilada que la habían visto nacer, a la prematura potranca, tras romperse accidentalmente el huevo.

Hasta aquí llega la historia que me contó mi abuelo. No sabemos, pero podemos imaginar, la cara y respuesta del padre cuando estos hijos se presentaran en casa, sin dinero, sin la caballería que habían salido a comprar, con un saco de baratijas y contando una historia tan increíble como la que acabáis de leer.

¡¡ FELIZ NAVIDAD Y PROSPERO AÑO NUEVO !!

El BLOG CULTURAL de LA PUEBLA DE CASTRO 
les desea
¡¡ FELIZ NAVIDAD !!

A todos los seguidores,
a los futuros seguidores ...
y a quienes nunca nos seguirán,
les deseamos, de corazón, que pasen unas
 FELICES FIESTAS.

Plaza Mayor de La Puebla de Castro. Autor de la foto: Pedro Bardají Suárez.
Pasaje Jusepe. Escultura en hierro y hormigón dedicada a nuestros mayores, diseñada por Salvador Farrés i Villagrasa (casado con Montserrat Ballará Alsina, descendiente ella de Casa Suárez), realizada en octubre de 2007 por José Juni Pijuan de Casa Suárez, con frases de José Vicente Torres Perera de Casa Vicente Campón:  “Porque fueron, somos. Porque somos… serán". Autor de la foto: Pedro Bardají Suárez.

¡¡ Somos un pueblo que disfruta 

y comparte sus tradiciones !!

PASTILLÉ DE ALMENDRA, POSTRE TRADICIONAL NAVIDEÑO DE LA PUEBLA DE CASTRO

PASTILLEZ DE ALMENDRA Y DE CALABAZA EN CASA ROMEU

Autora del artículo y de las fotos: Miryam Miguélez Fernández

De izquierda a derecha, Miryam Miguélez Fernández y Serafina Suárez Salamero, mostrando dos tradicionales pastillez de almendra elaborados para las Navidades del año 2014. Autor de la foto: Pedro Bardají Suárez.

¡¡Mmmmm... PASTILLEZ!!
 
¡¡Mmmm!!, ya se van percibiendo aromas de Navidad y, como no podía ser de otro modo, en casa se elaboran los deliciosos Pastillez de Casa Romeu, el sabroso y típico dulce navideño, de realización casera, con los productos más selectos y más nuestros de este adorable pedacito de Aragón Ribagorzano que es La Puebla de Castro.

Antes de explicar la elaboración de esta delicia de Navidad, me voy a permitir rememorar cómo y con quién aprendí a elaborarlos en justo homenaje a su paciencia, maestría y buen hacer.


MAESTRAS REPOSTERAS

Leocadia Vidal Mora "Leo"









Desde que llegué a esta tierra, por primera vez, hace ya... ¡casi treinta años! tengo el dulce privilegio de degustar los tradicionales pastillez de almendra de Casa Romeu que, mi muy querida Serafina (suegra, amiga y cómplice) realizaba, desde hacía décadas, con su fiel colaboradora Leocadia Vidal Mora (“Leo”) de Casa Feliciana, hija de Casa el Redondo

Ya hace unos años que ambas, Serafina y Leo, me enseñaron a hacerlos y me invitaron a formar parte de este tierno y animado equipo de repostería navideña.

Pero desde hace tan solo tres años nuestra querida Leo, con más de 90 años a sus espaldas, me ha pasado el testigo de su buen hacer, y yo he tomado el relevo, agradecida, para continuar la tradición, codo a codo con Serafina. Gracias Leo, ¡cuánto hemos aprendido contigo!, ¡a tu salud!


GENEROSIDAD

Generosa como pocas, Serafina se desvive por contentar el ánimo, y el estómago de cuantos estamos a su alrededor. Ella nunca tiene pereza para dedicar las horas que sean necesarias para cocinar toda suerte de delicias para los sentidos y también para los estómagos más caprichosos.

Y cuando se acerca el Puente de la Inmaculada, saca del arcón especial, todos esos útiles que durante doce meses de letargo han esperado, reservados, la preparación de los pastillez para una nueva Navidad.

Antes era Gregorio quien traía kilos de las mejores almendras de casa (Desmayo-Largueta o Marconas). “Descoscarlas” y partirlas, una a una, como lo hacían los mejores maestros turroneros de Jijona, ese era el trabajo de nuestro querido Gregorio que, armado de tanta paciencia como tenía, siempre intentaba complacer a nuestra “maestra repostera” para aportar el mejor y más cuidado producto, porque como ella siempre dice, “las cosas hay que hacerlas bien y con mucho mimo y con lo mejor de lo mejor, y más aún si las haces para las personas que más quieres”. Ahora que nuestro querido Gregorio ya no está, hemos simplificado el proceso de las almendras y tratamos de conseguirlas ya sin cáscara.

Gregorio Bardají Cajigós descoscando almendras, con una máquina descoscadora, en el patio de Casa Romeu. Junto a él, su esposa, Serafina Suárez Salamero. Autor de la foto: Pedro Bardají Suárez.

Después había que tostarlas al horno, cuidando de que no se hicieran en exceso ya que podían amargar y... no queremos eso, ¿verdad?.

Otro trabajo de exquisita paciencia era pelar una a una las almendras una vez tostadas. En muchos de los lugares donde todavía se elaboran los pastillez, se suelen hacer con almendras sin pelar, pero Serafina prefiere que queden “más finos al paladar”.

El siguiente paso a realizar es moler las almendras. En Casa Romeu se sigue haciendo con una de esas picadoras manuales de manivela de toda la vida. Esa era también una de las tareas que Gregorio realizaba con paciencia y esfuerzo durante horas.

¿Por qué durante horas?, porque, durante muchos años, y de nuevo por gracia de una gran generosidad, en Casa Romeu se hacían pastillez ¡para dar y tomar!; amén de los que se reservaban para celebrar la Navidad en casa, se elaboraba una buena cantidad para regalar a personas cercanas, vecinas del pueblo, y a familiares.

La receta es la misma desde hace décadas. Si acaso se van ajustando las proporciones en función de la cantidad de pastillez a realizar. Su elaboración tradicional conlleva mucha preparación, tiempo y trabajo así que, actualmente, solamente los elaboramos para casa y la familia.

Elegíamos un día del Puente de la Inmaculada y desde muy temprano empezaba el ritual de la elaboración de los pastillez, que solía finalizar ya bien entrada la noche.

Puede que alguien piense: “¡ya son ganas de trabajar para nada, cuando ahora ya lo venden todo hecho!”. Y yo, que para otras cosas soy de esa misma opinión, respondería: “¡nada que ver los de compra con los que hacemos en casa!”. Almendras del lugar, aceite de los olivos de casa, huevos de gallina “liberada”, miel selecta (recuerdo cuando utilizábamos la miel de nuestras propias colmenas, que cortábamos y extraíamos Pedro y yo), el mejor anís, la mejor harina, azúcar, canela selecta... y todo el mimo y el cariño en cada pieza... Además, en Casa Romeu, los pastillez han de hacerse “bien fartez”, con un relleno de almendra de casi dos dedos de grosor, no como los de compra, en los que has de adivinar dónde se esconde la tímida picada de almendra.


LA RECETA (para unos 20 pastillez grandes de almendra y 3 de calabaza)

  • Almendras tostadas y peladas (de la clase Desmayo-Largueta o Marconas): 3 Kg.
  • Huevos grandes: 15
  • Azúcar: 3 Kg.
  • Harina: 3 Kg.
  • Miel: 2 Kg. (La miel ha de ponerse al baño María un buen rato para que esté muy liquida al usarla)
  • Anís: 1 taza
  • Aceite de oliva: 1,5 l. (1 taza para la masa y el resto para rellenos y pintar)
  • Levadura: 1 sobre
  • Sal: 1 cucharada
  • Canela: 250 grs.
  • Papel para hornear

Cuando hacemos la masa sequilla para los pastillez, también podemos aprovechar para hacer algún pastillo de calabaza, ¡delicioso! Para ello conviene preparar la calabaza con horas de antelación para que “sude” el exceso de agua. Pelar, cortar y laminar la calabaza, espolvorearla con unas pizcas de sal y disponerla en un escurridor para que vaya soltando el exceso de agua, (así evitamos que se “inunden” cuando se están horneando).


LA PASTA DE ALMENDRA


Con unas horas de antelación a la preparación de los pastillez (por ej. la noche anterior), mezclar en un recipiente grande: los 3 kg. de almendra tostada, pelada y molida con 750 grs. de azúcar y 150 grs. de canela molida. Removerlo todo y taparlo (remover de vez en cuando para fusionar aromas y sabores).


LA MASA


En un gran recipiente, batir todos los huevos (en Casa Romeu este proceso se hace con batidor de mano). Poco a poco y sin dejar de batir se va añadiendo el azúcar (750 grs.), la cucharada de sal, la taza de aceite, la taza de anís, y se va incorporando la harina muy poco a poco para que no se formen grumos, añadir el sobre de levadura y, sin dejar de remover, seguir incorporando la harina que vaya admitiendo la masa hasta que se despegue del recipiente (sabremos que la masa está acertada si va haciendo “bambollas”, es decir, burbujas grandes, “como si hirviera”). 



Cuando la masa adquiera consistencia, sacarla del recipiente y amasarla sobre un mesado enharinado (como si fuéramos a hacer pan) hasta que la notemos consistente, blanda, elástica y que no se pegue a las manos. La masa sequilla” debe estar bien trabajada para que pueda estirarse adecuadamente.


Dejaremos reposar la bola o masonéunas 2 horas en un lugar cálido, bien tapada, entre paños limpios de algodón.



Transcurrido este tiempo “repararemos” la masa, es decir, iremos sacando porciones del “masoné” para hacer bolitas de masa más pequeñas (del tamaño de una mandarina grande). Las colocaremos sobre el mesado entre los paños de algodón, para que no se enfríen ni endurezcan, mientras vamos elaborando un pastillé con cada bolita de masa. Si vamos a hacer pastillos de calabaza, podemos dejar alguna bola más grande o unir 2 o 3 para cada uno.


Cada pastillé se realiza con una bola de masa. La estiramos bien con el rodillo sobre papel de hornear, de modo que la masa sequilla quede muy fina pero sin romperse. Los pastillez los podemos hacer de forma alargada o semicircular.



Rellenarlo con 3 zarpadas grandes de la pasta de almendra, se rocía el relleno con: 2 cucharadas de miel (calentada largo rato al “baño María”) y 1 cucharada y media de aceite tibio.



Se cierran a lo largo (como dos hojas de ventana, doblando los extremos estrechos hacia arriba), o en forma semicircular (sellando todo el borde como una empanada, y haciéndole un agujero, del tamaño de 1 céntimo para que respire y no se abra en el horno). Pintar con aceite el exterior, y espolvorear con azúcar.



Hornear hasta que estén dorados.





PASTILLOS DE CALABAZA


Con una bola más grande de masa (o uniendo 2 o 3 de las anteriores), seguiremos un proceso similar.


Estirar la masa con el rodillo, rellenar abundantemente con las láminas de calabaza que hemos tenido en un escurridor. Rociar el relleno de calabaza con 2 cucharadas de aceite de oliva, 3 cucharadas de miel (calentada al "baño María"), 3 cucharadas de azúcar y espolvorear abundante canela molida.


Cerrar, sellar los bordes como si fuera una empanada, hacerle un agujero (para respirar y que no se abran los bordes).  Pintar con aceite y espolvorear con azúcar.



Hornear hasta que esté bien cocido.



Buen provecho y ¡FELIZ NAVIDAD!





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